Cuando uno de los mejores regateadores del planeta tiene apenas 19 años y, sin embargo, no se le puede catalogar simplemente como un ‘regateador’, pues éste sólo es un recurso más de su juego, es que su talento es tan grande como un Balón de Oro.
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Desde luego Jadon Sancho no es como los demás. Seguramente lo que mejor describa su particular personalidad es cómo siendo todavía menor de edad decidió abandonar las islas para tratar de explotar allí donde ningún inglés lo hizo antes. No es que se marchase del Manchester City, no es que decidiese no esperar ni siquiera a Pep Guardiola, es que además Jadon Sancho lo hizo aun a costa de desafiar la cultura, tradición e historia del fútbol más conservador de todos los que existen, el inglés.
Doce meses después se comenzó a comprobar que esta decisión no sólo fue buena, sino que encima tenía todo el sentido del mundo. Jadon Sancho no era un gran talento inglés, Jadon Sancho era un gran talento que había nacido en Inglaterra. Tenía la verticalidad y el ritmo del fútbol de la Premier, lo cual le iba a facilitar su adaptación a la liga de las transiciones, la Bundesliga, pero además su juego tenía otros registros mucho más complejos que le iban a permitir explotar allí donde cayese. Fue en Alemania, sí, pero bien pudo ser en España, Italia, Francia o Brasil. El fútbol de Sancho no entiende de fronteras porque no tiene limitación alguna.
Por eso, en esa segunda temporada en el Borussia Dortmund, Jadon Sancho ya registró 12 goles y 14 asistencias en 34 partidos de Bundesliga. Pero lo mejor es que lo hizo jugando el 90% de los minutos a pie natural, es decir, jugando en el perfil que te acerca a la línea de fondo pero te aleja de la portería rival. Y lo hizo, recordemos, con 18 años.
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Lo primero que llama la atención de Jadon Sancho es su capacidad para regatear. Y cuando digo regatear no digo desbordar, no digo marcharse por velocidad. El regate es un reto cara a cara que puede desarrollarse de muchas maneras pero que siempre requiere de una clave obligatoria: el engaño. Y Jadon es de los mejores engañando.
Básicamente porque cuando afronta el duelo ni él mismo sabe qué va a hacer. Él no tiene un único e imparable regate, no es Arjen Robben, sino que pertenece a la estirpe de los regateadores más puros, la más compleja y dañina, la que está en peligro de extinción y de la cual Neymar Junior sigue siendo el mejor ejemplo: la que improvisa y crea sobre la marcha.
Lo suyo es simplemente un don. Lleva la pelota pegada al pie en todo momento y tiene un control absoluto de la situación. Que el rival meta el pie no es un problema, sino una oportunidad para adelantarse, driblar y dejarle atrás.
No tiene un único e imparable regate, no es Robben, sino que pertenece a la estirpe de los regateadores más puros, la más compleja y dañina, la que está en peligro de extinción
Sin embargo, lo más importante de un regate no es cómo lo haces, sino para qué lo haces. Y es ahí donde Jadon Sancho demuestra ser un jugador de otro nivel. A pesar de ser fan de Ronaldinho por su capacidad para “inventar cosas diferentes” y de tener la calidad de un freestyler, Sancho no hace un solo regate de cara a la galería. Si regatea es para dañar. Es para matar. Y realmente lo consigue porque cuando sale del regate lo hace en las mejores condiciones posibles: sin ir forzado, con la pelota pegada al pie y la cabeza levantada para terminar la jugada de la forma más mortífera posible.
Precisamente por esto Jadon Sancho no siempre busca regatear. El regate es un medio, no un fin. Y por tanto hay jugadas que lo requerirán más y otras que menos. Pero él no lo necesita para marcar diferencias. Tiene tanta calidad, es tan inteligente y descifra tan bien el juego a altas velocidades que a menudo, como el otro día ante el Bayer Leverkusen, le basta con un movimiento y un toque de espaldas para dejar a su compañero, en este caso Achraf Hakimi, completamente solo delante del portero.
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Cuando un futbolista tiene recursos individuales e inteligencia para ponerlos a disposición del colectivo su peligro se multiplica. Pero si encima demuestra intuición, determinación y calidad en los metros donde el fútbol separa el grano de la paja, la mentira de la verdad, el jugador cobra otra dimensión.
Y éste es el caso de Jadon Sancho. En esta presente temporada, una en la que al Borussia Dortmund le ha costado encontrarse –y todavía de hecho no lo ha conseguido-, el inglés suma 13 goles y 14 asistencias en 20 partidos de Bundesliga. O 15 goles y 16 asistencias en 26 encuentros si sumamos los de Champions League.
Este aumento en las cifras se debe, principalmente, a que ha pasado a jugar en la banda izquierda en la mayoría de partidos. El perfil diestro le facilitaba mucho la recepción y el posterior regate. Digamos que ‘simplificaba’ su toma de decisiones, que ya de por sí era buena. Pero el salto estaba en el otro costado, donde tendría el campo abierto y la portería en frente. Y así se ha producido sin haber cumplido aun los 20.
Jugando a pie cambiado el abanico de opciones se multiplica, hasta el punto de que a menudo es normal verle pisar el carril central e incluso dejarse caer por la banda derecha. Jadon Sancho, a fin de cuentas, es un talento que requiere –y se ha ganado- la libertad que tienen los grandes. Es un futbolista de máximos que inocula veneno a la jugada cada vez que participa en ella y que, por tanto, está destinado a pelear por ese trono que, en algún momento, quedará libre.
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Menotti suele decir que el fútbol es “tiempo, espacio y engaño”. Jadon Sancho domina estos tres artes con una naturalidad pasmosa y una determinación a prueba de tópicos. Esta noche, por primera vez, se enfrentará cara a cara al otro futbolista de su generación que nació sabiendo.
No sabemos qué les tiene preparado el fútbol a Jadon Sancho y Kylian Mbappé. Si serán compañeros, si serán rivales. Si recogerán el testigo de Messi y Cristiano o su sombra les quitará brillo. Pero lo que está muy claro es que esta noche, a las 21:00 en Dortmund, hay una nueva historia que va a comenzar a escribirse.
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Fotografía de Getty Images.