Se siente un aire de victoria. Ya está, se ha ganado. Los nombres de Amanda, Virginia, Mapi y Aitana se oyen más regularmente en las conversaciones de los bares que hablan sobre fútbol. Ahora, las niñas crecen viéndolas jugar cada semana y pidiendo su camiseta por Navidad. Lo lograron, son referentes mundiales.
Ya está, se ha ganado la lucha. Pero la realidad siempre llega como un balde de agua helada. La semana pasada, la mejor futbolista de este país y del mundo, Alexia Putellas, comentó que los sueldos actuales no son suficientes para poder ejercer como profesional. En tan solo unos minutos, las redes sociales se llenaron de personas diciendo que no era posible que hablara así, que cómo se atrevía a exigir más, si tan sólo son mujeres jugando en la máxima categoría del deporte más popular del mundo.
Lo dijo en la misma semana en la que ganó el FIFA The Best, uno de los reconocimientos más importantes a nivel individual. Sin embargo, ella habló de lo colectivo. De cómo es imprescindible seguir apoyando a las demás, de que sólo juntas se llegará a la meta deseada. Lo que se ha logrado no ha sido casualidad, pero tampoco ha sido fácil hacer oídos sordos a los comentarios y seguir hasta llegar a llenar los estadios más grandes del continente.
Estamos a las puertas de la competición más importante del fútbol. En menos de cinco meses, Australia y Nueva Zelanda recibirán a 32 selecciones que lucharán por alzarse como campeonas del Mundo. Pero este Mundial se siente diferente a los anteriores que se han vivido a lo largo de los años. Hay algo en el aire, una sensación de que, una vez más, todo está a punto de cambiar.
Los nombres de las pioneras del deporte femenino van cambiando conforme pasan las generaciones, pero las nuevas caras internacionales no olvidan a quienes les abrieron el camino
Ya se pudieron ver los alcances que puede tener el fútbol femenino cuando se vende el producto correctamente y lo llevas más allá de la obligación de ‘ponerlas en la tele’. Los éxitos de la Eurocopa, la Copa América, el Premundial de la Concacaf y la WAFCON en África son solo ejemplos del año pasado, pero podemos remontarnos a 1971, cuando el Estadio Azteca de México se llenó para ver una final del mundo no autorizada por la FIFA. 52 años después del primer hito de nuestro fútbol, las excusas ya no valen.
Los nombres de las pioneras del deporte femenino van cambiando conforme pasan las generaciones, pero las nuevas caras internacionales no olvidan a quienes les abrieron el camino, y de cómo ellas mismas lo siguen haciendo para que las nuevas generaciones sólo tengan que estudiar estos hechos, no vivirlos.
Visibilidad, inversión, apoyo y sueldos dignos que correspondan con su trabajo. Estas son algunas de las cosas que las profesionales siguen reclamando cuando les preguntan qué se necesita para que el deporte femenino siga creciendo. Son peticiones que pueden parecer obvias, pero por las que hay que seguir luchando día tras día, metas que están siempre en juego, además de los trofeos.
Llegará el día en el que no nos sorprenderemos de ver los nombres de ellas en las espaldas de los aficionados, en el que los estadios llenos no sean la novedad de la jornada, en el que el hecho de que una mujer sea futbolista no sea extraordinario. Ese día llegará, pero de momento, la lucha continúa, dentro y fuera de la cancha.
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Fotografía de Getty Images.