El camino empezó en Gorliz, a media hora en coche de Bilbao. “En invierno jugábamos en el campo de Plentzia y en verano, en la playa con chancletas, toallas, montoncitos de arena o lo que pillásemos por ahí como porterías”, dice Iker Undabarrena (1995). Fue una infancia feliz, y aún más vista desde los 27 años que cumplió este miércoles. “Son recuerdos felices. No es como ahora, que con la tecnología se ven menos niños jugando al fútbol por la calle. Antes nos juntábamos niños de diferentes edades en el futbito y jugábamos ahí hasta que los padres te llamaban para cenar. Llegabas y te metías al partido: daba igual que fuera contra diez o contra 20″, rememora. También recuerda la llamada del Athletic. Llegó a los diez años. “Llegué a casa, no sé si de clase o de qué, y mis padres me llamaron al salón. Me dije: ‘a ver qué he hecho ahora, a ver si he liado alguna y no me acuerdo’. Pero me dijeron lo del Athletic. Y fue una alegría. Fue una ilusión tremenda. Fue un momento súper feliz”.
Cada mañana, sus amigos le observaban como si regresara de la luna. “En verano jugábamos torneos de estos de Canal+ contra los grandes de España y contra equipos como el Inter, el Manchester United y tal y me preguntaban si nos cambiábamos la camiseta”, recuerda, entre risas. “Ahora lo piensas y, joder, piensas que es una cosa que no es normal para un niño de 12 o 13 años. En ese momento no eres consciente de lo bonito que estás viviendo, porque cuando eres pequeño todo pasa rapidísimo y las categorías y los años van pasando sin que te des cuenta. Hasta que ves que estás a un paso y te dices: ‘hostia, que esto ya es serio, que esto ya no es como en infantiles o alevines’. Y ya no te lo tomas como ‘voy a jugar con mis amigos del fútbol’. Te dices: ‘hostia, que tengo posibilidades de llegar al fútbol profesional”.
Muchos no lograron llegar. Undabarrena sí. Y pronto. El 28 de noviembre del 2012 debutó con el primer equipo, en un encuentro de la Europa League con el Athletic ya eliminado. Fue en Israel, contra el Hapoel Kiryat Shmona (0-2, con goles de Fernando Llorente y Gaizka Toquero). Con apenas 17 años, seis meses y diez días saltó al césped en el minuto 77, en sustitución de Igor Martínez. Marcelo Bielsa le dijo “que jugara tranquilo, que hiciera lo que venía haciendo, que no estuviera nervioso y que disfrutara del momento. Lo típico que le dicen a todos los chavales que van a salir a debutar con el primer equipo”, ríe. Ese día también debutaron Aymeric Laporte (Manchester City), Erik Morán (Ponferradina), Álvaro Peña (Amorebieta) y Jonxa Vidal (El Ejido, Segunda RFEF). La camiseta con el ’33’ la guarda en casa de sus padres. “Cuando tenga mi casa y tal la enmarcaré, la pondré una pared y ahí estará, de recuerdo. Es la camiseta que todos los niños del Athletic quieren tener. Es un recuerdo para toda la vida”.
“El Tondela nunca había pasado de cuartos u octavos de final. Hemos tenido esa pizca de suerte que también hace falta en los sorteos: no nos ha tocado ni Porto, ni Sporting, ni Benfica. Vamos a intentar dar la campanada”
El día siguiente todo Gorliz le preguntaba por la experiencia, todo Gorliz le felicitaba. “En un pueblo pequeño te conoce todo el mundo. Para un chaval de 17 años fue un poco impactante, pero era lo normal. Porque era como la novedad en el pueblo. Pero al día siguiente vuelves al colegio como si fueras una persona normal”, matiza. Solo fueron 13 minutos, pero fueron como 1.000. “Para la gente del norte el sentimiento de pertenencia hacia el Athletic es muy fuerte. Si le dices cualquier chaval: ‘te vas a poner la camiseta del Athletic 30 segundos’ te lo firmará con los ojos cerrados. Jugar un día con la camiseta del Athletic es la ilusión de todo niño de Bilbao. Así que para mí es un orgullo haber jugado esos 13 minutos oficiales con el primer equipo. No los olvidaré nunca. Los guardaré para toda la vida. Y pelearé para que sean más”.
Undabarrena, internacional sub-17 una tarde, ya no volvió a jugar con el primer equipo. “Era difícil porque había mucho nivel. No era fácil tirar la puerta abajo”. “Estaba ahí tocando la puerta. Lo difícil es tirarla abajo”, matiza el centrocampista, que en Lezama sufrió dos graves lesiones que frenaron su carrera en momentos clave. “Hubo momentos puntuales de poder dar el paso, pero por x o por y no se dio. Yo lo intenté. Pero no llegó la oportunidad. La vida sigue”, afirma. Sigue: “Fueron 13 años en Lezama. Llegué como un niño y me fui siendo un hombre. Es como irse de casa de tus padres. Y es difícil, pero en la vida hay que ser valiente y hay que dar pasos adelante. Y decidí salir a buscarme las habichuelas. Son cosas que pasan. No seré ni el primero ni el último en hacerlo”. “Ahí quedó el tema. Ya veremos en el futuro”, suspira.
Dejó atrás Lezama en 2018, tras cinco años en el Bilbao Athletic, cuatro en Segunda B y uno en Segunda (15-16). Después jugó dos cursos en Tenerife y la temporada pasada vistió la camiseta del Sabadell, con el que descendió a Primera RFEF. Esta campaña ha enlazado un segundo descenso, con el Tondela portugués. Han terminado con 28 puntos, a uno del Moreirense y la promoción del permanencia en primera y a dos del Arouca y la salvación directa: “Hemos jugado como para poder salvarnos, pero, al final, el fútbol te pone en tu sitio y no hemos sido merecedores de quedarnos en primera división. Es un palo muy duro”. Los descensos, dice, “son lo peor del fútbol. Ver a los aficionados rotos, a la gente del club y a tus compañeros sufriendo, llorando como si fueran niños pequeños, son cosas que se clavan como cristales en la tripa. Y son cosas que no quieres volver a vivir. Las guardas como recuerdo para luchar para que no se repitan, Es una situación muy fea que no le deseo a nadie. Se hace difícil dormir, sobre todo los dos primeros días. Los pasas dando vueltas a la cabeza, que si esto, que si lo otro, que si podría haber hecho más. Es una locura”. Bajar es desaparecer, es despedirse “de los focos, los patrocinios, la tele”, y abrazar “la incertidumbre de no saber qué va a pasar el año siguiente”, reconoce. En el Tondela comparte ha compartido vida con los también españoles Manu Hernando y Javier Avilés. La primera división lusa de esta temporada ha contado con 17 españoles, solo por detrás de los 112 brasileños según Transfermarkt, y Undabarrena ha sido uno de los que han jugado más: 28 partidos de 34, todos como titular. “He tenido la suerte de poder jugar y de tener continuidad, que es lo que buscaba después de las dos lesiones, pero también es cierto que cuanto más juegas más culpable te sientes del descenso”, lamenta el centrocampista de Gorliz.
El Tondela no ha podido mantener la categoría, pero ha dado la sorpresa en la Taça de Portugal, la copa: ha llegado a la final y ahora se medirá al Porto, este domingo (18:15). “Ha sido un poco sorpresa, porque creo que el club nunca había pasado de cuartos u octavos de final, y es verdad que hemos tenido esa pizca de suerte que también hace falta en los sorteos porque no nos ha tocado ni Porto, ni Sporting, ni Benfica. Vamos a intentar dar la campanada”, anticipa. El Tondela ha superado al Estoril de primera y al Rio Ave y el Mafra de segunda, mientras que el Porto ha llegado a la final tras vencer, en semifinales, al Sporting de Portugal de Pablo Sarabia, Pedro Porro y Antonio Adán, con gol del murciano Toni Martínez en el encuentro de vuelta. “El favoritismo lo tienen ellos. La presión de ganar la tienen ellos”, repite. El Tondela tiene la ilusión. “A un partido, y más en una final, nunca se sabe qué puede pasar. Tenemos armas para hacer un partido incómodo, sabemos donde podemos hacer daño. Intentaremos hacerles frente con nuestras fortalezas. Creo que solo han perdido un partido en Portugal en un año y medio. Así que sabemos que es difícil, pero no imposible”, destaca.
Undabarrena tiene un año más de contrato y desconoce qué va a pasar en verano, pero recalca que “de momento estoy centrado en el partido del domingo, en ganar”. Su sueño sigue siendo jugar en la Liga. “Dicen que la mejor época de los futbolistas es entre los 28 y los 30. Acabo de llegar a esa franja, así que a ver si es verdad y puedo dar ese paso adelante para conseguir el que es el objetivo de todos”, sonríe. E insiste: “Siempre ha sido mi objetivo: jugar en Primera División”. Reitera que aún es joven. Afirma que “aquí”, en el fútbol, “los días pasan muy rápido”, pero reitera que aún es joven. “Mis padres han hecho kilómetros y kilómetros para que pudiera jugar al fútbol. E intento dar un pellizquito de esfuerzo de más por ellos”, acentúa. Este domingo harán unos cuantos kilómetros más para estar en la grada, para ver la final de la Taça de Portugal en primera persona. “Es una experiencia que no todo futbolista puede vivir. Quién sabe si es la única que voy a jugar”, asiente. Quiere la copa.
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Fotografías cedidas por el CD Tondela.