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Dejan Stankovic, por encima del bien y el mal

Jugó tres Mundiales con tres selecciones distintas, rechazó dos veces a la Juventus y ‘sólo’ supo marcar goles de larga distancia. Si un futbolista no existe sin contexto, el serbio los ignoraba

Si Manuel Neuer aprendió a no pasarse de listo -o a medir mejor los riesgos- fue gracias a tipos como Dejan Stanković. Hay que tener mucha confianza para volar como Superman fuera del área con el objetivo de cortar un balón con la cabeza, pero todavía más para responder con una volea a 40 metros de distancia. Para cualquier jugador hubiera sido el gran relato que explicar a sus nietos: marcarle un golazo a uno de los mejores porteros de la historia cuando todavía no había explotado. Sin embargo, para el serbio simplemente fue un tanto más. Una acción que tampoco fue demasiado, en primer lugar porque era habitual en él, pero también porque al final del día fue el Schalke 04 quien dio un recital al Inter de Milán en su propio estadio. ‘Deki’ fue una figura acostumbrada a normalizar lo extraordinario sin estar en el foco de la excelencia.

Cualquier persona que vivió y creció en la etapa final de la República Federativa Socialista de Yugoslavia está hecha de otra pasta. A Stanković el fútbol le venía de familia: su madre jugó en el ZFK Slova Zemun y su padre en el OFK Belgrado. Pero si bien es cierto que un futbolista no es nadie sin contexto, el ‘Dragón’ revirtió esa premisa desde pequeño. “Cuando recuerdo mi carrera, puedo decir sinceramente que empezó con el futsal, aunque entonces era simplemente fútbol callejero o fútbol en el patio del colegio”, declaró en 2016 como embajador de la Eurocopa de fútbol sala de ese mismo año. Curiosamente, a lo largo de su trayectoria nunca destacó ni por sus filigranas ni por brillar en espacios reducidos. Todo un indicador de que un libro no se debe juzgar por su portada, especialmente cuando el club de su natal Zemun le descartó al considerar que no tenía talento.

Stanković demostró que, donde a priori no llega el talento, sí que lo hace el trabajo. Tanto como para ingresar en las categorías inferiores del Estrella Roja de Belgrado y formar parte del primer equipo con sólo 16 años. Su ascenso a la élite era paralelo a la caída de la república Federativa Socialista de Yugoslavia. De todas maneras, si ‘Deki’ ha estado por encima del bien y el mal es porque el fútbol siempre ha sido su camino, su herramienta y su respuesta a la vez. Mientras su país se convertía en la República Federal de Yugoslavia, él regalaba imágenes felices en tiempos convulsos. Momentos de luz. Como esos dos goles en el 4-0 que el Estrella le endosó al Kaiserslautern en la Recopa de Europa. O portar el brazalete de capitán de los rojiblancos con sólo 18 años. El serbio era un oasis de armonía en un contexto político, social y futbolístico que para muchos no era ni agradable ni agradecido.

 

Stanković era un antihéroe que mostraba indiferencia a los escenarios que se le presentaban. La picardía con la que chutaba desde lejos y rechazó a la ‘Vecchia Signora’ se transformó en tranquilidad para cumplir como jugador del Inter

 

En situaciones de disputa, Stanković trascendía. Tanto que incluso los primeros derbis en Italia los vivió sin estar en el césped. “Tenía 19 años. La Lazio y la Roma disputaron un derbi de mercado que ganó el presidente Cragnotti”, declaró sobre su fichaje por ‘I Biancocelesti’ en una entrevista con Il Messagero en 2013, meses después de su retirada. Viviendo su carrera en años llenos de cambios en el mundo, el ‘Dragón’ destacó por ser un tipo que valoraba la estabilidad. Cuatro años en el Estrella Roja, cinco y medio en la Lazio. En la capital italiana asegura que es donde más creció: “En Roma me convertí en un hombre y un jugador importante en el equipo que, en aquella época, era el más fuerte del mundo. Nunca terminaré de darles las gracias”. Los agradecimientos no implicaron renunciar a los cambios de aires. Lo tenía todo acordado para marcharse a la Juventus, pero a última hora optó por el Inter de Milán.

Stanković era un antihéroe que mostraba indiferencia a los escenarios que se le presentaban. La picardía con la que chutaba desde largas distancias y rechazó a la ‘Vecchia Signora’ se transformó en tranquilidad a la hora de actuar como ‘Nerazurri’ en los momentos importantes. Un ‘Derby della Madonnina’ asustaría a cualquiera. Pero al serbio, con una armadura como carácter ante las dificultades, le dio igual. Como él mismo declaró a Nss Magazine, jugó el derbi de Belgrado “como un ultra” y el de Roma “desde la tensión”, por lo que sólo le quedaba disfrutar de la rivalidad hecha espectáculo. El serbio lo dio con un gol olímpico en su primer enfrentamiento directo contra el AC Milan como jugador del Inter. Demostró que un mediocentro con fama de ‘trabajador’ y ‘sacrificado’ también puede aportar mucha belleza a pesar de las entradas que intuyen un futuro con calvicie.

 

Cuando Mourinho se instaló en Milán y lo infravaloró, quiso demostrar al míster que se estaba equivocando. El serbio no tenía el aspecto prototípico de ídolo, tampoco el de superhombre, pero él se sentía como tal a base de trabajo

 

La llegada de José Mourinho también supuso un punto y aparte en su vida. Fue la unión de una figura con fama de ‘conflictivo’ con la de un jugador forjado entre conflictos, pero ajeno a ellos. “En cuanto a Stanković, no veo en él al jugador que era en la Lazio”, declaró ‘The Special One’ el mismo verano que llegó a Milán como entrenador ‘Nerazurri’. Ante esa posición, la Juventus volvió a aparecer. Stanković tenía todo acordado, pero a última hora volvió a rechazar a la ‘Vecchia Signora’. Quiso demostrar a Mourinho que estaba equivocado. El serbio no tenía el aspecto prototípico de ídolo, tampoco el de superhombre, pero él se sentía como tal a base de trabajo. En pleno 2008, a esas alturas de su carrera ganarse la confianza de alguien no suponía ningún problema. Lo consiguió, hasta el punto de formar parte del Inter que se hizo con el triplete en 2010 y hacer un gran amigo. Alguien que este mismo año, ya como entrenador de la Roma, le defendió ante los gritos de “gitano” por parte de los tifosi romanos a pesar de ser su nuevo rival en los banquillos. “Tenemos una afición fantástica, pero mis amigos no se tocan”, sentenció el portugués para defender a ‘Deki’, técnico de la Sampdoria durante la última campaña.

La transparencia que mostraba el corazón de Dejan Stanković sobre el césped también se extrapolaba fuera de él. El serbio sólo alargó su carrera tres años más, no sin antes convertirse en el único jugador de la historia que ha participado en tres Mundiales distintos con tres selecciones diferentes. Yugoslavia en 1998, Serbia y Montenegro en 2006, Serbia en 2010. Todo un reflejo de una época de cambios. Y un ejemplo de cómo ‘Deki’ se ha mostrado siempre ajeno a las situaciones externas a través de su fútbol. Quizás el ‘Dragón’ no era el mejor verso del poema, pero sí el más libre, y conseguía atrapar. Mientras otros futbolistas rogaban por encontrar el contexto ideal para poder brillar, él simplemente se lo fabricaba por su cuenta. Stanković fue alguien que estuvo siempre por encima del bien y el mal, alejado de todo aquello que no dependía del balón en sus pies o en los de sus compañeros de equipo.

 


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Fotografía de Getty Images