“Cholas por detrás y patillas finas”. A mi peluquero nunca le convenció, aunque accedía sin rechistar. Era la moda. La estúpida moda de parecerse a Luis Figo. Pero mi pelo era duro como los gemelos de Roberto Carlos y aquella greña infame, que no se movía ni mojada, no le sentaba bien a mi nuca.
Hoy los chavales fichan en la barber shop una vez cada siete días, que es el tiempo que tarda el degradado lateral en ganar volumen. Objetivo: rebajarlo antes del finde. Solución: cuchillazo semanal a cinco pavos. Se harán a la idea del corte de pelo al que hago referencia. Es el de Pedri, el de Kroos, el de Havertz, el de Giroud, el de prácticamente todos. Es la moda.
Somos el reflejo de nuestros ídolos.
A Cristiano Ronaldo Arabia Saudita le puso una oferta millonaria para ir a jugar en su liga. No es un genérico ambiguo. Fue el gobierno el que soltó el maletín y cedió el bolígrafo. Ocurrió diez días después de que Leo Messi se asociara para siempre a Catar, ese pequeño país que, tras haber irrumpido con fuerza en las agendas gubernamentales de media Europa, se había ‘autoregalado’ un Mundial delante de los estupefactos ojos saudíes. No, Arabia Saudita no podía quedarse con los brazos cruzados.
Con el fichaje del portugués, prometió convertir su insignificante campeonato de fútbol en una pasarela de estrellas. Tentó a Messi, que no picó. Pero poco a poco van tomando asiento figuras mundiales como el vigente Balón de Oro, Karim Benzema, y otras realidades como Kanté, Koulibaly o Rubén Neves, este último internacional portugués de 26 años. Los tres, como ocurrió con CR7, saltan de la Premier League, la mejor competición del mundo, con el objetivo de solucionar su vida y la de sus nietos. Puede que en el tiempo que estés leyendo estas líneas, decenas de jugadores estén recibiendo de forma simultánea ofertas para fijar su residencia en Asia.
Hace unos años el fútbol chino se convirtió en la principal atracción para futbolistas contrastados que jugaban en Europa. Hacia allí partieron Hulk, Oscar o Carrasco y nos pareció antinatural. El globo se pinchó. En Arabia Saudita tienen la misma prisa por trufar de ídolos a sus principales clubes
Hace unos años China se convirtió en la principal atracción para futbolistas contrastados que jugaban en Europa. Hacia allí partieron Hulk, Oscar o Carrasco y nos pareció algo antinatural. Antes de que llegara a molestarnos, el globo se pinchó.
En Arabia Saudita, y después de años metiendo la cabeza y la chequera en la Fórmula 1, el boxeo o el golf, tienen hoy la misma prisa por embadurnar de gloria los principales clubes de fútbol del país. Para que sus chavales sientan que imitar a sus ídolos no es algo exótico (si es que el Newcastle del multimillonario Mohamed bin Salman no terminan de hacerlo suyo). Para que en Riad los seguidores del Al Hilal se pidan una barba perfectamente recortada como la de Neves (si es que no la lucen ya).
Somos el reflejo de nuestros ídolos pero el fútbol es el reflejo de nuestra sociedad. No vamos a ser tan ingenuos como para pensar que un mercado tan poderoso como el que se disputan los actores del Golfo Pérsico -y que determina los negocios más jugosos que se cuecen en el Viejo Continente- no va a sentir la pulsión de repartirse a nuestros ídolos como si fueran mendrugos de pan en una excursión infantil.
Ya volverán. Como las modas.
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