El verano de 1958 quedó para siempre grabado en el imaginario futbolístico. Suecia, tierra de conquistadores desde los tiempos de Erico ‘el Victorioso’, no pudo resistir el asedio de la Brasil del ‘Joga Bonito’, que se coronó como campeona del Mundo por primera vez en su historia. Los estadios escandinavos presenciaron la eclosión de un adolescente que a la postre escribiría su nombre en los libros de historia de este deporte. Edson Arantes do Nascimento, conocido por el sobrenombre de Pelé, se sumó a la lista de grandes artilleros que participaron en la sexta edición de la Copa del Mundo, en la que también figuraban Helmut Rahn, Vavá, Kopa o Corbatta. A pesar de semejante lista de talentos ofensivos, se produjo la carrera por la Bota de Oro más desajustada de la historia. Las gradas cantaron 126 goles -una media de 3,6 por partido-, pero fueron 13 los que pasaron a la historia. Los 13 de Just Fontaine.
La leyenda del delantero francomarroquí nació por capricho del destino. Condicionado por la tendencia táctica del momento, el 4-2-4, el seleccionador francés Paul Nicolas confeccionó una línea ofensiva formada por Wisnieski, Piantoni, Vincent, Kopa y Bliard para desembarcar en Suecia. Sin embargo, este último sufrió una lesión de tobillo durante un entrenamiento al dar una patada contra el suelo, con lo que se quedó a las puertas de la cita mundialista. El elegido para llenar el vacío dejado por el delantero del Stade de Reims fue, precisamente, su compañero de equipo: Just Fontaine. La llamada le cogió por sorpresa, tanto que llegó a tierras escandinavas completamente descalzo. En el sentido más literal de la palabra, pues sus botas se habían roto escasos días atrás.
Cada uno de los 13 goles de Fontaine nació de las botas de Stephane Bruey, que le cedió su calzado para la disputa del torneo
Todavía no se ha escrito un relato en el que el héroe logre cumplir su cometido en solitario, y Fontaine dispuso de dos grandes aliados en el momento de acometer su particular hazaña. Dentro del campo encontró en Raymond Kopa, designado como mejor jugador del torneo, a su complemento perfecto. Juntos formaron una sociedad mortífera que absorbió el peso ofensivo de los ‘Bleus’ y que todavía aparece en las peores pesadillas de sus rivales. Pero nada de lo acontecido sobre el césped podría entenderse sin la figura de Stephane Bruey, artífice indirecto de los 13 goles de Fontaine. El centrocampista del Angers le ofreció sus propias botas durante la disputa del campeonato, ya que ambos calzaban el mismo número. “Me gusta decir que algunos de mis goles surgieron de la magia conjunta de los dos espíritus que cohabitaban en los zapatos”, recuerda Fontaine siempre que es preguntado por esa anécdota.
Sea por brujería o por simple talento, Fontaine no tardó en demostrar que ‘Monsieur’ Nicolas había tomado la decisión correcta al confiar en él. El día del debut en Nörrkoping, Francia pasó por encima de Paraguay (7-3) con un hat-trick del ariete nacido en Marrakech. La sensación de superioridad que transmitió el conjunto galo en el primer partido se evaporó durante el enfrentamiento ante Yugoslavia (3-2). La línea defensiva flaqueó, mientras que Wisnieski y Vincent se mostraron inoperantes en los extremos. Y aun así, Fontaine se las ingenió para anotar dos goles y provocar un penalti que no fue señalado. Por último, Francia avanzó hacia la siguiente fase tras una victoria gris ante Escocia (2-1), en la que Fontaine marcó y asistió a Kopa. Seis goles en los tres primeros partidos.
Aquel delantero que entró en la convocatoria como reserva terminó el torneo anotando 13 goles en apenas seis partidos. Récord que apenas fue reconocido, pues tan solo recibió un fusil de un periódico sueco como premio
En cuartos de final esperaba una Irlanda del Norte mermada tras las lesiones de Gregg y Peacock. El combinado británico aguantó hasta los últimos instantes de la primera mitad, hasta que Wisnieski abrió la veda. Fontaine, con dos goles, y Piantoni remataron la faena (4-0). Y entonces, llegó Brasil. Aquella apisonadora guiada por Pelé, Didí y Garrincha apenas necesitó dos minutos para adelantarse en el electrónico por obra de Vavá. Fontaine equilibró el resultado en el 9’ y, a partir de ese momento, Francia desapareció. Didí rompió las tablas y, en la segunda parte, Pelé sentenció con un hat-trick. Piantoni maquilló el resultado (5-2) y el combinado galo dijo adiós al sueño mundialista. En la final de consolación, ante la República Federal Alemana, Fontaine se desató. Gracias a sus cuatro goles, Francia obtuvo un meritorio tercer puesto tras pasar por encima de la vigente campeona del Mundo (6-3).
Aquel delantero que entró en la convocatoria de ‘Monsieur’ Nicolás como reserva terminó el torneo anotando 13 goles en apenas seis partidos. Récord que en su día apenas fue reconocido, pues tan solo recibió un fusil por parte de un periódico sueco como símbolo de su hazaña. Tampoco fue celebrado, pues Francia volvió profundamente decepcionada tras la goleada de Brasil. El valor del récord ha llegado con el paso del tiempo, ya que, muchas ediciones después, todavía sigue intacto.
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Fotografía de Imago.