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Demasiado lujo

En esos tiempos se paseaban sin pena ni gloria por la Ligue 1, pero aquello no les impidió que, en 2007, su segunda equipación fuera de Louis Vuitton

Hay lugares que parecen enormes solo con mencionarlos. París. Qué bestialidad. Nunca he estado ahí -si es que Disneyland no cuenta-, pero solo con escuchar su nombre, madre mía, se me hace gigantesco. París. Vaya lujo. Es tan increíble que hasta puede permitirse tener más de un apodo. Lo de la ciudad del amor no basta. Dame más. De la luz. También, por qué no. De la moda. Toma ya. Hat-trick. París. Si es que hasta suena bonito. Paguí.

París es como aquella clásica persona que todos tenemos a nuestro alrededor y a la que todo le sale siempre bien. Se compra una chaqueta, le queda de coña. Consigue un trabajo, es el de sus sueños. Adopta un perro, y nunca mea dentro de casa. Pero si algo le sale mal, tampoco te enteras. Se arruina, sigue siendo feliz. Sufre, saca una sonrisa. Le deja la pareja, le encanta estar soltero.

Algunas ciudades desprenden ese aroma. Y sus clubes de fútbol quieren aprovecharse de ello. En algunas ocasiones lo consiguen. Otras veces, no. Como el PSG. Sí, como el PSG. Porque hasta cuando era del montón, el PSG parecía un equipo grande, pero no lo era. Luchaba por evitar el descenso y el encargado de marcar los goles era Pauleta. Un tremendo anotador con el ‘9’ a la espalda, aunque de nada sirvió para levantar títulos. Se pasaba dos décadas sin rascar ni una sola liga y por el Parque de los Príncipes desfilaban Ronaldinho, Pochettino, Okocha, Makélélé o Marcelo Gallardo. Estrellas por aquí y estrellas por allá; aunque acabaran huyendo de ahí en busca de éxitos.

 

Ellos tenían que ir de Louis Vuitton, que es lo más. Daba igual quedar 15º en liga; o que el Lyon les arrebatara el Tropheé des Champions; o que el Benfica les echara de la UEFA en dieciseisavos. Total, su camiseta molaba más que la de los demás

 

Era un equipo que a mediados de los 2000 se paseaba sin pena ni gloria por la Ligue 1 y llegó a vestir, en la temporada 2006-07, una equipación con toques de Louis Vuitton. Podría ser de Dior, de Chanel, de Pierre Cardin, de Cartier, de Hermès, de cualquiera de todas las exuberantes marcas de las que puede presumir París. Pero no. Ninguna de esas es la más lujosa. Ellos tenían que ir de Louis Vuitton, que es lo más. Daba igual quedar 15º en liga; o que el Lyon les arrebatara el Tropheé des Champions -la supercopa francesa-; o que el Benfica les echara de la UEFA en dieciseisavos. Total, su camiseta molaba más que la de los demás.

Y vestir de lujo, en el caso del PSG, fue el paso previo a llevar una vida de lujo. Poco después llegarían el jeque Al-Khelaifi y su dinero. También Ibrahimovic, Cavani, Mbappé o Neymar. Lujo, mucho lujo. Toneladas de lujo. Lujo que, según la definición de la diseñadora Coco Chanel, “es la necesidad que nace cuando acaba la necesidad”. La necesidad de que el fútbol se sumara al amor, a la luz y a la moda. El deseo de que el PSG vistiera como lo hace París.

 


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Fotografía de Imago.


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