PUBLICIDAD

La oportunidad de Kibu

Esta es la historia de José Antonio Vicuña y de cómo dejó atrás Pamplona para emprender, junto a Jan Urban, un viaje a Varsovia

Soy guipuzcoano de nacimiento, navarro de adopción“. Así se presenta José Antonio Vicuña, más conocido como Kibu, cuando se le pregunta por sus orígenes. Más de 2.500 kilómetros separan sus raíces de su actual vida, la que siempre ha soñado tener.

Kibu vivió hasta los nueve años en San Sebastián, ciudad que abandonó junto con su familia para asentarse en Pamplona. De ambos lugares se ha llevado consigo la esencia del fútbol, no en vano presume de ser socio de la Real Sociedad y Osasuna. En sus calles, en sus campos y en todo lugar donde un balón pudiera echar a rodar, allí estaba él para impregnarse de aquel sentimiento que le convirtió en un enfermo de este deporte.

Esta incurable enfermedad no le provocó la ceguera de verse como un jugador discreto pero voluntarioso. Sin opciones de triunfar como profesional pero cuyo exhaustivo estudio de la táctica le abrió las puertas del fútbol desde el otro lado, el del entrenador. Se licenció en Periodismo en Navarra, jugó en el equipo de la Universidad y dedicaba parte de su tiempo libre a entrenar en el colegio que le había visto crecer. En paralelo a ello, sus ansias de formarse le llevaron a ir sacándose los títulos de entrenador juvenil, regional y nacional.

De esta forma aterrizó en las categorías inferiores de Osasuna, donde se rodeó de jóvenes promesas como Javi Martínez, Azpilicueta y Raúl García, entre otros. Su modestia le hace agradecer todo lo que pudo aprender de ellos, en lugar de pensar que puso su grano de arena para que aquellos talentos llegasen a donde están hoy día. Tampoco fue capaz de imaginar que su pasión por los entrenamientos y por la metodología le permitirían dedicarse, casi por casualidad, al fútbol profesional.

El punto de inflexión, no solo en su carrera sino en su vida, se produjo cuando se enteró de la contratación de Jan Urban para dirigir al Legia de Varsovia. Había coincidido con él cuando entrenaba en Osasuna al División de Honor Juvenil y Liga Nacional Juvenil. Nada más conocer la noticia descolgó el teléfono para darle la enhorabuena a su compañero. Tras varios minutos hablando sobre cómo se había producido el acuerdo y los motivos por los que había aceptado, Jan le sorprendió con una pregunta: “Bueno, ¿qué? ¿te vienes conmigo?”.

“¿QUÉ? ¿TE VIENES CONMIGO?”

Kibu se lo tomó a broma. La típica propuesta promovida por la exaltación del momento. Él trabajaba en la empresa familiar y continuaba dedicando su tiempo libre a entrenar en las categorías inferiores. Lo que no esperaba es que dos días después fuese Jan el que le devolviese la llamada: “¿Te lo has pensado ya? ¿te vienes?“. Entonces recordó aquellas conversaciones que habían mantenido en la que Urban le decía que tenía mucho talento y que estaba predestinado al mundo del fútbol. A lo que Kibu siempre respondía: “Es posible, pero para demostrarlo alguien me tiene que dar una oportunidad, al menos una vez“.

urbanHabía llegado ese día. Su amigo le estaba tendiendo su mano y le daba esa oportunidad que siempre había querido. Él sabía que las maletas deben estar hechas porque hay trenes que solo pasan una vez y no esperan eternamente. Consciente de que estaba en una situación privilegiada, ya que si el proyecto salía mal tenía el colchón de la empresa familiar en el que apoyarse, emprendió rumbo a Varsovia.

Atrás dejaba las medias maratones en Pamplona, cenas con los amigos y la tranquilidad que le daba comprender el fútbol como una afición. Ahora todo cambiaba y desde que llegó a su nuevo destino asimiló la presión de saber que todo un club dependía de las decisiones tomadas junto con Jan. Debía adaptarse a una nueva cultura, una nueva forma vida y, lo más complicado, un idioma complejo que, de primeras, le parecía imposible aprender.

[quote]Atrás dejaba las medias maratones en Pamplona, cenas con los amigos y la tranquilidad de comprender el fútbol como una afición. Todo un club empezaría a depender de Jan y él[/quote]

Su debut oficial en competición internacional no fue todo lo dulce que esperaban y supuso la primera anécdota destacable para la pareja de entrenadores. La UEFA castigó al Legia de Varsovia con un año de suspensión por los disturbios provocados por sus seguidores en el encuentro de la Intertoto que les enfrentaba al Vetra FC lituano. Cientos de radicales polacos que habían viajado a Lituania para asistir al partido invadieron el campo durante el descanso. Su equipo perdía 2-0 y era su forma de expresar su desacuerdo. La policía intervino, muchos fueron detenidos, algunos acabaron en los calabozos y otros fueron multados por su comportamiento violento. El principal perjudicado fue el club. El partido se suspendió con victoria 3-0 para el conjunto local.

Además fueron eliminados de la Intertoto y expulsados de competiciones europeas durante un año entero. El Legia debía hacerse cargo de los destrozos ocasionados por sus vandálicos seguidores. Kibu lo recuerda aún asombrado: “Estuvimos días preparando el encuentro. Tratamos de no dejar ningún fleco suelto. Si nos marcan un gol, cambiamos el esquema. Si marcamos nosotros, presionamos. Si al descanso vamos ganando, perdiendo, hacemos tales cambios en función del marcador,… Todas las opciones posibles estaban cubiertas. ¿Cuál fue nuestra sorpresa cuando se produjo la única que no controlábamos? La invasión de campo. Salimos como pudimos, escoltados. Usamos las vallas como escudos. Ahí comprendimos que la afición polaca era especial“.

De hecho, es conocida por vivir con pasión cada partido. Llena los campos. Sobre todo desde que se han construido nuevos estadios. Y se toma en serio su papel con el equipo, destacando los casos de Legia y Lech. “Preparan a conciencia los encuentros. Una vez a la semana se reúnen para ensayar los cánticos, preparar las pancartas y diseñar los mosaicos que vestirán al estadio. El resultado es impresionante. El ambiente es precioso y hacen que los partidos en casa sean muy difíciles para nuestros rivales. Cuando nos toca viajar suelen tener buenos desplazamientos. A Lituania nos acompañaron cerca de 3000 seguidores y en la primera ronda de Champions rondaron los 2000“.

PRESTIGIO PERDIDO

En cuanto al fútbol polaco, lucha por recuperar el prestigio que le llevó a ser la tercera potencia mundial en Alemania’74 al vencer a Brasil y en España’82 ante Francia. Es significativo que ningún equipo haya podido llegar a la fase de grupos de la Champions desde hace 18 años. Kibu tiene claro cuáles son los motivos: “En primer lugar, el nivel del colegio de entrenadores no es alto. No enseñan a entrenar. Falta metodología y bibliografía. Falta seguimiento y eso es debido a que no cuentan con tantos medios como tenemos, por ejemplo, en España. En definitiva, falta formación. En segundo lugar, son claves las infraestructuras. Debe haber un salto de calidad en los campos de entrenamiento y de fútbol. Se está consiguiendo pero les ha costado asimilar la importancia del fútbol base y que su buen rendimiento parte de que tengan buenas instalaciones en las que entrenar“.

Cuando Jan Urban y Kibu afrontaron el proyecto en 2007 no se fueron con las manos vacías. Con ellos se llevaron la política de cantera de Osasuna. Desde el primer momento han apostado por los jóvenes, tanto en Liga como en Europa. Confiaron en una metodología diferente porque era mejor que la que había. Para ellos es fundamental el trabajo de las categorías inferiores y ahora, siete años después, comienzan a ver los frutos de la cantera. Se llevaron tanto la metodología de trabajo como los preparadores físicos que creían necesarios para que el equipo funcionase a semejanza española. Para Kibu, “2n nuestro país se piensa que en todas las partes del mundo se entrena igual, pero no es así. No todos tienen la misma suerte ni la misma preparación. Si en los últimos años estamos ganando todo es como consecuencia de esta formación. Llegará un momento en el que comenzaremos a perder y no será porque las cosas se estén haciendo mal, sino porque los demás países se están adaptando a la metodología española, llevándola a su terreno. Nosotros debemos aspirar a que estos triunfos no sean algo efímero, sino que deberemos luchar por tener representación entre los cuatro primeros de cualquier campeonato“.

legiaaficionDe estos años en Polonia Kibu no cambiaría nada. Han sido siete temporadas de continuo aprendizaje en los que ha habido tiempo para todo. Más que con su mejor recuerdo, prefiere quedarse con esos momentos puntuales que le permiten sentirse un privilegiado por poder disfrutar del fútbol profesional. Le llena la preparación de cada partido, estudiar al rival, innovar e investigar los puntos débiles por los que deben atacar. Si tiene que elegir se queda con las sensaciones vividas al conseguir su primera Copa de Polonia. Se queda con el partido final, con cómo llegaron a los lanzamientos de penaltis y, por supuesto, por todo lo que se le vino a la mente cuando se transformó el último lanzamiento que les daba la victoria.

No todo puede ser bueno y aunque el balance es satisfactorio tiene la espina clavada de la destitución de Legia después de tres temporadas. “No lo entiendes. Luego, con el paso de los días lo ves como una parte de tu trabajo que puede suceder. Por mucho que trabajes y te esfuerces, en el desempeño del entrenador nunca hay estabilidad. Los resultados no tienen por qué llegar. No por hacerlo mal, sino porque el de delante lo hace mejor que nosotros. Quizás es la faceta más amarga de la profesión y lo más difícil de entender. Sabes donde estás hoy, no mañana. Tampoco si volverás a ganar e incluso si volverás a entrenar. Solo queda trabajar cada día para ser más fuerte y mejor, haciendo que la preparación haga que no sea algo que dependa de ti“.

SEGUNDA OPORTUNIDAD

Afortunadamente, el Legia volvió a llamarles y ahora ven cómo el esfuerzo comienza a aflorar a través de esos jóvenes jugadores que educaron desde la cantera. No solo en su club, sino en otros que asumieron su metodología. Nombres propios como Jakub Kosecki, hijo del mítico Roman Kosecki, Bartłomiej Pawłowski del Málaga, Piotr Zieliński de Udinese o Rafał Wolski de la Fiorentina, están llamados a tener un puesto privilegiado en los principales equipos europeos. De otros como ellos dependerá dónde se encuentre el fútbol polaco dentro de cinco años. Sobre todo de cómo evolucione la formación de los entrenadores de primera y segunda división. “Cuantas menos trabas se pongan para que haya entrenadores nacionales más facilidades habrá para que suba el nivel de los mismos y, por tanto, del fútbol. En un país con 35 millones de habitantes el fútbol es clave en sus vidas. La cantidad hará que aparezca la calidad. Si no hay cantidad hay que hacer uso de lo que hay aunque no sea bueno. Son lastres del pasado comunista, les cuesta abrirse más a la innovación, aunque se trate de fútbol. Cuando haya más entrenadores se podrá mejorar su formación que debe ir acompañada de la metodología de entrenamientos adecuada y de mejores infraestructuras en los clubes para que el fútbol base pueda crecer“, sentencia Kibu.

José Antonio Vicuña afronta una nueva temporada junto a Jan Urban como entrenador del Legia de Varsovia. Tras el doblete de Liga y Copa de la pasada campaña continúa trabajando para repetir los resultados y hacer historia en Europa. Aunque al principio le costó adaptarse a la vida cotidiana y al idioma, ahora se comporta como un polaco más. Aprovecha la riqueza cultural del país, disfruta de su gastronomía y de los viajes siempre que el calendario lo permite. No puede presumir de que le quede mucho tiempo libre porque su pasión enfermiza le obliga a seguir preparándose y a continuar dedicándose en cuerpo y alma a lo que más le gusta: el fútbol.