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Griezmann a las cinco de la madrugada

No tiene regates memorables, no es la clase de jugador que recibe un balón en la banda y enciende la grada: su talento te vence en silencio, como el veneno

Griezmann
Atletico Madrid's French forward #07 Antoine Griezmann celebrtaes scoring his team's second goal during the Spanish league football match between Club Atletico de Madrid and Villarreal CF at the Civitas Metropolitano stadium in Madrid on November 12, 2023. (Photo by Thomas COEX / AFP) (Photo by THOMAS COEX/AFP via Getty Images)

No sabría decir cuándo ni dónde leí por primera vez el nombre de Griezmann, pero sí que recuerdo lo que sentí. Debí encontrármelo en alguna alineación de la Real Sociedad durante la temporada de su debut, en Segunda. Reaccioné como reacciono siempre que tropiezo con un nombre largo y extraño que no he escuchado antes: mal. Un futbolista con un apellido inusual, de primeras, me echa para atrás: debes aprender a pronunciarlo y luego averiguar si es bueno, lo que equivale a demasiado trabajo para ser fin de semana. Nadie puede elegir el suyo, pero un nombre es una de esas sutilezas que marcan vidas. Al crítico cinematográfico uruguayo Homero Alsina Thevenet le preguntaron en una ocasión por qué le habían puesto Homero. “No lo sé, mis padres se habrán querido hacer los intelectuales”, respondió. Con Griezmann, sin embargo, ocurre que lleva tanto tiempo entre nosotros que su nombre ha dejado de tener aristas, como esas monedas que con los años pierden el dibujo de tanto tocarlas. Hoy dices “Griezmann” y suena como “mesa”, “silla”, “casa”. Mérito suyo, que no desaparece de nuestras conversaciones desde hace siglos. Su fútbol —sencillo, limpio, rotundo— le ha asegurado una plaza fija en la cabeza de los aficionados. No tiene regates memorables, no es la clase de jugador que recibe un balón y enciende la grada: su talento te vence en silencio, como el veneno, se esparce lentamente por todas partes hasta pararte el pulso. Un delantero complejo construido sobre gestos simples. Y al que no le han faltado detractores cada vez que se ha salido del carril. A Griezmann se le odia a gritos y se le elogia con la mano tapando la boca, como cuando le dices la contraseña de la tarjeta a tu pareja para que pague la cuenta pero no quieres que se entere el resto del restaurante. Es difícil explicarnos por qué lo tratamos así. Puede ser miedo, envidia. Quizá, directamente, es la costumbre. Porque Griezmann, a estas alturas, tras una carrera colmada de éxitos y críticas, ya es ese amigo que sabes que siempre se acostará después de ti. En una misma noche puede perder a su madre, estampar el coche, matar a un oso y beberse medio garito, que a las cinco de la madrugada seguirá fresco como una rosa, preparado para que aún suceda lo mejor y lo peor del día.

 


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Fotografía de Getty Images.