PUBLICIDAD

Arshavin solo quería divertirse

La sonrisa y los cuatro goles de Arshavin en Anfield protagonizaron uno de los mejores partidos de la historia de la Premier League

Anfield es una de las pasarelas futbolísticas más glamurosas donde exhibirte ante todo el mundo. Y en ella, algunos jugadores del Arsenal, particularmente, se han sentido como en casa. Pirés, en la temporada de ‘Los Invencibles’, se encargó de remontar un 1-0 adverso con una asistencia y un golazo. Años después, en 2008, Júlio Baptista le endosó al Liverpool en su casa cuatro goles para apartar a los reds de la antigua Carling Cup en un sonado 3-6 para los londinenses. La siguiente y última gran actuación de un jugador ‘gunner’ en el feudo del Liverpool la protagonizó otro extranjero venido de muy lejos. Un ruso al que también le apeteció darse a conocer ante el público inglés a lo grande.

Liverpool y Arsenal, el 21 de abril de 2009, protagonizaron uno de los mejores partidos de la historia de la Premier League. Si no lo recordáis por el resultado de 4-4, probablemente sabréis por donde voy si leéis el nombre de Arshavin.

En Anfield se reunían esa noche de martes ‘reds’ y ‘gunners’. Ya en el tramo final de temporada, los primeros estaban metidos de lleno en la lucha por la liga inglesa ante el todopoderoso Manchester United de Alex Ferguson, que ya se había proclamado campeón en las dos pasadas ediciones, y con un plantel de leyenda –Cristiano Ronaldo, Giggs, Ferdinand, Van Der Sar, Scholes o Rooney, entre otros.

Sin embargo, no reinaba el optimismo entre los aficionados del Liverpool. Siete días antes, el conjunto de Rafa Benítez había caído en cuartos de final de Champions League ante el Chelsea, por lo que un mal resultado podía significar despedirse de todas las opciones de conseguir algún título esa temporada.

Pero si ese Liverpool podía competirle de tú a tú a los ‘diablos rojos’ es porque también gozaba de una plantilla espectacular. Los de Merseyside salían con Reina bajo palos. La zaga la ocupaban Agger y el incombustible Jamie Carragher, mientras que en los laterales aparecían Fabio Aurelio y Álvaro Arbeloa. En la medular, Mascherano cortaba y Xabi Alonso organizaba. La gran ausencia era Gerrard, lesionado por aquel entonces. Ocupaba su lugar en el once el balear Albert Riera. Benayoun también percutiría en la mediapunta, mientras que Kuyt y Fernando Torres, al que le faltaba su gran asistente, el capitán, completaban el equipo.

El Arsenal, por su parte, estaba instalado en la cuarta plaza, con la clasificación de Champions prácticamente asegurada, por lo que el partido no adquiría la importancia que sí tenía para los locales. Eso sí, los ‘gunners’ sí seguían vivos en Copa de Europa, se medirían al Manchester United en semifinales -eliminatoria que, a la postre, no superarían.

Arsène Wenger no contaba con una plantilla tan temible, y su mejor jugador, Robin Van Persie, no iba a estar disponible en Anfield. El Arsenal salía con Fabianski, Sagna, Kolo Touré, Silvestre y Gibbs en la retaguardia. En el centro, Denilson y Song para contener. En ataque, Fábregas, Nasri y Arshavin se encargarían de servir balones a Bendtner, única referencia en punta.

Cuando uno se sienta a ver de nuevo ese partido, se espera, lógicamente, un encuentro con un ritmo alto e intentonas constantes de ambos equipos. Los primeros minutos superan incluso las expectativas. El Liverpool arrancó como un vendaval y en los primeros cinco minutos ya había gozado de tres llegadas claras a la portería de Fabianski. De hecho, era el ejemplo perfecto de cómo definirías la Premier League a alguien que nunca ha visto un partido entre dos equipos ingleses. Era un partido de posesiones ínfimas. Podías darte por satisfecho si mantenías el balón durante más de 10 segundos, porque al instante tenías tres jugadores acechándote.

En cierto modo, también era una lucha para demostrar quién era capaz de retener el balón y dominar el partido. El Liverpool, empujado por su afición y por un Xabi Alonso que, en uno de los puntos álgidos de su carrera, acabaría haciendo las maletas a final de temporada para fichar por el Madrid. Los del norte de Londres confiaban su suerte a su triplete de mediapuntas. Fábregas lanzaba las contras, mientras que un jovencísimo Nasri y Arshavin trataban de inventar algo con lo que dinamitar el partido.

De esta manera y con un ambiente caldeado después de dos jugadas polémicas entre Fábregas y Carragher, el Arsenal dio el primer estacazo. Nasri rompió la línea defensiva ‘red’ para dejar a Fábregas en una posición franca, que asistió hacia atrás para que Arshavin pusiese el primero, con posterior celebración desafiante mandando callar al respetable. Al Liverpool no hizo más que encabritarle el escenario que se presentaba. Para jugadores de raza como Benayoun o Kuyt, la celebración de Arshavin era, automáticamente, un plus de motivación para revertir la situación.

Pero no fue hasta los tres minutos de la vuelta de los vestuarios que reaccionaría el Liverpool. Dirk Kuyt ponía un balón perfecto a la testa de Fernando Torres, que remataba fuerte y colocado para resituar las tablas.

Se deshizo al instante el Arsenal ante la atmósfera que proyectaba Anfield. Siete minutos después de la igualada, en otra recuperación en la salida de balón visitante, Kuyt ponía un balón colgado al segundo palo, donde el ímpetu, valentía y, por qué no decirlo, fortuna, le darían a Benayoun y al Liverpool el 2-1. El israelí se quedó un minuto en el suelo, aturdido por el choque con Sagna, pero se acabó levantando cual soldado consciente que le quedan todavía muchos batallas que brindar. Así sería.

En medio del caos, una frase para el recuerdo del narrador de Sky Sports ese día cuando se paró el partido por una falta peligrosa para el Liverpool. Just a few seconds to take a break (“Solo unos pocos segundos para tomarnos un descanso”). Y eso que todavía no se habían anotado ni la mitad de los goles del encuentro. Pasados 20 minutos de la segunda mitad, los pupilos de Rafa Benítez seguían dominando a su antojo el partido. Sin embargo, el fútbol siempre tiene un as guardado con el que soprenderte. Porque le bastó a Arshavin con un palmo de terreno para volver a enmudecer Anfield. Robó el balón a un despistado Arbeloa y dejó ir un derechazo imparable con el que nada pudo hacer Reina.

Y como el fútbol entiende de todo menos de lógica, las fuerzas de la dinámica le daban ahora la oportunidad de aprovechar su momento al Arsenal. De repente, Mascherano dejó de ser ‘El Jefecito’, Xabi no ponía la pausa que requería el encuentro, y el ataque ‘gunner‘ empezaba a recordar de lo que era capaz. Arshavin y Nasri agujeraban la defensa de Merseyside, el francés ponía un balón al área mal despejado por Fabio Aurelio que caía a los pies del protagonista de la noche. Arshavin fusilaba otra vez, por el centro de la portería pero con una potencia bárbara, a Reina y completaba su hat-trick. Esta vez no mandó callar al público, pero su sonrisa, asombrándose hasta él de lo que estaba haciendo, dejó helado Anfield, que veía como, a falta de 20 minutos para el final, la pendiente era muy empinada.

Prisas ahora en el bando contrario, que conseguía reponerse tres minutos después. Torres recibía entre los dos centrales, sentaba a Silvestre y pegaba el balón al poste sin que pudiera llegar Reina. Con el empate, el Liverpool se veía de nuevo reenganchándose a la pelea por la Premier y tomó otra vez la iniciativa.

Broche final

La avaricia rompe el saco, suelen decir, y cuando tienes un córner a favor y necesitas ganar, el subconsciente te traiciona y mandas al remate a los máximos efectivos posibles, dejando a un indefenso Xabi Alonso solo en defensa. Cuando, además, el Walcott más eléctrico de su carrera está atento a una posible contra, has cavado tu propia tumba. Arshavin, con su motor inagotable, acompañaba al inglés, y cuando recibió su pase, delante ya de Reina, volvió a superarle, esta vez con la zurda y culminando su póker particular.

 

En medio del caos, una frase del narrador de Sky Sports para retratar el partido: “Just a few seconds to take a break”

 

Celebraban los aficionados del Manchester United el gol de Arshavin como si de una confirmación del campeonato se tratara. Pero un último giro de guion elevó a la excelencia la emoción del encuentro. El Arsenal, descosido tras el desgaste durante todo el partido, se olvidó de Benayoun, que apareció en el centro del área para igualar, esta vez de forma definitiva, el encuentro y sellar un empate al que no le valdría al Liverpool y acabó dando el título a los red devils.

De nuevo, ya saludándose con los jugadores del Liverpool tras el reparto de puntos final, Arshavin no podía esconder esa sonrisa tan pícara. Esa sonrisa de quien sabe que, sin hacer demasiado esfuerzo y como sin no te importase demasiado la que has liado, estás dejando sin el sueño de la Premier a 54.000 personas, título que no saborean desde el 1990.