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Harry Kane: la meritocracia no existe

El delantero del Tottenham, máximo goleador de la selección inglesa, cumplirá 30 años sin haber ganado ningún título. ¿Importan tanto los fríos números en el fútbol?

LONDON, ENGLAND - MARCH 08: LONDON, ENGLAND - MARCH 08: Harry Kane of Tottenham Hotspur looks on from the ground after missing a chance to score during the UEFA Champions League round of 16 leg two match between Tottenham Hotspur and AC Milan at Tottenham Hotspur Stadium on March 08, 2023 in London, England. (Photo by Clive Rose/Getty Images)

Los goles de Harry Kane son nuestros estudios. A él le dijeron que ganaría a títulos; a nosotros, que ganaríamos dinero. Lo aprobamos todo en el colegio. Sacamos buena nota en selectividad. Intentamos atinar con la carrera. Estudiamos inglés, claro. Incluso nos interesamos por el alemán. O por alguna lengua exótica. El chino, que tenía salida. Nos preocupábamos más por el futuro que por el presente. Por eso estudiábamos másters. Por eso hacíamos prácticas sin cobrar. Por eso después apenas notamos la diferencia cuando cobramos poco. Nos dijeron que, en unos años, todo volvería. Que era una inversión. Bueno, pues a los 30 años, los millennials ya lo podemos decir: lo hemos cobrado todo en pegatinas o en vales que nunca podremos canjear o en criptomonedas. Para resumirlo: nos han timado. La meritocracia no existe. Nada depende solo de un individuo. Ni en la vida, donde importan las circunstancias, la sociedad o la familia. Ni en el fútbol, donde pesa la suerte, la liga y el equipo.

Harry Kane llegará a los 30 años sin títulos, que es como para nosotros llegar sin trabajo fijo y sin piso. El Tottenham ya ha caído eliminado en las dos copas, tropezó recientemente en Champions y está muy lejos del líder de la Premier League. Pasará otro año en el que solo podrá presumir de subcampeonatos. Ha perdido una final de Champions, otra de Eurocopa, dos de Copa de la Liga y también fue segundo en Premier. Da igual que se lo haya currado. Que haya marcado casi 400 goles. Que se haya convertido en el máximo goleador de la selección inglesa. Que, junto a Rooney y Shearer, sea el único que haya marcado 200 goles en la Premier. Kane ha hecho todo lo posible por engordar su currículum. Pero, aunque domine Office o tenga carnet de camión, le falta lo más importante, que por desgracia es lo que no solo depende de él.

Corre el riesgo de convertirse en un jugadorazo sin títulos. Corre el riesgo el fútbol, no él. Llevamos un rato hablando de números, tan fríos que cortan. El fútbol, al menos todavía, no es cosa de algoritmos ni de Chat GPT. Las cifras, a veces, conviene dejarlas tiradas. Cualquiera puede cambiar estadísticas en Wikipedia, pero nadie puede sacar de la cabeza un gol celebrado. El fútbol, por más que nos empeñemos en encerrarlo, no siempre puede cuantificarse. Todavía pertenece al mundo de las emociones. En tiempos de obsesión táctica y fascinación por la estadística, es peligroso pensar que lo explican todo. No se pueden ignorar las intuiciones. A lo subjetivo. El fútbol no es el ‘Para ti’ de Twitter: tú todavía eliges lo que te emociona.

 

Es un asesino, claro, como todos los goleadores, pero este ejecuta con silenciador, guantes de látex, lo limpia todo y le envía una carta de condolencias a la familia

 

Harry Kane juega como si no le importara ganar títulos. Pasa de tatuajes, tiene pinta de decirle al peluquero “lo de siempre” y le sale un poco de chepa al correr. En la mochila lleva goles, como el bolsillo mágico de Doraemon. Lo mejor que se puede decir de su expresión ya lo dijo Rafa Cabeleira: tiene un aire insuficiente a Ryan Gosling. En el área es un tiburón vegetariano, un delantero elegante en la trinchera del gol. Parece que haga la lista de la compra con una pluma Mont Blanc. Tiene pinta de ir a una cafetería de esas que en las que duermen gatos. Es un asesino, claro, como todos los goleadores, pero este ejecuta con silenciador, guantes de látex, lo limpia todo y le envía una carta de condolencias a la familia. Hay delanteros más feos que un gentilicio, que suelen ser los mejores; delanteros guapos, como Giroud; delanteros que se peinan con Nenuco, véase Morata; y hasta delanteros que no aceptan ni en el túnel del terror. Harry Kane no es ninguno de ellos, seguramente porque sea todos los delanteros posibles: el que marca, el que la baja, el que presiona, el que asiste. Para hablar del pie de Kane bastaría con decir que lanza los córners. El problema es que no pueda también rematarlos.

Kane es ese amigo que lo intenta pero no acaban de salirle bien las cosas. Él seguirá. Hasta podría marcharse del Tottenham, ya que termina contrato en 2024. En julio llega a los 30, cuando se desvela el truco de la meritocracia. Perder es lo normal también en la vida, aunque durante años nos hayan dicho que todo dependía de nosotros. Si el mundo fuera justo, Harry Kane habría ganado muchos títulos. Es verdad que ni el fútbol ni la vida le deben nada a nadie. Lo que tampoco es que justo es que, después de currárselo, encima se lo quite.

 


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Fotografía de Getty Images.