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Los cromos, las mejores ruinas

Los nazis construían los edificios pensando en que pudieran admirarse en un futuro ya como ruinas, para sobrevivir al paso del tiempo. Es lo que pasa con los cromos

“De hecho, si todo edificio se convertirá necesariamente en una ruina, uno puede decidir de antemano en qué tipo de ruina se convertirá. Es la idea central que preside las construcciones de uno de los arquitectos favoritos de Hitler, Albert Speer”, apunta el escritor y filósofo Bruce Bégout en Obsolescence des ruines. El propio Speer, arquitecto y después ministro del Tercer Reich, escribió en sus memorias: “A Hitler le gustaba explicar que estaba construyendo para legar a la posteridad el genio de su tiempo. Porque, al final, solo los grandes monumentos recordaban las grandes épocas de la historia. ¿Qué quedaba de la obra de los emperadores romanos? ¿Cuáles son los vestigios de su grandeza sino los edificios que construyeron? Él decía que siempre hay períodos de decadencia en la historia de un pueblo, pero los monumentos que se construyeron son los testimonios de su antiguo poder”. Speer ideó la teoría del valor de las ruinas de un edificio, según la cual un edificio debía ser construido de manera que al cabo de los años, se convirtiera en una ruina “permanente y grandiosa” en palabras de Bégout, como las romanas, y no en escombros. “Usando ciertos materiales o respetando ciertas reglas de la física estática uno podría construir edificios que después de cientos o, como nos gusta creer, miles de años se parecieran a los modelos romanos”, escribió Speer. El edificio no solo se construía para utilizarse en un presente como contenedor de x, sino también para admirarse en un futuro ya como ruina: para sobrevivir al tiempo.

Navegando entre sus reflexiones pensé en los cromos, quizá la mejor forma de sobrevivir para los futbolistas. Hace ya tiempo que en la tapa de un contador de mi calle reside Keko, Sergio Gontán: su cromo está justo encima de un pene dibujado con rotulador y una pegatina de un cerrajero. Keko aparece con la camiseta del Málaga de la temporada 2016-17, su primera en La Rosaleda. Le veo cada día, al salir y al volver a casa. Desde hace años. Ahora veo que juega en Sacramento, en la segunda división estadounidense. Si supiera que su cromo resiste cual ruina en Torelló, a 675 kilómetros de su Brunete, quizá le parecería una inocentada: nació un 28 de diciembre. Siempre pienso en cómo debió llegar hasta ahí. Siempre pienso en Banda de Rock, de Manel: “¿Qué ha sido de aquella banda de rock? ¿Sabes cuál digo? Los han puesto esta mañana. ¿Crees que les haría gracia saber que, con tanto tiempo, desde tan lejos, pensamos en ellos?”.

Justo hace unos días estuvimos en Montenegro con mi pareja y paseando por Herceg Novi, la primera gran ciudad del país, si es que existe tal cosa, al llegar desde Croacia, topamos con el cromo del Mundial del centrocampista mexicano Erick Gutiérrez (PSV Eindhoven) pegado a una farola. Los cromos también deben ser la forma más rápida de viajar para el futbolista: no solo en el tiempo, como en Dark, también en el espacio. Este lunes, según el Maps, la forma más rápida de llegar desde Los Mochis, en el estado de Sinaloa, a Herceg Novi era hacer escala en Ciudad de México, Montreal, Frankfurt y Zagreb para pisar suelo en Dubrovnik, tras 34 horas y 12 minutos de aeropuertos y aviones, alquilar un coche en Croacia y conducir hasta Montenegro. ¿Quién colgó a Erick Gutiérrez en aquella farola? ¿Y por qué?

Con el cromo del Mundial de Yassine Bounou que encontramos en Soria, pisoteado y descolorido en un charco de la Alameda de Cervantes, bajo la lluvia, es más fácil adivinar qué pasó, porque lo encontramos el día 7 de diciembre: el día antes el meta del Sevilla había sido protagonista absoluto de la eliminatoria de octavos de final entre Marruecos y España, en la que la selección de Luis Enrique hincó la rodilla tras los fallos en la tanda de penaltis de Pablo Sarabia, Carlos Soler y Serbio Busquets. O tras los aciertos de Bono, uno de los principales líderes de la primera selección africana en alcanzar las semifinales de la Copa del Mundo.

Los cromos de Keko, Erick y Bono perviven, como sobreviven tantos álbumes en tantos trasteros. En términos de Speer, los cromos son las mejores ruinas.

 


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Fotografías de Arnau Segura.