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La presión: la prueba del algodón del Clásico

La previa de un Barça-Madrid se puede abordar desde muchas perspectivas, pero este año es clave colocar el acento sobre la forma de presionar

La presión siempre se ha entendido como una cuestión de voluntad, como una de las principales causas del buen juego y no como una de las primeras consecuencias del mismo. Y, realmente, sin la predisposición y la actitud correcta presionar es una entelequia. Un imposible. Pero como está demostrando el comienzo de temporada del Futbol Club Barcelona y del Real Madrid, una cosa es presionar y otra es presionar bien. Y para esto último no sólo hay que querer, también hay que poder.

Lopetegui, Kroos y Casemiro

Porque en el fútbol actual no hay nada más peligroso que una mala presión. Todos los equipos están preparados para salir por bajo, encontrar la grieta, conectar con el hombre libre y girar todas las líneas del rival. En sus últimos partidos, el conjunto de Julen Lopetegui ha sido de hecho la demostración empírica de esto. Sus futbolistas tenían la predisposición, la voluntad y la actitud de cambiar la mala dinámica que amenaza con devorar su temporada, pero como fueron incapaces de controlar el juego, es decir, el balón y el espacio, sus presiones se transformaban en cordiales invitaciones para que Levante y Viktoria Pilsen llegaran en pocos toques hasta su área.

Resulta significativo leer tras ambos encuentros como en muchos foros se ha dicho que el problema del Real Madrid es “que ya no presiona”. Se trata a la presión como una decisión, y no como un proceso más del juego que requiere de muchas decisiones acertadas tanto individuales como colectivas para llevarlo a cabo. La cuestión es que además no es cierto. El Real Madrid sí presionó. O mejor dicho, lo intentó. En los primeros minutos sus futbolistas empujaban hacia arriba las líneas. Perseguían sus marcas. Y, sobre todo, perseguían la pelota. Pero nada cansa más que correr para nada. Y cada una de estas carreras individuales no tenían ningún premio, pues no partían del orden posicional del bloque que requiere toda presión, lo que se terminó traduciendo en una aparente falta de presión.

En las primeras jornadas el Real Madrid de Julen Lopetegui sí logró recuperar rápido la pelota. Salía bien, progresaba junto, permanecía muy ordenado y, cuando perdía la pelota, lo realizaba en buenas condiciones, pues había muchos futbolistas cerca del balón y no había grieta alguna por la que el rival pudiera escaparse. En este prematuro éxito el desempeño de Toni Kroos fue imprescindible. El alemán es una computadora que no para de tomar buenas decisiones, un arquitecto que no para de construir puentes a sus compañeros. Desde el mediocentro, como ante el Getafe, demostró que en el fútbol hay muy pocas verdades absolutas. “Toni Kroos no puede jugar de mediocentro”. Bueno, en realidad depende. En un equipo con el ideal de juego que demostró tener el Real Madrid de Lopetegui en las primeras jornadas no sólo puede jugar ahí, sino que seguramente deba hacerlo.

 

En las primeras jornadas el Real Madrid sí logró recuperar rápido la pelota. Salía bien, progresaba junto, permanecía muy ordenado

 

Pero para ello Julen debe prescindir de Casemiro, un centrocampista que ha ganado las cuatro Champions League que ha disputado vestido de blanco. Un jugador, además, que colecciona imágenes muy potentes relacionadas con esa tendencia a la dispersión que caracteriza al Real Madrid desde hace muchos años. Prácticamente desde aquel partido en Dortmund se ha instalado la creencia de que el Real Madrid necesita a Casemiro para poder competir. Y, a buen seguro, durante mucho tiempo fue así. En la idea de Zidane el mediocentro brasileño era imprescindible. Pero en este nuevo Real Madrid, en esta nueva idea colectiva, no parece tener el mismo encaje. Ni en la teoría ni en la práctica, porque no está ni igual de cómodo ni, sobre todo, está teniendo el mismo impacto. Con balón no sabe dónde colocarse. A menudo está de espaldas al juego porque sabe que tiene que hacer sitio a Toni Kroos. Y como consecuencia tanto de esto como de los problemas colectivos, sin balón no está pudiendo achicar el agua que está ahogando a la pareja de centrales. En resumen: ni come ni deja comer.

Lopetegui todavía no ha demostrado saber cómo solucionar esta cuestión, y en esta duda, ni resuelta ni aparentemente afrontada, se le está yendo lo más potente que podía aportarle a este nuevo Real Madrid sin Cristiano Ronaldo: su idea de juego. Ahora mismo para el Real Madrid no hay nada más peligroso que querer presionar, pero para Julen no hay nada más preocupante que tener que renunciar a la presión.

Valverde, Arthur y Dembélé

Ernesto Valverde, desde una posición diferente y con Leo Messi, que viene a ser como la carta de “salir de la cárcel” del monopoli de los entrenadores, ha afrontado un reto similar en este comienzo de curso. En su caso, fue en las primeras jornadas cuando su Futbol Club Barcelona demostró una preocupante falta de control. Mientras la temporada pasada su equipo se había caracterizado por jugar a un ritmo lento, buscando que pasasen pocas cosas y que todas éstas pillasen bien plantado al bloque, en ésta el Barça estaba perdiendo la pelota con mucha frecuencia y demasiado rápido, con lo que, como consecuencia, no estaba pudiendo presionar en ningún momento. Es decir, el Barcelona 18/19 se estaba pareciendo a todo menos a lo que entendemos que es Ernesto Valverde.

La presencia de Ousmane Dembélé entre líneas estaba absorbiendo demasiado protagonismo. El francés solucionó tres partidos con jugadas y goles, pero complicó tanto estos como el resto por su incompleta toma de decisiones. Esto, unido a la presencia de Philippe Coutinho como interior izquierdo y a los matices posicionales ‘luisenriquescos’ que estaba tomando Ivan Rakitic en este inicio de curso, desnudó por completo a Busquets primero y a un Futbol Club Barcelona después que, al igual que su máximo rival, estaba jugando además sin red de seguridad. Ni Sergi Roberto ni Umtiti ni, sobre todo, Gerard Piqué estaban pudiendo responder el interrogatorio que les planteaba cada rival en cada encuentro. No eran el problema, pero tampoco estaban siendo la solución. En todo caso, el tema era general. En vez de correr hacia delante, complicando al rival, el Barcelona corría demasiado para atrás, lo hacía en malas condiciones y sin capacidad de frenar ningún contragolpe. Algo debía cambiar.

Y ese cambio se llamó Arthur. El futbolista brasileño ha tenido un impacto inmediato y, seguramente, también desmedido. El ex de Gremio es un centrocampista con un potencial magnífico que jugó bastante bien sus primeros partidos y de forma sobresaliente en el último, ante el Inter de Milán. Pero hasta ahí: “bastante”. Lo que sucede es que al Barcelona le han sentado muy bien todos los matices de su juego, lo cual, visto en perspectiva, da todavía para ser más optimistas, pues básicamente representa lo contrario a Ousmane Dembélé, que aun jugando bien le estaba costando tiempo, espacio y estructura a su conjunto.

 

Desde la entrada de Arthur en Wembley el Barça ha dejado de correr tanto para atrás, ha tenido la pelota de forma más segura y ha podido presionar en determinadas fases

 

¿Por qué sólo “bastante”? Porque a día de hoy Arthur tiene varias lagunas en su relación con el espacio, como demuestra en cada partido Sergio Busquets, quien tiene que corregir constantemente su posición para compensar estos lógicos defectos. Además, en los primeros pases, como se demostró en Mestalla o incluso ante el Inter, todavía le falta entender las diferencias entre la presión que se realiza en Europa y la que no se realizaba en Brasil. Sea como fuere, lo verdaderamente importante en este punto del camino es que en campo rival, una zona del campo a la que el Barcelona le va a llevar con relativa asiduidad, Arthur demuestra que tiene exactamente el ritmo y el chip que necesita su nuevo equipo. Toques seguros, precisos y constantes.

Controlo, paso y me muevo. Controlo, paso y me muevo. Controlo, paso y me muevo. Una y otra vez. Y por medio, un giro. Con sus pases Arthur teje una telaraña a la que Sergio Busquets le da forma para que Leo Messi, posteriormente, haga el resto. Desde su entrada en Wembley el Barcelona ha dejado de correr tanto para atrás, ha tenido la pelota de forma mucho más segura y ha podido presionar en determinadas fases. El juego de los azulgrana todavía tiene mucho por evolucionar. Pero en Arthur tiene un buen punto de apoyo para retomar un camino que, en comparación con la temporada pasada, tiene un añadido: el mayor control no le va a restar determinación, pues Philippe Coutinho en el pico del área es uno de los futbolistas más decisivos del mundo. Vista la evolución y visto que no debería haber contrapartida, el Barcelona está a pocas semanas de que se diga que “ya vuelve a querer presionar como antes”.