Quizá por jugar descalzo su relación con el balón se hizo más estrecha. Ningún tejido se oponía entre su pie y el esférico, y puede que fuera aquello lo que provocó que pudiera domarlo como nadie en su época para enviarlo allá donde quisiera. A la red, normalmente. Porque era lo que más le gustaba. Y si Josef -‘Pepi’ para los amigos- jugaba sin zapatos no era por decisión propia. Era por obligación. Los Bican, residentes en Viena pero de origen checo, vivieron sumidos en la pobreza después de la Primera Guerra Mundial, de la que el padre de la familia, futbolista, regresó ileso, aunque poco después moriría a causa de una lesión en el riñón sufrida sobre el césped.
El pequeño Josef también quería ser futbolista, como su padre; e inició su propia historia en las categorías inferiores del Hertha de Viena. Precisamente el mismo club en el que jugó František, aunque su temprana muerte le arrebató la posibilidad de ver a su hijo marcando goles con la misma camiseta que él defendió. Después, Josef también pasaría por el Farbenlutz y el Schustek, antes de recalar en el Rapid de Viena, donde debutaría profesionalmente en 1931. Lo hizo ante el Austria de Viena, el gran rival ciudadano, con apenas 17 años. Era todavía un adolescente, pero aquello no fue impedimento para estrenarse a lo grande: un hat-trick para empezar. Toda una declaración de intenciones, pese a la derrota de su equipo por 3-5.
Formó parte del Rapid de Viena durante cuatro cursos. Y ahí comenzó a hacerse un nombre que le llevó, primero, a devorar las redes del fútbol austríaco y, después, a formar parte del ‘Wunderteam’, la selección con la que, de la mano de Matthias Sindelar, se quedaría a las puertas de la final del Mundial 34. Un año después de aquel hito marchó al Admira de Viena, donde permanecería hasta que el nazismo se cruzó en su camino con el Anschluss, como es conocida la anexión de Austria a la Alemania nazi. Y tras la invasión nazi, muchos de los futbolistas de aquella selección austríaca se negaron a jugar el Mundial de 1938 con la ‘Mannschaft’, entre ellos un Josef Bican que decidió poner tierra de por medio y regresar al país de origen de su familia para militar en el Slavia de Praga, donde acabaría convirtiéndose en una leyenda eterna.
Según dice la leyenda, Josef Bican era capaz de correr los cien metros en 10,8 segundos, solo tres décimas menos que el récord mundial de aquel entonces
De vuelta en Checoslovaquia, consiguió la nacionalidad, y pasó a jugar para la selección del país de sus padres. Con la que anotó, según dicen las cifras, 18 goles, además de los nueve tantos que se le computan con el combinado del Protectorado de Bohemia y Moravia, durante la invasión alemana a Checoslovaquia en la Segunda Guerra Mundial.
En sus años en Praga fue cuando, definitivamente, sus números acabaron por reventar. Ganó seis ligas con el Slavia. Pero no solo eso, también fue el máximo goleador de la competición en cinco ocasiones consecutivas, marcando, según dicen, hasta 534 goles en 274 partidos con el conjunto praguense. “Lo más impresionante que había en él eran las cualidades de goleador de las que hizo gala fuese cual fuese el estilo de fútbol o el sistema en el que jugase. En el fútbol, lo más importante es marcar goles, y él cumplió plenamente esa tarea”, dijo de él Josef Masopust, otro mito del fútbol checoslovaco.
A pesar de vivir por y para el gol, el fútbol de Josef Bican iba mucho más allá de disparar a puerta y sumar un nuevo tanto para su equipo. Aquello de jugar descalzo durante su niñez le otorgó un manejo de pelota delicado, suave, preciso, y también demostró una sensacional lectura del juego, tal y como apuntó años después el también ex del Slavia Jan Andrejkovič: “‘Pepi’ fue un jugador con todas las cualidades de una estrella. Tenía una excelente técnica con el pie izquierdo y con el derecho, cabezazos, gran posición en el juego, pase preciso, y, sobre todo, una gran capacidad goleadora”. Además, a todas estas características se le sumaba una velocidad diabólica porque, según dice la leyenda, Josef Bican era capaz de correr los cien metros en 10,8 segundos, solo tres décimas menos que el récord mundial de aquel entonces, una absoluta barbaridad para un futbolista en esa época, que le servía para dejar atrás a las defensas a base de sprints.
Esas condiciones no pasaron desapercibidas para los mejores clubes del continente, interesados en que sus cifras demoledoras se computasen mientras vestía sus camisetas. Uno de ellos fue la Juventus, que lo tanteó en 1948, pero a Bican no le convenció la idea de dejar Checoslovaquia para mudarse a Italia con el miedo de que, tras los acuerdos firmados al acabar la Segunda Guerra Mundial, se diera una sublevación comunista en tierras italianas. Se quedó en Checoslovaquia por temor a encontrárselo, y acabó viéndolo en su propia casa. El comunismo se estableció en territorio checo y Josef Bican, siendo una de las personas más influyentes del país, se vio enfrentado en diversas ocasiones con el Partido Comunista Checoslovaco. Primero, por negarse a afiliarse a él. Después, al abandonar el Slavia en 1949 por presiones del poder, que le acusaba de ser un burgués acomodado. Tras el conflicto con la dictadura comunista, pasó por las filas del Zelezarny Viktovice y el Hradec Kralowe, para regresar al club de sus amores en 1953 como jugador-entrenador, aunque bajo el nombre de Dynamo por imposición del régimen, que le desprestigió todo lo que pudo hasta dejarlo en el olvido.
“En toda mi carrera marqué 5.000 goles. Tengo entendido que Pelé, contándole los de los entrenamientos, hizo 1.500. Eso me lleva a pensar que entre Pelé y yo no hay color”
Después de tres años de vuelta en el Slavia, colgó las botas. Justo el mismo año en que la Copa de Europa dio el pistoletazo de salida. Y quizá sea ese uno de los motivos por los que los goles de Josef Bican nunca hayan resaltado de la misma manera que los del resto de grandes delanteros que ha visto el fútbol. Juntándose ello, también, al baile de cifras que hay alrededor de su figura, pues, a día de hoy, y según quién haga la suma, se le otorgan diferentes registros.
La Federación Internacional de Historia y Estadística de Fútbol (IFFHS) le apuntó 518 goles, contando solo los partidos de primera división; según la Rec.Sport.Soccer Statistics Foundation (RSSSF), y de acuerdo con la FIFA, llegó, en total, hasta los 805 goles en su carrera; diversos estadistas apuntan que en realidad fueron 759 tantos; la Federación Checa de Fútbol le confirmó recientemente 821 dianas. Y por si el lío no era suficiente, el propio Bican se atribuye a sí mismo otra cifra: “En toda mi carrera marqué 5.000 goles. Tengo entendido que Pelé, contándole los de los entrenamientos, hizo 1.500. Eso me lleva a pensar que entre Pelé y yo no hay color. Y eso que la Segunda Guerra Mundial me robó siete años buenos, cuando estaba en mi mejor forma. ¿Qué cuántos goles habría marcado en estos siete años? Pues seguramente una cifra respetable”.
Nadie se aclara con sus números, aunque lo que sí es evidente es que Josef Bican fue uno de los delanteros más prolíficos de la historia de este deporte y que, con el balón de por medio, luchó contra los totalitarismos, a los que tumbó con sus mejores disparos.
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Fotografía de Imago.