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Marcelino, un revolucionario asturiano

El nuevo entrenador del Valencia llega a Mestalla para dar un aire fresco a un club necesitado de ilusión. El recorrido del asturiano demuestra que sabe dónde se mete

Marcelino García Toral asegura que no le gusta la palabra revolución. Huye de ella. Sin embargo, le ha perseguido toda su carrera. Ha puesto patas arriba a cada equipo que ha entrenado. Primero lo hizo en el Recreativo de Huelva, donde tras tomar las riendas del vestuario en Segunda División, en tan solo dos temporadas, aupó al cuadro onubense hasta el octavo puesto de la Primera División. Sí, fue aquel Recre que jamás olvidarán los aficionados del Real Madrid: El recién ascendido que le endosó un 0-3 al Real Madrid de Capello —que acabó ganando la liga— en la temporada 06-07.

Marcelino viajó de una punta de España a otra. Cambió el sol por las nubes de Santander. Sin olvidarse de aquella palabra que tanto le molesta, llegó a la bahía para sustituir a Miguel Ángel Portugal y para lograr la primera clasificación de la historia del club para la antigua Copa de la UEFA. Además, aquel mismo año, le regaló a la afición la primera semifinal de la Copa del Rey, que perdió frente al Getafe.

Marcelino siempre ofrece las mismas ideas. Ofrece lo que tiene, el 4-4-2 y si no te gusta, coge los bártulos y a otra parte

Un Zaragoza renqueante y en Segunda lo contrató por una desorbitante cantidad de dinero, con la que llegó a ser el entrenador mejor pagado del fútbol español. Y lo volvió a hacer. Una temporada más tarde, La Romareda volvía a lucir de gala para la Primera División.

Más tarde volvió al Racing, donde hizo suya aquella expresión de que las segundas partes no son buenas. A pesar de salvar al equipo de caer en el fango de Segunda División, las discrepancias con la directiva acabaron por fulminar su carrera en el club santanderino. Más adelante, probó suerte en el Sevilla, donde apenas le dio tiempo a preparar un equipo competitivo, pues unos meses más tarde salía por la puerta de atrás del Sánchez Pizjuán. No obstante, Ramón Rodríguez Verdejo, ‘Monchi’, puso un asterisco a modo de aclaración a la etapa de Marcelino en la ciudad andaluza. El nuevo director deportivo de la Roma reconoció hace unos meses que la verdadera razón por la que el entrenador asturiano no consiguió triunfar en el Sevilla fue él. Quizá por primera vez en su vida, el aclamado director deportivo no fue capaz de proporcionar un equipo competitivo al entrenador de turno. 

Sin embargo, el Villarreal le planteó un nuevo reto a Marcelino. Tocado y hundido por aquel remate traidor de Diego Godín, el submarino amarillo necesitaba volver a nacer, convertirse en un equipo diferente. Quién sino mejor que Marcelino para realizar la tarea. Y no falló. No solo devolvió al Villarreal a Primera, sino que en tres años se coló en una semifinal de Europa League y lo dejó a las puertas de la Champions League. Sin embargo, otra vez, las desavenencias con la directiva terminaron por facilitar la rápida salida del club.

No obstante, a pesar de haber cambiado, de un año para otro, el fútbol y estilo de muchos clubes a los que ha entrenado, siempre ofrece las mismas ideas. Ofrece lo que tiene, el 4-4-2 y si no te gusta, coge los bártulos y a otra parte.

Siempre ha admitido que como jugador se interesaba por la forma y estilo de juego y que, poco a poco, fue forjando su propio modelo. Es un tipo obsesionado por los pequeños detalles: organización defensiva y ofensiva. La idea es bien sencilla, intentar hacer las máximas ocasiones de gol para que, de este modo, el contrincante tenga menos. El sistema, como he comentado antes, no ha variado en gran medida desde que comenzó a entrenar: 4-4-2. Es el más fácil de entender y desarrollar. Se rige en función de los futbolistas que tiene su plantilla. Dos de sus claves son, en primer lugar saber ver en qué posición es más eficaz cada jugador y, en segundo lugar, tras un minucioso análisis del rival, saber adaptar a sus jugadores para que insistan en los puntos débiles del contrincante.

Pero el truco no es solo ese. La obsesión de Marcelino es la organización colectiva, tener una ocupación realmente buena en el terreno de juego, y al mismo tiempo llegar a la portería contraria de la forma más rápida, ejecutar con velocidad y eficacia. Necesita para la elaboración de su juego jugadores que sepan dar ese último pase, pero que a la vez sepan arremangarse cuando toda trabajar. Como por ejemplo Trigueros. Tener el control de juego en los pies, saber qué hacer en cada situación, tanto defensiva como de ataque.

A lo largo de las temporadas y, sobre todo, debido a circunstancias del juego, como lesiones, tiene variantes sobre ese sistema, no sobre la idea, y así el año pasado jugó con 4-3-1-2 con el que asegura que los jugadores suelen adaptarse bien también.

Otro punto clave de la preparación de Marcelino es la relación que mantiene con sus jugadores. Afirma que siempre va de cara con ellos. No esconde su manera de ser y de pensar. Tampoco lo hace en rueda de prensa. Basa la gestión de la plantilla en la sinceridad y en el trato directo. Por otro lado, admite tener un carácter y una personalidad fuerte.

Se cuida de tener una plantilla con valores humanos. Jugadores con compromiso, ambición, respeto al compañero y que sean conscientes de que están compitiendo en un juego colectivo. Es importante: si no funcionan así, no conseguirán nada.

En este sentido, para él los actores principales de esta función son los jugadores. El entrenador no gana partidos, el trabajo del director técnico es comunicar y transmitir con éxito la idea de juego con la plantilla.

Con un carácter imperativo y una idea clara y sencilla de juego, Marcelino se vuelve a encontrar con un club en la cuerda floja, que pide a gritos una revolución profunda. Ha llegado para remover desde los cimientos de Mestalla hasta las oficinas en Singapur.