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Finidi, guepardo con sombrero

Para recordar una de las figuras más carismáticas del fútbol español, reculamos hasta el #Panenka22, en la que publicamos este texto sobre Finidi

Nunca supimos muy bien si era George Finidi o Finidi George, pero el orden de los factores no alteraba el producto. Era un felino disfrazado de futbolista, una gacela de piernas interminables que corría los 100 metros en 11 segundos y que parecía haber nacido para esprintar pegado a un balón, superando rivales con la agilidad de un guepardo. O en palabras de Manuel Melado, el mítico ‘speaker’ del Betis, una ‘sombra juguetona’. Fue parte de la legendaria generación de jugadores nigerianos de mediados de los noventa (Okocha, Yekini, Amokachi, Kanu…) empeñados en proyectar su país al mundo a través de un balón. Al bueno de Finidi el fútbol le venía de familia (tenía dos hermanos jugadores, Celestine e Iginaware, que falleció en una avalancha en un estadio nigeriano) y el éxito le llegó pronto, porque a los 24 años fue campeón de Europa con el Ajax. Un año después, en 1996, aterrizó en Sevilla a cambio de mil millones de pesetas. Tardó en hacerse entender (sus problemas con el idioma dieron para más de un chiste), pero no en ganarse el corazón del beticismo.

 

Nunca supimos muy bien si era George Finidi o Finidi George, pero el orden de los factores no alteraba el producto

 

Fueron años felices, resumidos en una foto, la de Finidi sonriendo como un crío, portando orgulloso un sombrero cordobés que un tal Gabino Barilla, de viejo pedigrí verdiblanco, le lanzaba desde el fondo norte cada vez que gritaba gol. La imagen torera de Finidi acababa eclipsando incluso al gol en sí. Era época de ‘loperismo’ puro y Finidi no se escapó de las ideas de bombero de Lopera, que a punto estuvo de colarle un golazo: si jugaba dos partidos seguidos con su selección (en plena Copa de África), no cobraba los derechos de imagen, que era lo más jugoso de su contrato. Finidi acabó más de un entrenamiento llorando de la impotencia y cuando dejó el club rumbo a Mallorca, Lopera presumió de que no lo echaría de menos porque había un jovenzuelo que pedía paso regateando a todo lo que se le ponía por delante, un tal Joaquín. Mundialista en 1994 y 1998, dicen que a Finidi nunca le gustó demasiado ver fútbol, solo jugar.

Por eso, ya retirado, fichó por la secretaría técnica del Betis como ojeador internacional y el experimento salió más bien rana. Luego el balón le regaló otra oportunidad, como entrenador del cadete del Mallorca. Gracias a ‘Youtube’, sus nuevos pupilos pudieron comprobar cómo se las gastaba su jefe en los buenos tiempos…