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La final de los locos, los cobardes y los escritores

A pocas horas del Sevilla-Barça, recurrimos a José Lobo y a Miqui Otero para averiguar qué pasa por la cabeza de los aficionados de ambos equipos

Admito que el título de esta pieza es fatigosamente largo y pesado. Difícil de sostener con las manos sin que se te caiga al suelo. Puede no convencer, mucho menos tratándose del comienzo de un texto. Es como nacer equivocado, y condenarse, con un poco de suerte, a 80 años de engaños y contradicciones. Pero es que las finales, o los instantes previos que las preceden, o incluso las propias vidas del ser humano, tienden precisamente a eso. Al salvaje enredo. La sencillez, tan necesaria casi siempre, se derrite cuando siente cerca el calor de un partido como el que van a disputar el Sevilla y el Barça hoy en el Wanda Metropolitano. Una macedonia de sentimientos la cubre entera hasta hacerla desaparecer.  Se vuelve un objetivo invisible, directamente.

Hablar con José Lobo y Miqui Otero, ambos escritores, ambos aficionados al fútbol, ayuda a relativizar esa ausencia de lo simple. A pocas horas de descubrir si su equipo será el nuevo campeón de la Copa del Rey, a ellos también los atacan muchas ideas. O más que ideas, sensaciones. Presagios. Corazonadas. Incertezas. Un ejército de emociones que no bajará la guardia hasta que no se sepa el desenlace del encuentro. Una final, después de todo, es una buena excusa para desordenarse.

Pepe, sevillista remoto, casi prehistórico, de la época en la que el equipo hispalense todavía no levantaba títulos europeos, admite que tenía pensado ver el partido solo (“en mi vida he ido al fútbol a pasármelo bien”, me confesó una vez) aunque finalmente ha accedido a hacerlo con un amigo. Miqui, por su parte, lo seguirá desde la terraza de un bar de moteros del Paral·lel de Barcelona, junto a otros colegas, culés como él, que fueron citados para el sábado vía WhatsApp “como quién convoca filas en una trinchera”, después de ver separados la dolorosa derrota en Roma.

Los dos tienen claro ese punto de partida. A partir de ahí, ya no hay nada más que se atrevan a dar por descontado.

 


JoseLobo 1Ni yonki ni gitano. José Lobo es José Lobo, y sanseacabó. En su bio de Twitter se declara primer ministro de Somalia, aunque sueña con reencarnarse en Luis Fabiano. Sevillano nacido en 1980, la editorial Libros del K.O. lo reclutó para destripar el sentimiento sevillista. Y vaya si lo consiguió. Buena parte de sus escritos también pueden encontrarse en el blog Palanganismo Exacerbado, otra plataforma insignia de la literatura futbolística de calidad de nuestros tiempos. Con la pluma en la mano, y aunque le joda admitirlo, Lobo es más de Sampaoli que de Caparrós. Cómo juega, señores. Cómo juega.


Agitador cultural al frente de ‘saraos’ tan imperdibles como el festival Primera Persona, periodista habitual en medios como El País o El Periódico y uno de los novelistas más originales de nuestro cosmos literario. Tras dos títulos tan ultra adherentes y extra adictivos como Hilo musical (2010) y La cápsula del tiempo (2012), Miqui Otero amplió en 2016 su inventario de referencias con Rayos. Siendo su relato más íntimo y poderoso, no es de extrañar que amague más de un guiño a una de sus grandes pasiones. Sí, ese balón por el que vosotros también perdéis la sesera.


 

¿Cómo notáis que afrontan el sevillismo y el barcelonismo este partido?

José Lobo: El sevillismo sí cree, a diferencia de mí. Pero es que el sevillismo está loco. Con las finales hacemos como con las romerías o la feria: vamos muy contentos para allá, con un optimismo a prueba de bombas. Todos felices, con las camisetas, con los niños, con la abuela y con la tortilla de papas. Pero ya después, en conversaciones más íntimas entre aficionados, te das cuenta que sabemos que hay muy poquito que hacer. Sobre todo por la marcha del Sevilla, y por la eliminación del Barça de la Copa de Europa, que también nos perjudica. Si siguieran vivos, pues aún, porque podrían haber estado pensando en las semifinales de la semana que viene, y a lo mejor no se tomarían esta final tan en serio. Pero es que ellos son conscientes que es la única oportunidad que tienen de conseguir dos títulos esta temporada. Y luego está lo de Messi, claro. A este muchacho parece que le priman por marcarnos goles. ¡Contra el Sevilla siempre mete!

Miqui Otero: Para el barcelonismo, el problema de esta final es haber jugado demasiadas últimamente. Este es el gran problema. El fútbol es pura amnesia, pero los culés hemos pasado por travesías en el desierto donde un partido como este era el que salvaba la temporada. Lo vivíamos sin ningún tipo de reserva, con gran euforia. Pero esto ha cambiado. Ahora tú eres dos seguidores al mismo tiempo: eres un seguidor que quiere que gane el Barça, pero quizás por encima de eso eres un seguidor que quiere que pierda el Madrid. Y entonces, cualquier situación en la que el futuro inmediato del otro equipo sea mejor que el tuyo, te desilusiona, por mucho que a ti te vayan mínimamente bien las cosas. Hace poco, para un texto que escribí en El Periódico, un jugador de billar me hablaba un poco sobre la idea de ese deporte; me decía que lo esencial del billar americano, cuando tú eres muy bueno, no es nunca meter la bola. De lo único que estás pendiente es de si la fallas.

Ambos equipos han quedado recientemente eliminados en los cuartos de la Champions. Pensando exclusivamente en esta final, ¿este hecho les perjudica o les beneficia? 

JL: En Sevilla no hay ningún tipo de reproche con lo que ha hecho el equipo en esta Copa de Europa. Mi sensación es que en la última ronda el Bayern nos jugó como ya nos había jugado el Manchester United en los octavos, es decir, un poquito a verlas venir, pero con la confianza de que iban a pasar seguro, porque tenían más calidad que nosotros. A diferencia de los ingleses, les salió bien.

MO: La derrota en Roma, para nosotros, fue un diagnóstico fulminante, como si esta no fuera la típica temporada en la que vas viendo venir el desastre hasta que llega. Aun así, creo que más bien habíamos escondido los síntomas, porque en el fondo sabíamos que tampoco estábamos jugando tan bien. Es como cuando te dicen que los reyes son los padres; sí, te haces el sorprendido, pero realmente ya lo sabías, y lo que ocurría es que no querías verlo. Después de una hostia así, un equipo como el Barça se podría levantar perfectamente, pero la verdad es que yo tampoco lo veo tan claro, porque últimamente estamos teniendo unas reacciones muy melancólicas. Lo puedes ver con Messi y la mirada que pone cuando está todo perdido… A mi eso me da miedo.

Si finalmente no levantarais la Copa, ¿qué lectura haríais de la temporada?

JL: Pues para los sevillistas sería un desastre, la verdad. Yo, siendo sensato, y pensándolo fríamente, incluso ganando la final pondría a la calle tanto al director deportivo como al entrenador, directamente, y traería a otros. Porque la planificación del Sevilla este año ha sido lamentable, desastrosa. La gestión que ha hecho Montella de los fichajes de invierno, a los que prácticamente no ha dado oportunidades, es un ejemplo. Ha preferido jugar siempre con el mismo once, hasta que al final lo ha destrozado. Y luego el desconocimiento tan brutal que tenía de la liga española… Cuando jugó en Éibar dijo que él nunca había visto un campo tan chico, es decir, que no sabía ni dónde estaba jugando. Yo creo que no sabía ni dónde estaba el País Vasco, de hecho.

MO: En caliente, mi valoración sería malísima, por supuesto. Pero a la que pasasen algunos días… Vamos a ver. Yo soy el primero que estaría a favor de hacer una reflexión catastrofista hasta provocar que se cambiase otra vez el modelo o que saltase la directiva. Pero este ‘cuanto peor, mejor’, en estos momentos, no ha lugar, porque hay un tío que se llama Messi que en cuatro años dejará de jugar. Y es por eso que, realmente, ahora mismo no soy revolucionario, sino reformista [risas]. No quiero empezar de cero. Lo que quiero es arreglar rápidamente la cosa lo mejor posible para disfrutar de este pavo y de lo que podamos conseguir los culés gracias a él.

Llegados a estas alturas del curso, ¿qué es lo que más os convence y lo que más os asusta de vuestro equipo?

MO: A mí del Barça lo que me convence es que, sin tener un banquillo potente, ha conseguido que la temporada sea increíblemente regular. Los planteamientos de Valverde, que la cagó en Roma, pero que es un tío que adoro, nos han permitido aguantar el tirón. Pero los destellos de genialidad ya no vienen casi nunca por un juego asociado a nuestro estilo característico, si no por una persona que se llama Leo Messi. Y lo único que me da miedo y que me da pena es que los barcelonistas no seamos conscientes de que cada competición perdida, o más que perdida, no disfrutada hasta el último encuentro, es una menos con Messi. Esto es lo dramático. Lo que nos preguntaremos cuando pase el tiempo es por qué cojones no ganamos nueve Champions con este tío en el campo. Mientras él esté, yo quiero apurar las temporadas hasta el final.

JL: Es que a mi me convencen muy poquitas cosas, la verdad. Igual podemos tener un poquito más de ganas que el Barcelona, al vernos por debajo, no sé. Pero es que te pongo un ejemplo; el otro día Mercado dijo medio en broma medio en serio que tampoco le podía pegar mucho a Messi, porque sino después no va ir al Mundial. Y que comente esto el defensa que prácticamente está más en forma de la plantilla… ¿Con qué animo se supone que tienes que ir tú al partido? [risas] Luego también están los vaivenes que ha habido en la portería. Y después que este Sevilla es un equipo que sí, que es capaz de crearte muchas ocasiones, pero que después le cuesta un mundo culminar. Igual necesita 50 para meterte un gol.

Y al revés. ¿Cuál creéis que es el punto fuerte y el punto débil del rival?  

JL: Lo mejor para nosotros es que ellos puedan llegar desanimados. Y lo que más temo es lo que ya te he apuntado antes por encima: que Messi cumpla con su media de meternos dos o tres goles cada vez que nos coge. Al único que no conozco demasiado es al portero, Cillessen. Pero claro, el resto… Además, qué punto débil puedo decir yo que tiene el Barça, siendo sevillista. Es como si fuera de Eritrea y me preguntaras cuál es el punto débil de los americanos. ¡No tiene sentido! [risas]

MO: En una final así el Sevilla no saldrá con la camiseta de perdedor, ni mucho menos. Está acostumbrado en los últimos tiempos a ganarlas, así que no creo que salgan mirando al suelo, precisamente. Además, olerán la sangre, porque saben que el Barça está tocado. ¿Que si me acojonaría más que fuera el Real Madrid el que estuviera en frente? Pues puede que sí. Pero es que ni en todos los años imperiales que ha vivido el Barça le hemos perdido el miedo al Madrid. Al menos yo.

Acabemos con un pronóstico. ¿Qué partido veremos? 

MO: Todo es muy imprevisible. Ahora mismo el Barça es ese tío que está en la lona porque le han metido una hostia muy fuerte, y solo hay dos posibilidades: la primera es que el guantazo haya sido tan fuerte que no se pueda levantar, y entonces le caigan más, y la segunda es que se levante y la hostia le dé fuerza para rebotarse y devolverla. Si se levanta, será un festival. Pero es probable que caigamos en esa cosa melancólica de la que hablábamos antes, y eso puede ser letal, porque el Sevilla vivirá la final con muchas más ganas de ganarla. Si empieza mal, puede acabar fatal. Dicho esto, creo que sí, que ganaremos, que hará buen tiempo en Barcelona, y que nos permitiremos por una vez no mirar de reojo al Madrid y disfrutar de una noche espléndida de primavera.

JL: Yo por mí que fuera como el de la final de la Supercopa de Europa de 2006, que les ganamos por 3 a 0. Aunque creo que es imposible repetir el partidazo que jugó aquel día el Sevilla.