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¿La Bundesliga ha muerto?

El fichaje de Mats Hummels por el Bayern no hace más que ensanchar las diferencias entre los bávaros y el resto de clubes de la liga alemana

El anuncio del fichaje de Mats Hummels por parte el Bayern de Múnich ha reforzado un debate que en Alemania viene incubándose durante la última temporada. La aportación más llamativa se publicó en el semanario Der Spiegel, quizá la cabecera más prestigiosa de los kioscos germanos. En su versión digital de abril, apenas unas horas después de que el propio Borussia confirmase el deseo del central de mudarse a Baviera, el columnista Daniel Raecke reflexionaba de urgencia bajo un titular que no podía ser más explícito: Hummels, al Bayern. El comienzo del fin de la Bundesliga.

Después de las salidas de Mario Götze (2013) y Robert Lewandowski (2014), la temporada pasada el Bayern ganó la liga en abril con 10 puntos de ventaja sobre el subcampeón, el Wolfsburgo. El Borussia de Jürgen Klopp, que durante el último lustro había encarnado la única oposición real a la hegemonía bávara, no fue rival y acabó a 33 puntos de los de Pep Guardiola, sufriendo hasta la última jornada para asegurarse la séptima plaza de la tabla. La última que daba acceso a la Europa League. El proyecto Klopp había llegado a su fin. Y el Bayern había logrado desactivar el foco de resistencia que suponía su Borussia. Pero en el último año la tiza de Thomas Tuchel ha surtido un efecto sorprendentemente inmediato y de nuevo la sensación -al menos, la sensación- de competitividad entre los dos clubes más poderosos ha regresado a la Bundesliga.

“¿Y cuál es la reacción? Pues que el Bayern fichará, como parece, a Mats Hummels. El Borussia tiene la media de espectadores más alta de Europa, jugará la próxima edición de la Champions League y tiene por delante un nuevo proyecto con ilusionantes perspectivas deportivas. Pero ni así ha sido capaz de convencer a su capitán de que continue en Dortmund cuando el Bayern ha querido ficharlo“, escribía Raecke a falta de pocas horas para que se confirmara la operación.

Desde la perspectiva española es difícilmente imaginable cómo funcionan los mecanismos de un torneo absolutamente capitalizado por un único club. El Bayern no cuenta con el contrapeso social, pero sobre todo económico, que Madrid y Barça constituyen el uno para el otro. No, el Bayern es en Alemania lo que en España sería el resultante de fusionar a uno y otro. Siempre fue así, desde que en uno de los giros de guión más trascendentales de la historia del fútbol, el Bayern ascendió de segunda a mediados de los 60 y, de la mano de un esqueleto fundamental (Sepp Maier, Franz Beckenbauer y Gerd Müller), le dio la vuelta a la hegemonía del Múnich 1860, primero en la ciudad y después en toda la República Federal. Dos de ellos, el líbero y el goleador, estuvieron muy cerca de fichar por el 1860 antes de enfundarse la casaca roja. Pero no lo hicieron. Y con su decisión probablemente cambiaron para siempre el paisaje del fútbol teutón.

 

El Bayern es en Alemania lo que en España sería el resultante de fusionar a Barça y Madrid

 

Sin ese contrapeso, el Bayern ha devenido el Rekordmeister, el campeón sin igual, que es como los medios alemanes aluden al club bávaro cuando no quieren repetir su nombre dos veces. Rekordmeister es un sinónimo, casi un epíteto, de la entidad de Múnich. Lo fue durante las últimas cuatro décadas, en las que las diferencias económicas eran grandes, básicamente derivadas de los ingresos por taquillaje. Pero en el último lustro, cuando la brecha entre ricos y modestos se ha abierto como una falla tectónica en pleno terremoto, mucho más. Nunca un equipo había ganado cuatro Bundesligas seguidas, hasta que llegó el Pep y lo logró. Nunca un equipo se proclamó campeón antes de la jornada 30; en 2013, el Bayern cantó el alirón en la 28, con 20 puntos de ventaja sobre el Borussia -al que también le hurtó la Champions, en la final, y la copa alemana, en cuartos-. Y se superó a sí mismo en 2014, cuando se bañó en cerveza en la 27ª fecha, con 21 unidades de ventaja sobre la tropa de Klopp. Como el París Saint-Germain en Francia o la Juventus en Italia, el ultimo cuatrienio de fútbol en Alemania luce el sello de un único club. Pero, a diferencia de parisinos y turineses, el Bayern se ha convertido además en un inquilino habitual de las semifinales de Champions: no se pierde una desde 2011. Su dimensión económica le convierte en un transatlántico del fútbol mundial. Según el ranking de la empresa auditora Deloitte, es la quinta entidad con mayores ingresos, solo superada por Real Madrid, Barça, Manchester United y PSG. “En ningún país, salvo en Francia, la diferencia del presupuesto del club más grande supera en un margen tan amplio al del segundo”, me comentó hace algunas semanas el redactor jefe de la revista alemana 11Freunde, Christoph Biermann.

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La directiva del Bayern siempre se ha mostrado defensora de la regla 50+1, esa que imposibilita la aparición de oligarcas y jeques en el fútbol alemán. Descontadas las excepciones del Wolfsburgo -prolongación deportiva de Volkswagen- y el Bayer Leverkusen -apadrinado por la farmacéutica que le da nombre-, los clubes alemanes son propiedad de sus socios. Una pátina democratizante envidiada en otros lares, causa y consecuencia de la importancia que tienen los aficionados dentro del fútbol germano, desde la política de precios de las entradas hasta el horario de los partidos. Sin embargo, no falta quien, más que un gesto de igualitarismo, en el apoyo de la muy conservadora directiva del Bayern a la ley del 50+1 intuye una medida de calculado interés. Sólo gracias al músculo de sus empresas matrices se explica el alto rendimiento de Wolfsburgo o Bayer. Además, gracias a la aparición de dos mecenas que han logrado esquivar la 50+1, una aldea como Hoffenheim y una ciudad como Leipzig -desaparecida, igual que el resto de la vieja RDA, del primer plano futbolístico- pueden asomarse al mapa de la Bundesliga.

“El futuro del torneo tiene esta pinta: un Bayern multicampeón, que acumula un título tras otro y para el que las 34 jornadas de liga suponen un entrenamiento de cara a la Champions. Y luego partidos como un Hoffenheim-Ingolstadt, que no le interesan a casi nadie. Y cuando el Bayern detecta competencia en algún equipo, la desmonta fichando a sus mejores jugadores. Los necesite o no”, vaticinaba Daniel Raecke. “Pero en algún momento esta competición ficticia dejará de resultar atractiva. Y entonces desde el Bayern no defenderán medidas en aras de la solidaridad. Simplemente sacarán del cajón los planes para una Superliga europea de una vez por todas“.

Nadie habló tan alto de solidaridad como Uli Hoeness, simpatizante del partido conservador bávaro que gobierna el Land más rico de Alemania ininterrumpidamente desde 1957, y que salió recientemente de prisión tras ser condenado por evasión fiscal. El entonces máximo dirigente del Bayern abrió el debate del reparto televisivo en 2013, cuando abominó de las “proporciones españolas”: “Creo que los grandes clubes tenemos que moderarnos un poco, incluso aunque ello nos genere desventajas en el plano de las competiciones internacionales. Barcelona o Real Madrid reciben cada uno más de 100 millones por derechos televisivos. Pero nosotros consideramos importante que la Bundesliga mantenga sus principios de solidaridad. Y estamos dispuestos a hacer nuestra aportación”, proclamó justo después de que el Bayern le enchufara seis goles al Wolfsburgo en las semifinales de copa. Pero añadió algo menos polémico pero tal vez más revelador: “tendremos que compensarlo con los patrocinios”. Es decir: el Bayern PUEDE compensarlo a través de los patrocinios, algo fuera del alcance sus competidores directos, sin jugadores tan atractivos ni una presencia permanente en las últimas fases de la Champions. Algo que valoraba, por ejemplo, Horst Heldt, director general del Schalke 04. “El Bayern es el no va más. Siempre fue así y siempre lo será, aun a pesar de vez en cuando algún otro club pueda ganarle alguna liga. La realidad es que por detrás del Bayern está todo muy igualado”.

El resultado, tres años después, es que efectivamente no hay “proporciones españolas” en Alemania. Ni en el reparto televisivo, ni en el palmarés. No hay asomo del duopolio -que además en España se ha acabado por obra y gracia del ‘Cholo’ Simeone- sino una hegemonía incuestionada del Bayern del muy solidario Uli Hoeness, que en este lapso se ha permitido fichar a la mayor estrella internacional que nunca tuvo la Bundesliga: Pep Guardiola. Un nuevo gesto de poder -también con su derivada mercadotécnica- que permitió que la rueda financiera del Bayern siguiera girando tan rápido que ni siquiera necesitara un reparto televisivo a la española o un jeque a la francesa. Sólo el gran rendimiento del Borussia Dortmund ha permitido que el torneo germano tuviera la campaña pasada un aroma a lucha de dos. Pero el abismo que se abre tras ellos es mareante. Ese es el gran reto al que se enfrenta un campeonato al que muchos apreciamos valores modélicos.

Valores entre los que, desde luego, no se cuenta esa curiosa forma de entender la solidaridad de Herr Hoeness que tanto beneficia al nuevo club de Herr Hummels.


 

Referencias

  • ‘Mats Hummels zum FC Bayern’ (Der Spiegel)
  • ‘Deloitte Football Money League 2016’ (Deloitte)
  • ‘Spänische Verhältnisse’ (RP)
  • ‘Die bessere Bundesliga-Tabelle’ (Die Zeit)