Es difícil empatizar con los ‘fatiga’, pero todos hemos compartido vestuario con algunos de ellos. A veces hasta amistad. Son aquellos que, cuando tocaba hacer carrera continua, corrían como si estuvieran en una prueba olímpica. Los mismos que salían de voluntarios a la pizarra y afirmaban no conocer El Rincón del Vago. Prácticamente no eran capaces de controlar el balón pero, si los regateabas, volvían a aparecer delante de ti, como si hubieran usado los portales del Doctor Strange. No cesaban. Eran los mosquitos del verano. Si pudieran, rematarían un córner sacado por ellos mismos.
Estos tipos caen mal por naturaleza, por eso que se ha escrito mucho sobre los futbolistas vagos y muy poco de los ‘fatigas’. El romanticismo del jugador que corre porque no le queda más remedio, es incomparable con aquel que hace de Forest Gump durante 90 minutos. Al ‘fatiga’ le falta drama. Carece de historia para poder generar literatura cuando las cosas no salen bien. En 1991, el Atalanta estaba dispuesto a tirar la casa por la ventana para hacerse con el ‘Mágico’ González. Cuando los técnicos del equipo italiano fueron al Carranza para verlo en acción, este jugó mal a propósito para que acabaran descartando su fichaje. Además, el salvadoreño afirmó que nunca iría a jugar a un sitio donde no sirvieran ‘pescaito’ frito.
Prácticamente no eran capaces de controlar el balón pero, si los regateabas, volvían a aparecer delante de ti, como si hubieran usado los portales del Doctor Strange. Eran los fatigas. Y no cesaban
Es fácil congeniar con alguien como el Mágico. No tanto con aquellos futbolistas para los que no existe la cerveza de después y solo piensan en el entrenamiento de mañana. Da rabia enfrentarte a ellos, siempre bien ordenados, dispuestos a hacer un esfuerzo más cuando tú ya creías que se habían dado por vencidos. No disfrutan el fútbol, lo sufren como el obrero que ficha antes de entrar al curro. “Bueno, esto es lo que toca”, deben pensar en los instantes previos al encuentro.
Si fuera por los ‘fatigas’, Ramon Besa dejaría de hacer crónicas. Se aburriría de ver sobre el césped a 22 hombres fomentando el running, el pase fácil y la jugada que toca en cada momento. Al final, los que logran emocionarnos y por los que merece la pena pagar el precio de una entrada, son aquellos irreverentes a los que les gusta complicarse la vida. El mítico exfutbolista italiano Gianni Rivera, Balón de Oro en 1969, dijo que “ya no salen ni ‘baggios’ ni ‘tottis’ porque se prima la potencia frente a la técnica”. Tenía toda la razón. Cada vez hay menos espacio para lo inesperado. Fatigas.
SUSCRÍBETE A LA REVISTA PANENKA
Puedes conseguir el último número en nuestra tienda online.