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Islas Marshall: fútbol o nada

Islas Marshall es el único Estado del mundo que no ha tenido selección de fútbol. Pese a la amenaza existencial que sufren hoy, lo quieren lograr

Islas Marshall

Este reportaje sobre el fútbol en las Islas Marshall forma parte del nuevo número de la revista

 

¿Se puede pensar en el futuro sin futuro? Imagina un lugar recóndito. Piensa en muchas, muchísimas, horas de vuelo. Escalas. Avión, avionetas, hidroaviones. Once horas de diferencia respecto a España. Todo, para llegar a cinco islas y 29 atolones que representan uno de los rincones peor tratados por el ser humano durante siglos y que, en pleno 2025, sobrevive para avergonzarnos. Sí, porque pese a ser un paraíso de playas, sol, cocoteros y temperaturas que nunca bajan de los 26 grados, este lugar existe, en gran medida, para avergonzarnos.

Primero, por las atrocidades ambientales en forma de 67 pruebas nucleares de los Estados Unidos entre 1946 y 1958. En una de ellas, en el atolón Bikini, explotó una bomba de hidrógeno 1.000 veces más potente que la de Hiroshima, devastando islas, matando a cientos de personas y provocando defectos de nacimiento y enfermedades hereditarias como resultado de la contaminación que, todavía hoy, hacen de este lugar uno de los que tienen más radiación del planeta. Y, después, por la inacción mundial, pues hace décadas que el crecimiento del nivel del mar por el cambio climático está transformando drásticamente la vida en las islas, haciéndolas cada vez más vulnerables. Aquí el nivel del mar ha subido tres veces más rápido que en cualquier otro lugar; si a esto le añades que el punto más alto tiene sólo diez metros, se entiende mejor la gravedad del asunto. La previsión más optimista habla de que en 50 años el país podría haber desaparecido bajo el agua, un temor que ha provocado que en 15 años su población haya pasado de 53.158 a 36.747 habitantes. ¿Se puede pensar en el futuro sin futuro? Bienvenidos a las Islas Marshall, el único país del mundo sin selección nacional de fútbol.

 

La República de las Islas Marshall sigue siendo el único Estado soberano del mundo donde todavía no hay selección nacional

 

EN BUSCA DE LA OFICIALIDAD

Al noreste de Australia y al este de Micronesia, en la más absoluta nada y hermanada con el abismo, Islas Marshall debe su nombre al capitán británico John Marshall, que exploró en 1788 unas islas ya pobladas por olas migratorias del sudeste asiático hace 3.000 años. Un lugar estratégico que en todo este tiempo ha pasado por manos españolas, alemanas, japonesas y estadounidenses. Todo ello tras desencadenar guerras, eliminar derechos a nativos y expoliar bienes hasta su independencia, en 1990. 35 años de soberanía real ostenta este paraíso destruido por los extranjeros, aunque sumido en una espiral de problemas irreversibles que condenan al territorio. ¿Y el fútbol? ¿Por qué un niño o niña expuesto al aire contaminado, al agua salobre, al desempleo (80%) y al consumo de carne en conserva y bolsas de patatas fritas (de los pocos alimentos que llegan desde Estados Unidos) puede tener interés en el fútbol? La respuesta es esperanza. La de hacerse escuchar; la de hacerse notar.

En este contexto, tratar de construir una selección na – cional de fútbol desde cero es, sin duda, uno de los mayores ejercicios de resistencia que jamás hemos presenciado en la historia de este deporte. El proceso, desde su embrión más puro, surgió en 2020, cuando se fundó la Federación de Fútbol de Islas Marshall (MISF) por empeño de su todavía hoy presidente, Shem Livai, director de una empresa energética.

 

Un entrenador inglés, Lloyd Owers, lidera el proyecto futbolístico del país. “Cuando llegué no había nada: ni campos ni jugadores”

 

Pero el escenario no era precisamente favorable: ni futbolistas, ni estadios, ni instalaciones, ni estructura… La nada más absoluta. Ahí surge la figura clave de toda esta historia, un hombre que decidió convertir su vida en una mezcla de amor, locura y activismo. Lloyd Owers, un exfutbolista amateur de Chelmsford (Essex) que entrenaba al equipo sub-23 del Oxford City, tenía un blog donde diseccionaba sesiones de entreno, artículos y entrevistas con otros técnicos. A raíz de una de esas charlas, creó lazos con algunos miembros de la selección de Samoa y estos ejercieron de altavoz entre las islas de Oceanía. Su nombre llegó a oídos del presidente marshalés Shem Livai, que no dudó en explicarle el proyecto: “El objetivo era desarrollar el deporte en las escuelas y nuestras dispersas comunidades, estableciendo un tra – bajo para crear futbolistas y, eventualmente, soñar con crear clubes para competir a nivel nacional”. Lloyd era la persona ideal para el desafío: “Ha sido todo como un torbellino, pero la oportunidad de formar parte de esta historia era demasiado buena como para desaprovecharla. Es un proyecto muy grande que va más allá del fútbol”, explica el seleccionador a Panenka

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