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Stay Homas: “El fútbol moderno distorsiona muchísimos valores humanos”

"El fútbol es muy bonito. Mola muchísimo. Pero el fútbol moderno lleva una pesada mochila extrafutbolística, y es lo que nos ralla", reivindican los frescos Stay Homas

Alrededor de la música, como del fútbol, nacen cosas, incluso en los días más grises, y cualquier cosa sirve como instrumento, incluso un cubo, al igual que cualquier cosa puede servir como pelota, desde latas hasta papeles de plata arrugados, si paramos un momento y nos entregamos a la imaginación, sin límites, con la que mirábamos el mundo de niños.

En tiempos de Covid, han recorrido el mundo desde su terraza, desde el Eixample de Barcelona, y se han convertido en una fuente de alegría, en un fenómeno global, en la banda sonora del confinamiento. Rai Benet (Sant Cugat del Vallès, 1993), Guillem Boltó (Rubí, 1994) y Klaus Stroink (Vilanova i las Geltrú, 1995), los tres miembros de los frescos, alegres, Stay Homas, que en diciembre alumbraron su primer disco, Agua, revelan su cara más futbolera, más crítica, antes de iniciar, en abril, una gira internacional que les llevará por grandes ciudades de España, Europa y Latinoamérica. Y antes de seguir jugando al FIFA 21 con el Girona, con Ansu Fati como flamante fichaje.

¿Cómo explicaríais lo que habéis vivido en el último año, desde la llegada de la pandemia?

GB: Ha sido muy fuerte. Ni siquiera hemos tenido, estamos teniendo, tiempo de asimilar todo lo que hemos ido viviendo. Desde marzo hasta hoy no hemos parado. Y ha sido muy guay, muy intenso, y hemos vivido cosas increíbles que cuando podamos frenar y podamos verlo con perspectiva diremos: ‘guau‘. Pero, por ahora, no estamos teniendo tiempo de asimilarlo. Y hay como una pequeña parte de ti que piensa: ‘joder, qué mierda que esté yendo todo tan y tan rápido porque no estamos pudiendo disfrutarlo todo lo que querríamos’. Pero, joder, al final ha sido un año extrañamente guay para nosotros tres. Porque, más allá de todos los peros, somos, y nos sentimos, muy afortunados de haber podido formar un proyecto entre colegas y de hacer lo que nos gusta, cómo nos gusta y cuándo nos gusta, y aún más en tiempos de pandemia mundial.

GB: Y creo que una de las cosas que más nos ha llenado ha sido, es, precisamente, poder hacer canciones libremente, sin decirnos ‘hasta aquí’ o ‘hasta allí’, sin tener ningún límite. Ni de estilos, ni de idiomas, ni de melodías. Poder entretenernos, jugar, con la música. A veces, si tienes mucho tiempo para plantearte las cosas acabas haciendo una canción que se queda a medio camino de todo. Vamos haciendo, hacia adelante, y en algún momento ya nos detendremos a pensar si tiene algún sentido todo esto que estamos haciendo. 

RB: A veces cuando inicias un proyecto, a mí me ha pasado muchas veces, te rompes mucho la cabeza pensando qué puedes hacer para que vaya mejor, y aquí, como máximo, en lo único que nos hemos roto la cabeza es en qué podíamos hacer para pasarlo mejor, para que nos gustara más, para disfrutar más. Ha sido muy gratificante, y si hubiéramos tenido más horas para pensar cada tema quizás no hubiera salido así. Quizás sí, pero seguramente no. Nos hemos autoimpuesto la libertad desde el principio, hasta el punto de que el primer tema era una bossa nova en portugués, sin saber ni portugués ni bossa nova, y a partir de aquí ha valido todo. Y esto mola. Mola mucho. Porque no te estancas, no te agobias: todo vale. Puedes hacer lo que quieras, sin repensar demasiado las cosas, yendo más al tuntún. Todo es válido. Y no solo todo es válido, sino que además, seguramente, la primera idea es la buena. Y ha sido increíble. Ha sido brutal. Porque todas las canciones son súper de verdad. Son lo que nos ha salido de dentro.

KS: No nos hemos planteado casi nada, de hecho. Y mola mucho que a la gente le haya gustado tanto y que haya ayudado muchísimo a muchísima gente. Porque nos han llegado mensajes preciosos. Siento que en parte ha sido porque ahora mismo es todo tan perfecto y la música suena tan bien que a la gente también le ha gustado, atraído, el mood hoguera, campamento, porque ha sido como algo novedoso, original. Pero en Agua, que es una culminación muy bonita de un año muy raro, un paso más en la evolución de un grupo muy nuevo, muy raro, también hay una parte de nuestra voluntad de no ser algo pasajero. De trascender de la terraza, y de todo lo que engloba e implica la terraza como símbolo, más allá del lugar físico: la falta de instrumentos, los coches que pasan, las equivocaciones, la guitarra que no suena del todo bien. Mola muchísimo que haya gustado tanto, pero, al final, lo consideramos más una circunstancia que una decisión estética, y en el momento en el que ya se puede ir al estudio a grabar las canciones no hay ninguna duda, sin dejar nunca esta voluntad ecléctica a nivel estilístico e idiomático de querer tocar todos los palos y de querer corresponder a nuestros variadísimos gustos e influencias musicales y de querer reflejarlos, también, desde el estudio. Porque es lo que nos define. 

Entrando en el universo futbolístico: ¿del Barça?

KS: Por presión social y porque al final es un equipo de puta madre si eres de aquí eres del Barça. Pero mi padre es alemán y del Werder Bremen y recuerdo haber ido un par de veces al campo, y me acuerdo, también, de jugadores como Klose o Naldo.

¿Cuál es la camiseta que guardáis con más cariño?

GB: Tenía una del Barça, marca Kappa, talla cinco años, una Umbro del Manchester United y una de Ronaldo del Inter que ahora tiene mi primo. Del Barca también tuve una fluorescente, falsa. No he sido nunca muy de tener camisetas, por mucho que cada año se la pidiera a los Reyes Magos con todos los parches, los pantalones y las medias. Y las Total 90. No llegaron nunca, y ahora me alegro de que un día mis padres dijeran: ‘hasta aquí, niño, no te flipes’, porque mi hermano y yo, si hubiera sido por nosotros, hubiéramos ido de futbolistas hasta a nuestro bautizo, si estuviéramos bautizados.

¿Y el recuerdo futbolístico más feliz de vuestra vida?

GB: El Iniestazo, sin duda. Recuerdo que mi madre del altillo bajó corriendo por los gritos. Y que nos encontró a mi padre, a mi hermano, a mí, corriendo y gritando por todo el comedor, picando el sofá, picando la pared. Ha sido el máximo exponente de locura que he vivido en toda mi vida.

KS: El 6-1. Realmente ni siquiera recuerdo qué nos jugábamos, solo que en la ida habíamos perdido 4-0 y que era imposible, y aún más por cómo se desarrolló el partido. Pero pasó. Pasó.

 

“El fútbol mola mucho, sí, pero tengo que acercarme a él desde una mentalidad muy poco crítica y con muy poca consciencia social porque si no lo haces así solo puedes ser o del Sankt Pauli o del Rayo”

 

Si os digo fútbol, ¿en qué pensáis?

RB: A mí el fútbol no me gusta. Jugué dos años, y lo más destacado que hice fue marcarme un gol en propia portería. Fue el último día que jugué al fútbol en mi vida, pero también recuerdo el gol de Iniesta contra el Chelsea como un momento increíble.

KS: El fútbol es muy bonito. Hostia, mola mucho. Muchísimo. Pero, al igual que sucede en nuestro mundo con todo lo extramusical, el fútbol moderno lleva consigo una pesada mochila extrafutbolística, y eso es lo que a mí me ralla. Todo lo que va más allá de lo que es el juego. Mueve muchísima pasta, muchísima, y, como tantas, tantísimas, otras cosas, tiene un componente de género un poco turbio, porque está el fútbol y está el fútbol femenino. Y porque un día ves que un señor con un negocio muy chungo vende petróleo a no sé qué dictadura y que luego compra un club y ahora compra gente por 200 millones de euros, aunque también es cierto que al final, en esencia, este enfado no lo tienes con el fútbol o con el deporte, sino con el capitalismo y con el sistema. El fútbol mola mucho, sí, pero tengo que acercarme a él desde una mentalidad muy poco crítica y con muy poca consciencia social porque si no lo haces así solo puedes ser o del Sankt Pauli o del Rayo.

KS: Más que la mierda que lo rodea, e incluso más aún que el negocio, porque, al final, desde un punto de vista liberal, que cada uno ponga la pasta donde quiera mientras no sea pública, lo que me molesta más de este fútbol moderno es que distorsiona muchísimos valores humanos. Como la empatía. Te hacen sentir como muy propios los títulos, te ponen las cámaras y ves que lloran y que sudan y que se meten una hostia y sangran, y lo que más me ralla es el efecto que esto tiene en la sociedad: que la gente piense que ese tío es realmente su colega y su compañero, que lo hace por ti y que llora, suda y sangra por ti. Y al final todo es pasta. ‘¡Oh, no! Pobre Ter Stegen, que se ha comido dos penaltis’. ¿Pero pobre de qué? No puedes sentir pena por eso. Si eso te despierta pena y no te la despierta cualquier cosa de las que puedes ver saliendo del Camp Nou, que son muchas, muchísimas, mal vamos.

GB: Es un terreno un poco pantanoso. Es el opio del pueblo, pero, a la vez, es una cosa que he mamado toda la vida. Jugaba en la escuela, en la calle, con chancletas, sudaderas, mochilas del cole o lo que fuera como porterías, y en casa. Mi padre siempre ha vivido el fútbol, y yo también. Pero siempre sin ser muy forofo. Yo nunca he dicho: ‘hoy hemos ganado’. O ‘hoy hemos perdido’. Siempre gana el Barça y siempre pierde el Barça. Siempre me ha dado mucha rabia esto. ¿Cómo que hemos ganado? ¿Tú qué has ganado? Tú no has ganado nada. A la gente que lo vive tan intensamente, tan en primera persona, le falta algo. Si lo sientes como que tú ganas o pierdes algo hay algo que no estás haciendo bien.

GB: Siempre me ha gustado ver el fútbol desde la distancia, pero siempre he estado muy enterado y he tenido los cromos, las pegatinas y los FIFAs. Siempre me ha encantado el fútbol, y, sobre todo, lo que más me ha gustado ha sido jugarlo. Es uno de los deportes que más me gusta jugar por el hecho de que juegas entre colegas. Porque es un deporte de equipo. Prefiero jugar mil veces más a fútbol, a baloncesto, a balonmano, al deporte de equipo que sea, que jugar un partido de tenis.

El fútbol une.

GB: Recuerdo la típica escena de días, en la infancia, en los que ibas a comer a un restaurante con tus padres, con tu familia, y estabas en una plaza, en una calle, en la que justo había unos niños con una pelota a los que no conocías de nada. Pero les preguntabas si podías jugar y siempre era que sí. Es una cosa que, con la mirada inocente del niño, mola porque une bastante, aunque también es cierto que excluye a todos aquellos a los que no les gusta. En el patio siempre es como el tema y el elemento central, y todo lo que se escapa del fútbol no existe. Es una cosa que ayuda a la gente a integrarse a un grupo, a un lugar, pero también hay gente a la que la excluye y la aleja de la mayoría.

 


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Fotografía cedida por Sony Music.