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El memorable ascenso de la Unión Deportiva Salamanca en Albacete

El conjunto de Juanma Lillo vivió en 1995 uno de sus partidos más icónicos en el Carlos Belmonte frente al 'Queso Mecánico' de Benito Floro

Ganar sabe mejor cuando es inesperado, cuando todo apunta hacia una dirección y una ráfaga de viento cambia de repente el sentido de la veleta. Un golpe de suerte es más fuerte si te pilla desprevenido y cinco euros tienen más valor si te los encuentras en una chaqueta que hacía tiempo que no te ponías. El factor sorpresa siempre endulza una victoria. Algo así vivieron los aficionados de la Unión Deportiva Salamanca un 27 de junio de 1995 en Albacete, cuando el conjunto charro remontó la eliminatoria del play-off de ascenso a Primera División frente al ‘Queso Mecánico’ de Benito Floro.

Para comprender la magnitud de este logro habría que remontarse a dos años antes, cuando en la temporada 1992/93, con la Unión en Segunda B y en una situación muy delicada, el club apostó por un joven y desconocido Juanma Lillo para hacerse con las riendas del equipo. Su llegada supuso un soplo de aire fresco y una revolución en la forma de jugar. Su inexperiencia generaba dudas incluso en los propios jugadores – algunos mayores que él a sus 26 años –, pero pronto se disiparon. “Éramos un poco escépticos, porque llegabas por la tarde y a lo mejor te tenía una hora sentado en el campo hablándote de fútbol. Todos entendimos lo que era vivir en zona”, confesó el exfutbolista Ángel Medina. En su primera temporada se quedó a las puertas de subir a Segunda División, sin embargo, fue en la siguiente cuando se logró ese objetivo. De vuelta en la categoría de plata, el Salamanca alcanzó la cuarta posición y se clasificó para la promoción de ascenso. En aquel equipo destacaban algunos jugadores como Barbará, Díaz, Vellisca, Quico, Torrecilla, Sito, Quiroga o Balta.

ALBACETE-SALAMANCA

El partido de ida en el Estadio Helmántico fue una desilusión para los salmantinos, un jarro de agua fría. El Albacete ganó 0-2 con un golazo de Nenad Bjelica y otro tanto de Zalazar aprovechando un resbalón de Olabe. La impotencia del guardameta local tras su fallo resumía perfectamente el sentimiento en aquel instante de toda una afición. El cancerbero reconoció estar “muerto” después del partido, pero Lillo tenía una respuesta para todo: “Avísame, porque tenemos partido la semana que viene y los muertos, los pobres, no pueden jugar al fútbol”.

 

El club apostó por un joven y desconocido Juanma Lillo. Su llegada supuso un soplo de aire fresco y una revolución en la forma de jugar. Su inexperiencia generaba dudas incluso en los propios jugadores. Algunos eran mayores que él, que tenía 26 años

 

La Unión Deportiva Salamanca llegó entonces al Carlos Belmonte con el peligro del que ya no tiene nada que perder. Eran pocos los que creían de verdad en una posible remontada, pero los argumentos de la mayoría comenzaron a tambalearse cuando Torrecilla anotó el primer gol a cinco minutos del descanso. Tras un terrible enfado de Floro en el vestuario, el Albacete salió mucho mejor en la segunda mitad e incluso tuvo alguna ocasión para igualar de nuevo el partido, pero Olabe, por suerte, había conseguido resucitar y desbarató cualquier oportunidad de marcar del conjunto albaceteño.

Ya con el tiempo cumplido, Manolo, jugador del Albacete, hizo una entrada fuera de lugar en el centro del campo y se marchó expulsado, celebrando un triunfo que era ya casi oficial. Con el revuelo de aquella falta pasaron un par de minutos y el colegiado Brito Arceo permitió sacarla. Era la última jugada y el Salamanca tenía que meter como fuera el balón en el área. El centro de Sito cayó a la altura del punto de penalti, Molina salió confiado para atrapar la pelota, pero midió mal y Urzaiz se adelantó para anotar el segundo y llevar el partido a la prórroga.

UN FINAL ESCRITO

Parecía como si aquello estuviera predestinado, en el ambiente se respiraba épica y los aficionados eran totalmente conscientes de que lo que estaban viendo era uno de los grandes momentos de la historia de su equipo. La gesta tenía que completarse y el Salamanca no dio opción alguna al Albacete. En la segunda parte del tiempo extra, Urzaiz, de nuevo, puso el tercero y Díaz aumentó aún más la ventaja. Finalmente, Vellisca se anticipó a Molina, condujo a placer hasta el área pequeña, levantó los brazos en señal de victoria y empujó el balón al fondo de la red para redondear así una noche mágica y dar por comenzada la fiesta en Salamanca.

 

Urzaiz puso el tercero y Díaz aumentó aún más la ventaja. Finalmente, Vellisca se anticipó a Molina, condujo a placer hasta el área pequeña, levantó los brazos en señal de victoria y empujó el balón al fondo de la red para redondear así una noche mágica y dar por comenzada la fiesta en Salamanca

 

A pesar de la derrota, el final de la etapa en Primera División del ‘Queso Mecánico’ se prolongó una temporada más. Sevilla y Celta fueron descendidos administrativamente a Segunda B por no presentar sus avales y Albacete y Real Valladolid ocuparon sus plazas. No obstante, tras muchas quejas se optó por mantener también a los que habían sido descendidos y la 1995/96 fue una liga con 22 equipos.

La Unión Deportiva Salamanca no logró salvar después la categoría, pero aquel ascenso no cae en el olvido. Las lágrimas de alegría durante y después del partido, los cinco gritos de cada gol, la Plaza Mayor abarrotada para recibir a los héroes de un ascenso improbable, todo ello sigue presente en cada hincha que estuvo allí y se presenta en forma de vellos de punta cada vez que lo recuerdan. Fue uno de esos momentos que uno busca vivir toda una vida, pero que es muy probable que nunca llegue, y menos de esta forma. También hay veces en las que, como dijo Julio Cortázar, “encontraremos lo que estamos buscando. O quizás no. Quizás encontremos algo mucho mejor”. Quién se iba a imaginar que algo mucho mejor estaba en Albacete, después de todo lo vivido.

 


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