La hemeroteca, siempre a buen recaudo en BDFútbol, relata que por el Valencia, tercero, justo por detrás del Madrid y el Barcelona, jugaron José Manuel Sempere; Quique Sánchez Flores, Fernando Giner (Carlos Arroyo), Paco Camarasa, Voro; Fernando Gómez, Leonardo Nascimento de Araújo, Robert Fernández, Tomás González; ‘Lubo’ Penev y Eloy Olaya (Rommel Fernández). En el Albacete, Benito Floro, padre del Queso Mecánico, alineó a Luis Gabelo Conejo; Delfí Geli, Coco, Sócrates Parri (Juan José Juárez), Manel Menéndez; José Luis Zalazar, Catali, Juan Antonio Chesa, Julio Soler, Manolo Salvador (Antonio López); y Daniel Toribio Aquino. Catali, meses después de gritar ¡Europa, prepárate!, avanzó al Albacete, que sumaba once partidos sin caer y andaba quinto, justo por detrás del Real Zaragoza, justo por delante del Atlético, el Sporting, el Sevilla, el Real Burgos y la Real Sociedad, que cerraba el top10. Pero Quique restableció el empate en el minuto 35, con el 1-1 definitivo, aunque lo más recordado de ese duelo, que reunió 37.000 almas en el Lluís Casanova, hoy Mestalla, y que correspondía a la 21ª fecha, y lo más recordado de ese domingo 9 de febrero de 1992 poco, o nada, tiene que ver con lo futbolístico.
Porque el holandés Guus Hiddink, profesor del Valencia, “logró algo que ni la Ley del Deporte ni las denuncias de la policía o los espectadores habían conseguido: la retirada de una pancarta con simbología nazi, una de las muchas que la actual norma deportiva define como incitadoras a la violencia”, remarcaba Vicente Bau en El País del 13 de febrero. “Hiddink se convierte así en el primer personaje público del deporte español que actúa contra los símbolos fascistas en los campos”, decía Bau.
En el calentamiento, Hiddink vio, a su izquierda, una bandera con una esvástica colgada de la valla protectora en una zona ocupada por una peña albaceteña, según Bau. Sorprendido y, sobre todo, enfadado, indignado, habló con un trabajador del club para que retiraran la bandera, como condición imprescindible para jugar el encuentro. “Hiddink exigió que si no se retiraba el símbolo, como así sucedió de forma inmediata, no iba a permitir que se diera inicio al encuentro”, recordaba Vicent Chilet en Levante-El Mercantil Valenciano en 2014, rememorando una “acción pionera e inédita”. “Antes del partido he visto un bandera de los nazis. Me ha molestado y he pedido a un hombre del campo que la saquen”, manifestó el neerlandés ante los micrófonos de Canal 9 después del duelo. Cuando los jugadores volvieron al césped, la esvástica había desaparecido.
En el calentamiento, Hiddink vio, a su izquierda, una bandera con una esvástica colgada de la valla protectora. Sorprendido y, sobre todo, indignado, habló con un trabajador para que retiraran la bandera
En unas declaraciones recogidas por El País, Hiddink, hijo de la resistencia holandesa contra el nazismo, hijo de una ciudad fronteriza con Alemania que fue crudo campo de batalla en la Segunda Guerra Mundial (Arnhem), también dijo que “cuando veo estas cosas no me puedo callar. Veo estas cosas, como el banderín del domingo, y siento algo especial. No participé en la guerra, pero rechazo todo aquello”. “Cada hombre tiene que pensar en todo esto y adoptar una actitud. Es malo permanecer pasivos. Actualmente son grupos pequeños, y no creo que pase nada. Pero quiero tomar partido y lo rechazo”, indicó el técnico ché, preguntado sobre el resurgimiento del neonazismo.
De hecho, unas semanas antes, esa misma 91-92, Hiddink ya había logrado suspender la emisión de unos vídeos previos a los partidos en Mestalla que fundían imágenes de Rambo y la guerra del Vietnam, según contaba Bau en El País. “Es cierto que pedí que retiraran un vídeo sobre Vietnam de los marcadores electrónicos. Eran imágenes de napalm, de lucha, de guerra. Y solicité que no volvieran a salir. Respecto a las banderas, yo sé que lo hacen sin mala intención, pero no me puedo estar quieto”, añadía el entrenador valencianista. También destacaba que “yo estoy seguro de que los chicos no saben lo que representa para mucha gente ver un banderín con estos símbolos”.
Por su gesto, Hiddink recibió infinitas felicitaciones, del país y del extranjero, aunque según él mismo reivindicó: “no he buscado publicidad. Solo he pedido quitar esta bandera. Nada más”. El Levante-El Mercantil Valenciano del 14 de febrero recogía dos felicitaciones de Esquerra Unida enviadas por telegrama a la sede del Valencia y a la atención del entrenador y unas declaraciones de Bernardo Bayona, senador del PSOE y ponente de la Ley del Deporte. “Dijo que el técnico estaba en su derecho. ‘Ya está en vigor la ley que prohiben la exhibición de cualquier signo que pueda incitar a la violencia’, dijo Bayona, aunque matizó que un entrenador no le parecía la persona ‘más adecuada’ para hacerla cumplir”, narraba el periódico. Como esta, otras reacciones de las que despertó el gesto de Hiddink ilustran la situación de España en los 90: “La decisión ha sido aplaudida por la gente del mundo del fútbol. Incluso algunos clubes se han planteado esta semana impedir la presencia de este tipo de símbolos en los estadios”, decía un resumen de la televisión. Y todavía más: antes de que Hiddink confirmara los hechos en rueda de prensa, el presidente del Valencia, Arturo Tuzón, afirmó ante los medios, según recogió El País, “es imposible. ¿Cómo puede estar pendiente el preparador de lo que sucede en las gradas? Su trabajo está sobre el césped. Me parece una tontería”.
“Hiddink se convierte así en el primer personaje público del deporte español que actúa contra los símbolos fascistas en los campos”, dijo El País
De hecho, el propio Hiddink reconoció en un reportaje de Los Otros de Movistar+ que “el consejo [de administración], un día o dos días después, me dijeron ‘eh, no te metas en estos asuntos. Tú al fútbol, res més [nada más]‘. “No, no, no, estás equivocado, señor presidente, o quien seas. Yo me meto en los asuntos que nos tenemos que meter todos, creo”, añadía Hiddink. En el reportaje, el técnico holandés, también ex del Real Madrid y el Betis, explicaba que, en los años 1943 y 1944, su padre prestó ayuda y refugio a pilotos aliados derribados por los nazis y a familias judías, en el contexto de una guerra que dejó una fuerte huella en los que vivían en Arnhem, donde Hiddink nació en 1946.
Hiddink dejó un grato recuerdo en Valencia, con dos cuartos puestos seguidos (91-92 y 92-93) antes del desastre de Karlsruhe, y con su gesto abrió un camino en el que aún quedan muchísimos quilómetros por recorrer. El 29 de noviembre de 2002, una década más tarde, unos meses después de guiar la selección de Corea del Sur a cuartos de final del Mundial, Guus Hiddink fue distinguido con un premio de la Fundación Ernest Lluch “por su defensa del civismo en el fútbol”, según se puede leer en la web del ente. Al recoger el premio, afirmó: “Mucha gente, en mi pasado, me dijo que solo me metiera con el rendimiento del equipo, que no me preocupara de los problemas de la sociedad. Nunca he seguido estas órdenes o consejos, porque cada uno tiene sentimientos y la obligación de que todos estemos en un mundo de paz”.
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Fotografía de portada: Imago.