Patrick Cutrone es de esos nueves que ya apenas se ven, escasean. Su relación con el juego es la justa y necesaria, vive por y para el gol. A los delanteros actuales se les piden muchas cosas: que sean generosos, sepan jugar de cara, se muevan lejos del área, etc. Pero a veces olvidamos que a un nueve tan solo se le debe pedir una cosa: gol. Lo demás está muy bien, pero no olvidemos cuál es el factor que desequilibra este deporte. A Cutrone le puedes tirar una lavadora o incluso un escritor de mesa, si el objeto cae en el área, él lo convertirá en gol. No hay más. El italiano tan solo necesita minutos porque todo lo demás lo lleva en sus venas, en Milán ya poco más le quedaba por hacer. Jamás le dieron las llaves en la que ha sido su casa durante una década.
Ahora, a sus 21 años, afronta un reto apasionante, pocos equipos parecen tan estimulantes y mejor adaptados a su fútbol que el Wolverhampton. Los de Nuno saben perfectamente a lo que juegan y si un delantero como Raúl Jiménez se ha salido, el ecosistema que le tiene preparado el técnico portugués también debería funcionar con Cutrone. Sus alianzas con Diogo Jota, Moutinho, Rubén Neves o Jonny no pueden sonar mejor. El italiano no es un delantero autosuficiente que se pueda generar sus jugadas, él es un rematador puro, el esquema de dos carrileros largos dando profundidad por las bandas que utiliza Nuno le viene como anillo al dedo. Cutrone asume el gol con naturalidad pero los grita con fuerza, porque así se deben gritar los goles. Su carácter fuera del campo es tranquilo, vive sin sobresaltos, pero otra cosa es cuando se calza las botas y salta al verde. Ahí es otro.
“Cuando no anota es mejor estar lejos de él durante un par de horas”, afirma su padre Pasquale. Ese hambre y esas ganas por perforar la red se le notan, aunque nunca se le verá un solo gesto apático. A priori el fútbol británico encaja con él, ya que donde la segunda jugada es tan importante, Cutrone sabe leer perfectamente hacia donde va a ir el balón. Eso es algo que no se aprende, es innato. No es casualidad que tras un rechace del portero, del rival o del palo el futbolista más cercano al balón sea casi siempre el joven delantero. Él está ahí por algo, porque huele la sangre. Tampoco es casualidad que 23 de sus 27 goles con el Milan hayan sido al primer toque, serán más o menos bonitos pero todos ellos terminan en la red.
Posiblemente la única duda es saber cómo gestionará un futbolista tan joven su gran traspaso a la Premier. Cutrone ya sabe lo que es la presión, ya que debutar con todo un Milan siendo prácticamente adolescente y además anotando casi cada vez que salía desde el banquillo no es fácil. En ese sentido, parece estar preparado para todo. Al nueve le ha dolido su salida de Milán y es lógico, prácticamente se ha pegado media vida vistiendo la franjas negras y rojas, haciendo lo que mejor sabe. Pero ya sabéis cómo funciona el fútbol, al final todo depende de que un técnico apueste por ti y tenga fe ciega en tus cualidades, algo que Cutrone no ha encontrado en sus dos temporadas en el primer equipo. Aunque parezca ya un veterano, porque su nombre suena desde hace dos años, a sus 21 tiene la oportunidad de demostrar que los nueves de toda la vida aún tienen recorrido y que Italia sigue siendo un semillero de auténticos buscavidas del área.