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“Fue caóticamente bestial”

Revivimos, de la mano de Ignasi Miquel, aquel brutal, orgásmico e inolvidable 5-7 del Arsenal en Reading, en el Madjeski Stadium, de hace ocho años

Well, what to say about that? What a game, escribía Sean Ingle, del The Guardian, al final del encuentro, mientras las pistolas aún humeaban.

“Fue una locura. Fue una locura. Fue bestial. Caóticamente bestial. Es lo más bestia que he visto y vivido nunca en un campo de fútbol”, acentúa, ocho años después, Ignasi Miquel (Corbera de Llobregat, Barcelona; 1992) al ser preguntado por aquel maravilloso, orgásmico, homenaje al fútbol que el Reading y el Arsenal (5-7) protagonizaron en la fría noche del 30 de octubre de 2012, en los octavos de final de la Copa de la Liga inglesa.

Abrigado por casi 24.000 hinchas, el cuadro local, que vivía su tercera y última temporada en la Premier League, saltó al verde del Madjeski Stadium con Adam Federici, Chris Gunter, Sean Morrison, Kaspars Gorkss, Nicky Shorey, Garath McClreary (Jobi McAnuff, min. 73), Jay Tabb, Mikele Leigertwood, Hal Robson-Kanu, Noel Hunt (Pavel Pogrebnyak, min. 73) y Jason Roberts (Simon Church, min. 90+3). Por el bando visitante, Arsène Wenger partió de inicio con un once repleto de suplentes y de jóvenes promesas; con Emiliano Martínez, hoy en el Aston Villa, bajo palos; Carl Jenkinson, Laurent Koscielny, Johan Djourou e Ignasi Miquel (Jernade Meade, min. 105+3) en la línea defensiva; Francis Coquelin y Emmanuel Frimpong (Olivier Giroud, min. 62) en la sala de máquinas; Theo Walcott, Serge Gnabry (Thomas Eisfeld, min. 62), aún menor de edad, y Andrey Arshavin en tres cuartos; y Marouane Chamakh como ‘9’.

A pesar de que sus mejillas rojizas, su rostro imberbe y su traviesa sonrisa infantil pudieran llevar a engaño, Arshavin era el único que superaba la treintena en un once con una media de poco más de 21 años, y sin hombres clave como Per Mertesacker, Thomas Vermaelen, Aaron Ramsey, Santi Cazorla o Mikel Arteta, que tres días antes había decidido, in extremis, el duelo de liga contra el QPR.

 

“Nuestra primera parte fue nefasta. Muy pésima. El ambiente era espectacular, increíble, y cada vez que llegaban nos marcaban. Nos masacraron”

 

Wenger cambió el once de arriba a bajo, con once modificaciones respecto al encuentro anterior, y al Arsenal, bisoño, inexperto en trincheras como la del Madjeski Stadium, le costó muchísimo entrar en el encuentro. “Nuestra primera parte fue nefasta. Muy pésima. El ambiente era espectacular, increíble, y cada vez que llegaban nos marcaban. Nos masacraron”, asiente Ignasi Miquel; que en la ronda anterior, frente al Coventry (6-1) en el Emirates Stadium, había celebrado su primer y único gol con la elástica del Arsenal, y su primera diana como profesional, al cabecear un centro desde la banda izquierda de Arshavin.

El primer gol de la noche llegó en el minuto 12, cuando Jason Roberts descubrió El Dorado a la espalda de Koscielny, en la frontal del área pequeña, para rematar un buen centro desde la izquierda de Hal Robson-Kanu, uno de los grandes referentes de la rebelde selección galesa que hizo historia en la última Eurocopa al alcanzar las semifinales. Seis minutos después, con el Reading monopolizando el balón y asediando por tierra, mar y aire a los ‘gunners‘, sin pólvora, el mismo Koscielny desvió hacia su propia portería un pase de la muerte de Chris Gunter desde el otro flanco, y apenas dos minutos después, en el 20′, poniendo la guinda a 20 minutos inolvidables para la ciudad de Reading, Mikele Leigertwood anotó el tercero con la ayuda de Emiliano Martínez, que al intentar repeler el disparo del mediocentro local se introdujo el balón en su arco. Ya en el 37’, con los ‘gunners‘ rotos, desnudos, incapaces de sacar agua de un barco ya hundido, el irlandés Noel Hunt arrojó aún más sal en la herida del Arsenal al rematar con la cabeza un gran centro de Garath McClreary desde la derecha.

En el epílogo del primer acto, ya en el tiempo de descuento, el veloz Theo Walcott, habilitado por Arshavin, le devolvió las constantes vitales al cuadro del Emirates Stadium al batir a Adam Federici en un uno contra uno. “Por lo menos hemos hecho uno. ‘Ya no es tan vergonzoso como con el 4-0’, pensé”, admite Miquel, exfutbolista del Arsenal, el Leicester, el Norwich, la Ponferradina, el Lugo, el Málaga, el Getafe y el Girona, y actual jugador del Leganés.

Ya en el segundo tiempo, Wenger intentó revolucionar el encuentro con la entrada de Thomas Eisfeld, hoy en el Bochum de la segunda división alemana, y de un Olivier Giroud que tan solo dos minutos después de pisar el verde, en el 64′, remató un saque de esquina servido por Walcott con un cabezazo imposible e inalcanzable para el cancerbero local.

El cuadro visitante había salvado su honor, y parecía que se contentaría con ello porque el encuentro se encaminaba hacia su final con el 4-2. Pero, ya en el 89′, el Arsenal, que nunca había remontado un 3-0 adverso en competición oficial, y Koscielny, retratado en casi todos los goles locales, se rebelaron contra el destino y el central galo celebró el 4-3 en un nuevo córner botado por el heredero del ’14’ de Thierry Henry, un Theo Walcott omnipresente, sobrehumano. Tan omnipresente, tan sobrehumano, que volvió a aparecer en el 96′ para escribir la penúltima línea de la epopeya ‘gunner‘ al firmar el 4-4: Chamakh colgó un centro al área a la desesperada, y Walcott lo cazó con su zurda para enviar la pelota al fondo de las mallas. Y el partido, a la prórroga.

“Era increíble. La euforia era increíble. Habíamos remontado un 4-0 en contra, y, sobre todo, lo habíamos hecho de una forma increíble, peleando hasta el final y con un gol en la última jugada. Recuerdo que algunos jugadores, creo que Coquelin y Giroud, presos por la euforia, incluso regalaron sus camisetas creyendo que había replay. Y que luego tuvieron que ir a reclamarlas para poder jugar la prórroga. Es solo una muestra más de lo increíble, de lo surrealista, de lo brutal, que fue aquel partido”, añade el exjugador del Arsenal, que había llegado a Londres en 2008 procedente del Cornellà.

El partido aún no había terminado. La obra aún no estaba completa, y el siguiente en estampar su firma en el encuentro fue un Marouane Chamakh; que en el minuto 103, asistido por Arshavin, batió al cancerbero local con un potente disparo desde el balcón del área. Algunos quizás pensaron que ahí había acabado aquel legendario partido. Pero, atento ratón de área, Pavel Pogrebnyak, aquel espigado delantero que había brillado junto a Arshavin en el Zenit y en la selección rusa, la gran sorpresa de la Eurocopa del 2008, decidió que no, que el Reading todavía tenía algo más que decir. Y en el 116′, a falta de apenas cuatro minutos por el final del tiempo extra, el ariete moscovita celebró el 5-5 con un cabezazo.

“Se me subieron los dos gemelos y tuvieron que cambiarme al final del primer tiempo de la prórroga. Y recuerdo vivir el 5-5 en el vestuario. Recuerdo sentir que el estadio casi se derrumbaba. En Inglaterra, el fútbol se vive de una manera diferente, quizás con aún más pasión que aquí. Se echan de menos esas gradas. Esa felicidad pura, genuina, que desata el fútbol en esas gradas”, asiente Miquel, nostálgico.

Los penaltis, inevitables, se presentaban como la única forma de resolver aquel partido de infarto, pero Walcott, que por aquel entonces contaba con 23 primaveras, se había reservado un último as en la manga. En el minuto 121, la defensa local rechazó de manera providencial, sobre la línea de gol, un duro chut de Arshavin, pero el ’14’, desatado, recogió el rechace en el área pequeña y, con el alma, con el corazón, anotó el 5-6. Arsenal must have won it now, gritaba el narrador de la televisión inglesa, ya exhausto de cantar goles definitivos.

Ya en el 123′, finalmente, Chamakh gritó el 5-7 definitivo al recoger un balón despejado desde la frontal del Arsenal en tres cuartos de campo y superar la salida del meta rival con una milimetrada vaselina. La asistencia se la dio, sí, Walcott, que “en su momento fue uno de esos augurios tan poderosos que actúan sobre el clima y en un simple pestañeo adelantan la primavera”, tal y como aseguraba Marcel Beltran en estas mismas líneas, y que completó un partido soberbio, con tres goles y tres pases de gol.

Mientras Chamakh celebraba su segundo tanto de la noche señalando el final del encuentro con las manos, la realización enfocó a los dos entrenadores. Wenger abría los brazos, como diciendo así es el fútbol, mientras Brian McDermott le miraba como un niño que, superado por el mundo, busca respuestas en los ojos de sus padres, y con los brazos cruzados detrás de la espalda observaba las ruinas del Madjeski Stadium, aún humeantes. “Ha sido fútbol kamikaze. Ha sido extraordinario, sí. Pero ha sido la peor derrota de toda mi carrera”, lamentaría justo después, en la misma sala de prensa en la que Wenger enfatizó que “hemos pasado del desastre al orgullo. Si juegas en el Arsenal sabes que no te puedes rendir. Perdíamos por cuatro goles, que podrían haber sido uno o dos más, pero nos levantamos, aunque en el minuto 89 todavía íbamos 4-2. Después sucedió el milagro. Es mi primer 7-5. Es un resultado de tenis”.

“‘Muy buen partido de tenis. Pero el siguiente que sea de fútbol’, nos dijo justo después del partido. Es un partido que recuerdo como si fuera hoy. Es el momento más emocionante de los años, repletos de momentos bonitos, preciosos, que viví en el Arsenal, un club que me dio muchísimo, que me lo dio todo, y que me permitió dar el paso a profesional, y que guardo en la cabeza y el corazón”, concluye Miquel, reviviendo el que fue el penúltimo de los 14 encuentros que llegó a jugar con el primer equipo del Arsenal.

Esa campaña, el conjunto ‘gunner‘ cayó en la siguiente ronda de la Copa de la Liga, en los cuartos de final, ante el Bradford City (1-1, 3-2 en la tanda de penaltis) de la cuarta categoría del fútbol inglés, que a su vez cedería en la final ante el Swansea de Michu. Y en la liga acabó cuarto, a 16 puntos del último Manchester United campeón, del último Manchester United de Sir Alex Ferguson, y en la Copa de Europa y en la FA Cup fue eliminado en octavos de final a manos del Bayern de Munich, a la postre campeón, y por el Blackburn Rovers. Pero por el camino dejó varias goleadas para el recuerdo: un 6-1 contra el Southampton, un 5-2 contra el Tottenham, un 2-5 y un 4-1 contra el Reading, un 7-3 contra el Newcastle, un 5-1 contra el West Ham, y un 4-1 contra el Wigan de Roberto Martínez, que acabaría descendiendo a la Championship junto al Reading y el QPR tras hacer historia al alzar la FA Cup.

Por encima de todas ellas, sigue, y seguirá, brillando aquel 5-7 de infarto frente al Reading en el Madjeski Stadium del 30 de octubre del 2012; el encuentro con más goles de la Copa de la Liga inglesa. Y una de las remontadas más brutales, más épicas, más salvajes, de toda la historia de este deporte.

 


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Fotografías de Getty Images.