Geoffrey Hurst recibió este lunes una llamada que lo devolvió, de golpe, a Wembley. El exguardameta alemán Hans Tilkowski acababa de fallecer a los 84 años de edad y el exdelantero inglés, de 78, era una de las primeras personas a las que la familia del cancerbero comunicaba el deceso. “Fue un hombre muy bueno, disfruté mucho del tiempo que pasamos juntos a lo largo de los años“, confesaba poco después en Twitter el autor del gol fantasma más famoso de la historia. El que le marcó (y marcó para siempre) a su amigo hace más de medio siglo.
Aunque ya se habían visto las caras en competiciones europeas, los caminos de Hurst y Tilkowski se cruzaron definitivamente en el Mundial de 1966. Concretamente, en la final que enfrentó a la anfitriona Inglaterra con Alemania Occidental. Protagonistas involuntarios de una de las jugadas más polémicas de siempre, el tiempo hizo que ambos futbolistas acabaran tejiendo una gran amistad.
Nacido en Husen, cerca de Dortmund, en julio de 1935, Hans Tilkowski fue el hijo de uno de los muchos mineros que se dejaron la piel en la cuenca del Ruhr, núcleo industrial dedicado al carbón y al acero en la Alemania de entreguerras. Aunque dio sus primeros pasos como defensa -fue un lateral correoso en el modesto SV Husen 19-, terminó poniéndose los guantes como lo han hecho otros tantos porteros a lo largo de la historia: por puro azar.
Primero con el Westfalia Herne, con el que conquistó la Oberliga West en 1959, y sobre todo con el Borussia Dortmund, club en el que recaló en 1963 para disputar la primera Bundesliga de la historia, Tilkowski fue haciéndose un nombre a base de sobriedad y regularidad bajo palos, dos de los atributos más nombrados por compañeros y entrenadores. “Solía vestir de negro e irradiaba serenidad y una calma estoica“, se explica en el obituario publicado en la web del BVB y cuyo título, El eterno gol de Wembley, no puede ser más elocuente. “Muchos lo comparaban, por su físico, con Paul Newman. Era un hombre encantador“, razonan desde 11Freunde.
“Fue un hombre muy bueno, disfruté mucho del tiempo que pasamos juntos a lo largo de los años“, lamentó Geoff Hurst tras conocer la muerte de Tilkowski
Aunque se estrenó como internacional en 1957, cuando el seleccionador Sepp Herberger lo hizo debutar con 21 años, no fue hasta la llegada de Helmut Schön, en 1964, al banquillo de la ‘Mannschaft’ que logró hacerse con la titularidad. Si en Chile’62 el robusto Wolfgang Fahrian todavía era el guardián de la selección alemana, para la cita inglesa el puesto en la portería alemana ya era innegociable para Tilkowski. Más cuando en 1964 había sido bautizado como la ‘Estrella de Río’ por sus paradas ante Pelé en un amistoso entre Brasil y Alemania disputado en Maracaná. Pero sobre todo porque su popularidad estaba en pleno ascenso gracias a los éxitos con su club.
En 1965 ganó la primera DFB-Pokal de la historia del Borussia Dortmund. Y un año después, la Recopa de Europa, al vencer al Liverpool de Bill Shankly en una emocionante final decidida en la prórroga. Para llegar a la última ronda, el Dortmund tuvo que eliminar en semifinales al vigente campeón, un West Ham que contaba, curiosamente, con Bobby Moore y Geoff Hurst en sus filas. En ninguno de los dos partidos, por cierto, este último fue capaz de marcarle un gol a Tilkowski.
La Recopa tuvo un significado especial al tratarse del primer título europeo conseguido por un club alemán, un logro con el que el portero se cargó de moral para afrontar el gran reto de su vida: ganar una Copa del Mundo. Para ello, Alemania Occidental tuvo que deshacerse, no sin polémica, de varios contendientes de peso. Argentina y España en fase de grupos; Uruguay y la URSS en cuartos y semis. En la final de un torneo que había destacado por su dureza y parcialidad arbitral esperaba la anfitriona, Inglaterra. Mal asunto. Si en las semifinales Tilkowski se había medido a otro portero legendario, Lev Yashin, ganador del Balón de Oro tres años antes; en la final de Wembley iba a tener enfrente a Gordon Banks, el hombre que en México’70 firmaría ante Pelé una de las mejores paradas de la historia de este deporte. Con el permiso de José Ángel Iribar, probablemente no hubo tres mejores porteros en aquella década. Y, sin embargo, solo uno acabaría sentenciado por el destino.
En contra de la tecnología
La final del Mundial de 1966 no acabó en la prórroga por casualidad. Los dos combinados habían sido los más fuertes del torneo y la igualdad que se presuponía en los prolegómenos fue manifestándose a medida que transcurrían los minutos y se sucedían los goles. Se adelantó Alemania Occidental, empató Inglaterra; se puso en ventaja Inglaterra, empató Alemania Occidental. Hasta que llegó el tiempo extra y, en el 101′, la volea de Hurst en el corazón del área, libre de marca. Balón al travesaño, balón a la línea, balón a córner. O eso es lo que creyeron los alemanes. Porque tras intercambiar unas palabras con el asistente, el árbitro suizo del encuentro acabó decretando el 3-2 para los ingleses. ¿Cruzó en su totalidad el esférico? Parece que no. Tilkowski, con su característica boina calada, lo tuvo bastante claro en el momento de la acción. Algo más tardó el autor del gol, Geoff Hurst, cuando, más de tres décadas después, opinó sobre ello en su autobiografía titulada 1966 and all that: “Cualquiera puede entender la frustración de los alemanes. Después de ver muchas repeticiones, a lo largo del tiempo he de admitir que creo que la pelota no entró“.
Consciente de que aquel gol fantasma lo perseguiría hasta el fin de sus días, Tilkowski siempre aceptó con elegancia el recuerdo de la fatalidad. “Si hubiera pedido un marco cada vez que me han hecho la pregunta de si entró o no el balón, ahora sería millonario“, solía recordar con una sonrisa. Del mismo modo, tampoco tuvo nunca problemas a la hora de agradecer la honestidad de su ‘verdugo’, convertido con los años en algo más que el rival que le endosó un hat-trick en el partido más importante de su carrera. “Mi amigo Geoff solo confirmó lo que siempre dije: su disparo rebotó en el travesaño y luego en la línea, pero no detrás de ella. Esto demuestra su gran deportividad. Espero que no lo ridiculicen en Inglaterra por eso. De lo contrario, ¡podría tener que buscar asilo en Alemania!“, ironizaba en Bild después de conocer la confesión de Hurst.
Geoff Hurst y Hans Tilkowski participaron a lo largo de los últimos años en decenas de actos solidarios y usaron su amistad para rebajar la enemistad nacional entre Alemania e Inglaterra que en su día provocó aquella decisión arbitral. De hecho, en el año 2000 levantaron juntos el pedacito de césped de Wembley donde la pelota de la discordia botó en 1966 para subastarlo en línea con el objetivo de recaudar fondos para fines caritativos. Más adelante, en 2011, participaron en el homenaje a los exinternacionales que disputaron la final del Mundial de Inglaterra, donde se recogió la foto de aquí arriba, todo cordialidad.
“Mi amigo Geoff confirmó que su disparo rebotó en el travesaño y luego en la línea, pero no detrás de ella“, valoró Hans Tilkowski tras la confesión de Hurst
Tilkowski disputó 39 partidos como internacional, todos ellos repartidos entre 1957 y 1967. Dejó la selección el mismo año en el que cambió Dortmund por el Eintracht de Frankfurt, donde acabaría colgando las botas. Fue el primer portero en detener un penalti en la historia de la Bundesliga (1963, a Alfons Stemmer) y el primer guardameta en lograr la distinción de ‘Mejor Jugador del Año’ en Alemania (1965, diez años antes que Sepp Maier). Su comportamiento fue siempre ejemplar. “Necesito un portero para el equipo, no para el público“, le dijo una vez el seleccionador Sepp Herberger. Y él siguió el consejo a rajatabla, anteponiendo el colectivo a cualquier interés individual o lucimiento personal.
Una acción pudo cambiar su carrera. Pero si hubiera podido volver atrás, jamás habría instalado un ojo de halcón encima de su cabeza. De hecho, antes de cumplir 80 años, y en declaraciones recogidas por Der Tagesspiegel, rechazaba la tecnología en el fútbol: “Estoy en contra porque se perderá el atractivo del fútbol y las discusiones que se derivan. ¿Quién seguirá hablando sobre una portería como la de Wembley en los próximos años?“. Por el momento, el hombre que, arrebatándole un Mundial mediante un gol fantasma, lo hizo inmortal: Geoff Hurst, su rival y amigo, herencia de una época en la que la deportividad no necesitaba ser revisada en un monitor. Era sincera y transparente.