Hay algo mejor que ver marcar a un futbolista joven: verlo celebrar un gol. Abren mucho los brazos y dibujan una expresión de incredulidad, sin ser del todo conscientes de la que han liado. Un chaval que marca su primer gol siente lo mismo que cuando ve nevar por primera vez o abre los regalos de los Reyes. La primera celebración, como el primer beso o el primer cigarro, no tiene manual de instrucciones, suele ser torpe, pero a saber por qué queda en el recuerdo como la mejor.
El ariete hispano-uruguayo, al que le llaman el ‘Toro’, ha llegado a la élite como salía al ruedo la vaquilla del Grand Prix para derribar a los concursantes. Debutó en Primera División contra Osasuna y dio dos asistencias. Le anularon una por fuera de juego y, pese a que en la vida lo más difícil no es hacer algo bien, sino repetirlo, fue capaz de dar otra asistencia, esta vez contabilizada. Pocos días después, el chaval se vio solo en el área, que es como dejar solo a un niño en una tienda de chucherías. Marcó con un cabezazo en el que dejó atrás la infancia futbolística y entró en la mente de los aficionados como se traspasaban las puertas de Humor Amarillo. Con 18 años, se convirtió en el jugador más joven en marcar en un derbi en el siglo XXI. Los jóvenes tienen prisa. Cuando pronuncian la palabra futuro, como dejó escrito Szymborska, la primera sílaba pertenece ya al pasado.
Del gol llamó la atención la altura del salto. Más que un cabezazo, pareció un mate. Se subió a la pértiga y conectó un frentazo imposible para Oblak. Pese a lo que pueda parecer por sus zancos, también sabe hacer malabares. Y con las gadgetopiernas conjuga esprints que hacen saltar los radares de los estadios. Ha aparecido, además, en el momento justo: cuando el área echa de menos a Benzema y mientras Mariano y Hazard esperan turno en la carnicería. Se ha colado este descarado delantero viejoven, capaz de aglutinar las aptitudes de un delantero del Paleolítico con actualizaciones, como si un 600 llevara cámara trasera.
Mientras las viejas glorias ven los vídeos de sus mejores goles en YouTube, Álvaro Rodríguez es el director de su imaginación. Aparece en los partidos con la puntualidad de esa gente que se levanta un minuto antes de que suene el despertador
La juventud es lo único que vale más que el dinero. Salvo excepciones, como Modric, que rejuvenece más que Corporación Dermoestética, ser joven es algo provisional. La juventud es feliz porque tiene futuro y la nostalgia es confirmar que has envejecido. Mientras las viejas glorias ven los vídeos de sus mejores goles en YouTube, Álvaro Rodríguez es el director de su imaginación. Aparece en los partidos con la puntualidad de esa gente que se levanta un minuto antes de que suene el despertador. Pilla a todos los defensas dormidos y cuando se dan cuenta, él ya ha desayunado y se ha lavado los dientes. Sabes que has madurado, y por tanto te has vuelto aburrido, cuando la barra del pan llega a casa por estrenar, evitas los charcos y dejas lo mejor del plato para el final. Lo primero que se come Álvaro Rodríguez son las patatas fritas.
Su juventud, oportunismo y gol en el derbi le han servido para que le comparen con Raúl. Ni un joven que no sea el “nuevo alguien”, con lo que eso contribuye para que sea el nuevo juguete roto. Raúl es su ídolo, su entrenador y su valedor. “Viendo un partido del Juvenil B, vi un centro, y vi a Álvaro rematarlo como hacía tiempo que no veía a nadie rematar en la cantera”, contó después de un reciente partido del Castilla. Raúl, que estuvo en la misma situación que Álvaro Rodríguez, añadió que le encantaría poder volver a revivir todo aquello. “Qué bonito era eso”, apostilló, como si debutar de futbolista fuera creer en los Reyes y entrenar fuera ser el padre que se preocupa en comprar los regalos.
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Fotografía de Getty Images.