Hay un capítulo de la serie Friends en el que Phoebe y Rachel descubren que Chandler y Monica tienen una relación. Toda la trama discurre a partir de ese momento en tratar de seguir con normalidad sus vidas sin que Ross, hermano de Monica y mejor amigo de Chandler, se entere. En ese rol entre las dos amigas se encuentra ahora la comunidad futbolera, tratando de que no se note que hemos visto con nuestros propios ojos un idilio poco sutil entre la FIFA y Arabia Saudí. Un idilio que, además, parece que tendrá su clímax en 2034. Tras el terremoto de la demencial multisede organizada para 2030, un año en el que la fiesta del centenario mundialista ha quedado más en una novela negra que evoca a Frankenstein, ni FIFA ni Arabia Saudí han sido capaces de ocultar un plan que parece que va mucho más allá.
El 22 de noviembre de 2022 se jugaba el partido que abría el Grupo C de la última Copa del Mundo entre Argentina y Arabia Saudí. Un partido que se disputó en Lusail, el estadio que un mes después albergaría la final. Y todo el trasfondo de ese encuentro iba a ir más allá del resultado adverso de esa Argentina que saldría campeona en 2022, del lucimiento de palmito del mítico Hervé Renard o de la calidad en el golpeo de Al-Dawsari para asustar a la grada ‘albiceleste’. Un mes después, la Saudi Pro League conseguía fichar para Al-Nassr a Cristiano Ronaldo. Después de que sus palabras contra Ten Hag en una entrevista en televisión forzaran su desvinculación con el Manchester United, ‘CR7’ se convirtió en la primera pieza de una colección de cromos envidiable. Y aunque todo esto sucedía en apenas tres meses, sólo era el anticipo de un verano muy movido.
Un periodo estival donde el gasto por parte de los clubes de la competición nacional de Arabia Saudí iba a desbancar claramente a algunas de las mayores potencias europeas, entre ellas, la Serie A italiana o LaLiga española. Sólo Inglaterra y la Premier League resistieron la embestida de una liga convencida en crecer a golpe de estrella y talonario. Fueron apenas 65M€ de ingresos por ventas y más de 900M€ en gastos de fichajes, con un balance negativo superior a los 800M€ (según el portal Transfermarkt). La Saudi Pro League, amparada por la nacionalización de algunos de los clubes más importantes, golpeaba al mercado europeo como paso previo al golpe final de las intenciones con el posible Mundial de 2034.
Las condiciones de muchas de las instalaciones de algunos de los clubes más importantes de Arabia Saudí no cumplen con los mínimos exigibles para la práctica profesional del fútbol y, aún menos, para lo que están acostumbrados algunos de los muchos futbolistas que acabaron en la Saudi Pro League
Lo económico no parecía un problema para los saudíes y las quejas desde las grandes ligas de Europa no parecían lógicas tras décadas de expolio a competiciones inferiores, pero para muchos aficionados aún había cabos por atar en el destino y en los motivos. Incluso la infraestructura saudí no parecía preparada para todo lo que exige una competición al más alto nivel. Tal y como comentó Jorge C. Picón en un artículo de Relevo, las condiciones de muchas de las instalaciones de algunos de los clubes más importantes de Arabia Saudí no cumplen con los mínimos exigibles para la práctica profesional del fútbol y, aún menos, para lo que están acostumbrados algunos de los muchos futbolistas que acabaron eligieron como destino la Saudi Pro League. Los recién llegados al hotel Arabia Saudí parecen contentos de saber que el servicio de habitaciones no pone problemas en surtir de todo lo deseado a sus mejores huéspedes. O al menos de momento. Lejos de convertirse en un bache para sus aspiraciones, las quejas se anotan como pistas para las instituciones, que deberán tenerlas en cuenta para mejorar medios y necesidades en caso de querer asentar a su liga en la élite o, como es más que previsible, lograr albergar un gran evento futbolístico en apenas diez años. Además de la expectación tras un mercado tan activo, Arabia Saudí quiere ir más allá del evidente crecimiento para elevar la dimensión del fútbol dentro del país.
Arabia Saudí se retiró del sorteo de 2030 como el adolescente que corre a poner la mesa y a hacer los deberes para pedir a sus padres, días más tarde, llegar un poco más tarde el fin de semana. Arabia Saudí renunció con la ambición de ser la única sede del Mundial de 2034. Después de que la FIFA haya adoptado una solución ‘salomónica’ para contentar a todas las partes en disputa en el centenario mundialista con Europa, África y Sudamérica (con la excepción de Chile, que se ha quedado fuera del reparto), Arabia Saudí no tendrá más oposición que Oceanía en la carrera por celebrar el Mundial en la siguiente edición. La victoria ante Argentina, siendo el hecho menos significativo de todos los posteriores, resulta introductorio a lo que más tarde se convertiría en un plan orquestado y una gran revolución financiada por las élites económicas saudíes permitido por la FIFA en materia del Mundial. ¿El objetivo? Que el mundo reconfigure su mirada gracias al fútbol.
Y no es algo nuevo que los gobiernos quieran utilizar al fútbol como jabón de acción casi instantánea. Tras diversos intentos y ejemplos de eventos futbolísticos tratando de maquillar regímenes en cualquier parte del mundo, Arabia Saudí apela al deporte rey con la misma intención. Más allá de la confirmada noticia de su primer intento de albergar el Mundial en esa misma fecha, los planes estratégicos y económicos saudíes parecen converger en la década de 2030. Si bien el más importante es ‘Vision 2030’, un plan de reconversión energética en el país, la Exposición Universal a la que aspiran para Riad en 2030 o la Copa del Mundo de 2034 pueden ser un punto de interés esencial para la imagen del país árabe, que quiere ofrecerse al mundo como una nueva referencia mundial sin apenas reparar en gastos.
Y a pesar de todo ese trabajo de marketing, Amnistía Internacional, en sus informes de 2023, sigue insistiendo en las continuas faltas de cumplimiento de los Derechos Humanos dentro de Arabia Saudí por parte de sus autoridades, que no sólo son palpables en materia del derecho a la información, a la libertad de expresión o la asociación, sino que siguen siendo evidentes a través de la existencia de la pena de muerte, métodos de tortura o la ausencia de juicios dignos, así como de una reconocida desigualdad de derechos y violencia en cuestiones de género u orientación sexual. Un currículum poco convincente para modernizar la mirada del mundo en torno a las razones para albergar eventos de instituciones internacionales como la FIFA, que, a priori, apelan por convertir los Derechos Humanos en algo universal.
A pesar de todo el marketing, Amnistía Internacional, en sus informes de 2023, sigue insistiendo en las continuas faltas de cumplimiento de los Derechos Humanos dentro de Arabia Saudí por parte de sus autoridades
Si bien es cierto que se podría debatir en torno a las cuestiones morales con las que se topa el fútbol actual, decisiones como estas no ayudan a entender cuáles son los principios éticos en los que quiere moverse la FIFA. Con mensajes continuos en camisetas, sedes o publicidad en torno a la igualdad y a la lucha por una sociedad y un deporte justos, este movimiento vuelve a trastocar su reputación. Dentro de las previsiones de argumentos en torno a la celebración del Mundial en Arabia Saudí que igualen o expongan motivos parecidos a los esgrimidos antes para países como Brasil, Rusia, Sudáfrica o Catar, la realidad es que lo mínimo sería pedir que la FIFA asegure que, con estas celebraciones, la vida de la gente implicada en llevarlo todo a cabo sea plenamente protegida, con condiciones dignas de trabajo y de vida y que a menudo se han visto comprometidas.
El fútbol no necesitó nunca de reglas para universalizarse. No fue regalado desde las élites al pueblo, como se puede pensar, ya que fue el pueblo quien lo había tomado para sí. El fútbol llegó naturalmente a quienes quisieron hacerlo suyo y disfrutar de sus héroes y villanos, desde la grada o desde el césped (o el barro). Quienes hayan llegado a este punto enfadados deben saber que, al contrario de la candidez, como se podría pensar, lo que mueve este pensamiento es la sensación de que es necesario defender un producto que aún se puede seguir pervirtiendo. Con la creencia firme de que todo va más allá del romanticismo, el fútbol puede significar más de lo que pretendan algunos hombres trajeados desde un único punto de vista económico. Que celebrar un Mundial no signifique sólo llenar las arcas y apuntar resultados no es una quimera. Que pueda significar un cambio real a mejor en las vidas de quienes lo vivieron y que se aspire, al menos, a llegar a ser un punto de apoyo para mejorar la vida de los que vivan este evento deportivo, no debería serlo. Un evento que, más que histórico a nivel deportivo, pueda llegar a ser, como ya lo fue por naturaleza, un actor socialmente trascendente.
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Fotografía de Getty Images.