Además de enseñar a sus alumnos, los buenos profesores aprenden de ellos. Algo así le sucede a Iván Iglesias Corteguera, que a sus 47 años vive rodeado de balones, impartiendo clases de fútbol y empeñado en que todo lo que aprendió como futbolista lo absorban ahora los chavales que ni siquiera habían nacido cuando él ya paladeaba goles inolvidables.
Su historia arranca en Gijón: formó parte de aquella generación de veinteañeros que emigraron muy pronto del Sporting (Luis Enrique, Abelardo, Manjarín, Juanele), en su caso al Barça. “El Barça tenía un derecho preferencial sobre los jugadores del Sporting“, recuerda. “En Gijón se daba por hecho que ficharían a Juanele o a Manjarín, así que cuando recibí la llamada, el primer sorprendido fui yo“, añade.
Desembarcó en el Barça en 1993. El ‘Dream Team‘ ya empezaba a apagarse, pero en aquella caseta había nombres que impresionaban. Iván se instaló en un apartamento cerca del Camp Nou, desde donde veía la zona de entrenamiento. Una mañana, levantó la persiana y vio que sus compañeros ya estaban trabajando con Johan Cruyff. Se había quedado dormido. Se temió lo peor, pero el delegado, Carlos Naval, le hizo la cobertura, asegurando que él se había equivocado a la hora de comunicar el horario del entrenamiento, así que nunca llegó a saber cómo eran las broncas de Cruyff. “Trabajar con él fue un máster continuo“, admite.
En el Barça protagonizó dos ‘momentazos’: firmó el quinto gol del 5-0 ante el Madrid y, tres meses después, el que sirvió para derrotar al Rayo y mantener el pulso con el Dépor en la pelea por aquella Liga
Superado aquel susto, tuvo tiempo para protagonizar dos ‘momentazos’; uno, imborrable, y otro, diluido pero más relevante. Firmó el quinto gol del 5-0 ante el Madrid en enero de 1994 y, tres meses después, el que sirvió para derrotar al Rayo y mantener el pulso con el Dépor en la pelea por aquella Liga con final ‘hitchcockniano’, la del penalti de Djukic. Después, una lesión de rodilla le cortó la progresión: cuando se recuperó, Cruyff ya no estaba en el banquillo. Volvió a Asturias, pero para jugar en el Oviedo porque tuvo la sensación de que allí le valoraban más, y luego pasó fugazmente por el Cartagena e incluso por Estados Unidos, donde solo estuvo de pretemporada. “Tuve una oferta del equipo de Dallas, pero mi mujer estaba embarazada y el 11-S, demasiado reciente, así que decidimos no aceptarla”.
Se sacó la carrera de Magisterio y supo que ahí estaba su vida. En 2004 fundó la escuela de fútbol JIN, las iniciales de Juanele, Iván y Novo, los primeros socios (ahora el puesto de Juanele lo ocupa el preparador físico Nacho López), y ahí continúa, en el barrio gijonés del Natahoyo, con 160 futbolistas. De alumno de Cruyff a ‘profe’ con cientos de anécdotas por explicar.