El debate sobre el calendario parece reciente, pero España ya vivió una pequeña etapa de crisis en torno a esta movida. Es verdad, eran tiempos en el que se creaban algunas competiciones nuevas que se iban con el mismo ritmo con el que se implantaban, pero el fútbol español empezó entonces a vivir discusiones parecidas a las actuales, aunque con actores y motivaciones diferentes. En los años 80, uno de estos torneos fue la Copa de la Liga. Imitando el modelo inglés, el pretexto de su creación parecía el de alargar el curso y justificar el pago de los jugadores, que cobraban hasta junio, aunque la temporada acabara en mayo. Aunque el argumento principal parece que fue el de siempre: ganar más dinero. Algunos presidentes, encabezados por el barcelonista Núñez, buscaban aumentar ingresos con un nuevo torneo eliminatorio que enganchara a las nuevas generaciones. Os suena la cantinela, ¿a que sí?
Fue en 1983 cuando todo echó a rodar. El invento duraría bien poco, por tratarse de un formato que aumentó la carga de partidos, antes de que el trabajo físico, menos riguroso entonces, facilitara a los jugadores acabar la temporada con más de 70 partidos en las piernas. Un rotundo fracaso, sí, pero los recuerdos no se pierden de manera tan sencilla. La Copa de la Liga fue y dejó su impronta. Y mientras que hay grandes salas de trofeos, llenas de luz y de prestigio, en las que la Copa de la Liga luce poco, en Valladolid ese vetusto trofeo desaparecido ya del calendario es motivo de orgullo para toda la ciudad.
“Mientras que hay grandes salas de trofeos, llenas de luz y de prestigio, en las que la Copa de la Liga luce poco, en Valladolid ese vetusto trofeo desaparecido ya del calendario es motivo de orgullo para toda la ciudad”
Sólo tres equipos de Primera División lograron hacerse con el torneo en su escaso tiempo de vida. Mientras que el Barcelona abrió y cerró la competición aumentando su palmarés en 1983 (inicio) y 1986 (final), los dos restantes cayeron en la meseta: el Real Madrid, ganando en 1985, y el Real Valladolid, haciendo lo propio en 1984. Presentándose en ese brevísimo pero lustroso podio histórico, el equipo vallisoletano liderado por Fernando Redondo aún aguanta dignamente la mirada a merengues y culés.
La Copa de la Liga se ha convertido para el Real Valladolid en una de esas relaciones que mantenemos poco tiempo, pero que nos dejan marcados lugares en el corazón. De esos por los que pasamos un día cualquiera y nos transportan sin quererlo a esa vieja compañía, al viejo recuerdo de tiempos felices que se fueron. En el viaje a través de los recuerdos, el Pucela visita la felicidad gracias a esa antigua Copa de la Liga. Momentos de brillo, de prestigio y de nombres importantes para el club. Días de felicidad, entre la nostalgia y el orgullo.
El pasado mes de junio la Copa de la Liga cosechada por el Real Valladolid cumplió 40 años. Tras despejar el arduo camino ante Sevilla y Betis, los hombres de Redondo lograban llevarse el trofeo ganando al Atlético de Madrid. Fenoy, Richard, García Navajas, Gail, Jesús López, Jorge Alonso, Moré, Eusebio, Aracil, Da Silva y el ‘Pato’ Yáñez formaron en la vuelta de la final ante el equipo entrenado por Luis Aragonés. Con Landáburu, Arteche o Hugo Sánchez frente a los pucelanos, los colchoneros vieron cómo los adversarios ponían la prórroga de su parte tras un empate a nada en los dos partidos jugados en la final.
“La Copa de la Liga de 1984 nos hace sentir seguros cuando, en medio de una discusión, algún osado con ganas de ofender deja caer que el Real Valladolid nunca ganó nada”
La llave la iban a tener Fortes y Minguela, que salieron desde el banquillo para cerrar una final en la que Votava, centrocampista colchonero, tuvo la mala suerte de marcar en su propia portería y abrir camino para el Valladolid. Muchos de los héroes de esos días de verano tuvieron la fortuna de vivir, como no lo hicieran en su día, una celebración en toda regla 40 años después, al amparo del mismo club, que juega con los mismos colores blanco y violeta y con el escudo de siempre en la camiseta. En el césped del José Zorrilla, un estadio acostumbrado en los últimos años a vibrar por el regate al descenso o por la vuelta a la primera categoría, se aplaudió a la plantilla más prestigiosa de la historia del club.
Tras una 23-24 coronada con el ascenso, pero marcada por la dureza de un año larguísimo lleno de claroscuros, el Real Valladolid necesitaba conectar con aquellos que un día ganaron con la camiseta blanquivioleta. Aunque la travesía fue dura, el espíritu de 1984 logró calmar las aguas de un equipo que volvió a la Liga y que ya trata de llevar el mismo gen competitivo a las piernas de sus jugadores. Con el alivio de quien siente el deber cumplido, tocaba acordarse del cumpleaños de esa vieja Copa de la Liga. La que todos los pucelanos han sacado alguna vez en medio de una afrenta. Esa que nos hace sentir seguros cuando, en medio de una discusión, algún osado con ganas de ofender deja caer que el Real Valladolid nunca ganó nada.
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Fotografía del Real Valadolid.