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Mamá, ¿cómo ha quedao el Burgos?

Un regreso a aquellos días en los que, estando en el extranjero, tenías que llamar a casa para saber cómo había quedado tu equipo

Lo criticaba mi compañero Raúl en una reunión de amigos como el acto más ruin y abyecto que se le podía ocurrir a un hijo en el primer domingo de mayo, el florido Día de la Madre: siendo componente activo y persuasivo de una tuna, Raúl salía con frecuencia de la ciudad para amenizar eventos, incluso hasta Francia, y aquel señalado día se encontraba con el resto de universitarios en Burdeos dándole a la guitarra y a la bandurria, rodeados de francesitas muriéndose por sus huesos y por esas voces varoniles cantando rabeladas, debidamente templadas a base de carajillos. En un receso, uno de los tunos buscó una cabina telefónica para cometer el pecado mortal, todos pensaban que iba a felicitar a su madre, por supuesto, pero sus palabras de saludo al auricular fueron algo así como “Hola mamá, ¿cómo ha quedao el Burgos?”.

Porque en aquellos años 90, si te perdías la retransmisión radiofónica del partido de tu equipo de Segunda o Segunda B, no era nada fácil saber cómo había quedado, yo mismo me vi en la posición del maléfico tuno, estableciendo una conferencia telefónica internacional con mi domicilio familiar cuando estaba con la beca Erasmus en el norte de Francia, preguntando a mi madre por el marcador de mi equipo. Ella, en una mezcla de dulzura e inocencia, siempre contestaba que “bien, ha quedado bien”, confundiendo la Segunda B con los marcadores de los equipos generalistas, los del establishment, esos que casi siempre ganan. No me quedaba otra que esperar a la señal de Radio Exterior, y tomar nota rápidamente en el calendario Dinámico de los resultados, para después, con más tranquilidad, analizar y digerir la evolución de cada división. Parece que fue ayer, pero cuando lo cuentas tiene más similitudes con una intervención arqueológica que con un vulgar pasatiempo.

Aunque práctico, hoy resultaría muy poco rentable la actividad dominical de las imprentas locales expidiendo las famosas hojas deportivas, que en medio de un mosaico informe compuesto por poco imaginativos logos de bares y cafeterías mostraban los resultados de las cuatro primeras categorías del fútbol nacional, marcadores calientes, sacados con prisa, a menudo con erratas, pero que informaban puntualmente a eso de las siete de la tarde del domingo, cuando la mayoría de partidos de la jornada habían terminado. Seguí la evolución de estas hojas deportivas del blanco y negro al color, y del folio doblado de escaso gramaje al papel couché, incluso conservo la que se imprimía en San Sebastián, obtenida tras unas cervezas en el tercer tiempo de algún partido como visitante de mi equipo, y que llevaba por nombre Goleada, con Depósito Legal de 1969, repartida de forma gratuita por gentileza de sus anunciantes. El tablero de resultados simultáneos del Plantío, Dardo, igualmente se mantuvo en la esquina de la tribuna con el fondo norte durante muchos años, con escasa variación en cuanto a los patrocinadores; después llegó el marcador electrónico, que ahorró mucho trabajo al operario encargado de subir los guarismos, y también a los espectadores para comprender los códigos de colores. Ahora internet nos mantiene informados de esos resultados que cada vez son menos simultáneos, porque es más difícil que se jueguen dos partidos al mismo tiempo (aún en la Segunda división B) que nos dirijamos a una cabina para llamar a casa, ¿lo recuerdan?