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“Tener talento y ser un vago es escupir en la cara de Dios”

Charlamos con Bruno Demichelis, uno de los padres del Milan Lab, sobre cómo la tecnología mejoró las prestaciones de la plantilla rossonera

Psicólogo del primer equipo del Milan durante 22 años (1987-2009) y coordinador científico del revolucionario Milan Lab, Bruno Demichelis fue un pionero en la obtención y cruce de datos físicos, neuronales y psicológicos, ofreciendo al club rossonero la posibilidad de anticipar lesiones, mejorar las prestaciones anímicas de la plantilla y aumentar la longevidad de sus integrantes. Con la Mind Room, su gran invención, llevó a los futbolistas a explorar aspectos desconocidos, como la mente o las emociones.

¿Cuándo y cómo llegó al Milan?

En 1986, para trabajar en el equipo reserva. Pero con la llegada de Arrigo Sacchi, un año después, empecé a hacerlo en el primer equipo. En total fueron más de dos décadas, donde coincidí con maestros como el propio Sacchi, Capello o Ancelotti. Viví muchas aventuras. Y estuve ahí dentro cuando se conquistaron Champions, ligas o Mundiales.

Ya en los primeros años, vivió las horas más difíciles de Marco Van Basten. ¿Cómo fue aquella relación? ¿Cómo vivió la grave lesión del holandés, que acabó apartándole de los terrenos de juego?

Con Marco Van Basten tuve una relación muy cercana, lo admiraba mucho. Pasó momentos difíciles cuando tuvo que recuperarse de la operación, algo que le llevó más de un año. Todo el mundo lo comparaba con un cisne. Y sí, un cisne es muy elegante. Pero Marco Van Basten también era muy resistente, duro y enérgico. Esto es lo que probablemente nadie sabe. Y yo lo pude ver, especialmente, cuando tuvo que pasar por todo aquel dolor, algo que no solo fue físico, sino también mental y emocional. Luchar para recuperarse de sus problemas en la rodilla. Era muy joven, creo que todos los amantes del fútbol siempre lamentaremos el hecho que, probablemente, nunca hemos visto al Van Basten auténtico. Porque lo dejó demasiado pronto. Con Vas Basten solíamos hablar. Y algo que lo caracterizaba es que hablaba de todo excepto de fútbol. Filosofía, ciencia, vida, familia, valores, principios. De todo. Era un tipo muy curioso. Solíamos jugar al Backgammon. Un tipo muy inteligente, muy abierto y curioso. Así que fue un placer. Todavía guardo esos buenos recuerdos con él.

Usted es uno de los fundadores del Milan Lab. ¿Cómo nació y maduró esta idea hasta convencer al club de ponerla en marcha?

El primer estudio piloto llegó a finales de los 90. Pero la idea de prevenir y predecir siempre estuvo en mi cabeza. Y cuando llegó el doctor Jean Pierre Meersseman para ser el jefe médico, vi que su visión casaba mucho con la mía, la psicológica. Jean Pierre tenía mucho poder y consideración en el club. Y eso fue un empujón importante. No a la idea, que ya la habíamos desarrollado, sino a la hora de recibir el OK definitivo. El problema general en los deportes es que, a no ser que uses datos objetivos, tienes opiniones. Lo que ocurre es que, principalmente, la mayoría de equipos técnicos trabajan en base a la opinión, y los datos son más fuertes. Te diré por qué: si piensas en lo que pasaba hace 60 años, en todos los deportes, individuales y de equipo, los récords, las marcas… Todos se han mejorado absolutamente. Y no es gracias a que los humanos tengan mejor ADN, es porque la ciencia ha irrumpido con fuerza en el deporte, esa es la diferencia. Y con más ciencia, buena ciencia, ciencia como debe ser, datos objetivos, dando apoyo al cuerpo técnico, mejores son los resultados y las actuaciones de los deportistas. Eso es lo que pasa. Solo hay que mirarlo. Si todos los deportes han crecido un montón es gracias a la ciencia deportiva, no a la magia ni a la intuición. En el fútbol, por ejemplo, ya no solo se trata de comprar jugadores, se trata de desarrollarlos.

¿El fichaje infructuoso de Redondo, en el año 2000, fue uno de los motivos de la puesta en marcha definitiva del Milan Lab?

Lo recuerdo muy bien. Solo duró unas horas desde que llegó a Milanello. Me sirvió para demostrar que hay que investigar más y tener más datos objetivos para entender mejor cómo la fisiología total puede predecir incluso antes de que un jugador empiece a entrenar. Sin un laboratorio en condiciones, que vendría más tarde, es muy difícil. Porque cuando tienes a un jugador lesionado, sin datos objetivos, en lugar de buscar la causa acabas buscando culpables: el doctor, el preparador físico, el fisio, el entrenador… Y el club dice: “eh, nos habéis destruido un activo”. Si tienes datos, te avanzas a las consecuencias.

 

“Seedorf fue, sin duda, la persona más comprometida con todo lo que tenía que ver con el Milan Lab. Usaba todo lo que le decía la ciencia para mejorar su rendimiento”

 

El Milan Lab tenía varios aspectos de trabajo: el físico (prevención de lesiones y aumento de la longevidad) y el psicológico (mejorar la predisposición a competir y eliminar estrés). ¿Qué parte pesa más en el rendimiento de un jugador profesional?

Para responderte te diré que pienses en tu coche. Tu coche es un sistema, con muchas ramificaciones: el motor, el sistema eléctrico, el sistema hidráulico… ¿Cuál es el más importante? Al final, si uno falla, el coche se para, el coche no funcionará. Por lo tanto, hay que cambiar inmediatamente esta visión. Todos los subsistemas son igualmente importantes, porque si una de las pequeñas partes deja de funcionar, nada funciona correctamente. En un atleta, no hay ninguna parte más importante que la otra. Todo cuenta. Si tienes a un excelente jugador que no es capaz de controlar las emociones, rendirá menos. Y si tiene una mentalidad dura, es fuerte mentalmente, pero no es bueno técnicamente, también rendirá menos. ¿Cuántas veces has visto a jugadores con calambres? Los calambres son bioquímicos. Necesitan suplementos adicionales, porque puedes perder la Champions League por culpa de un calambre. Para ser proactivos, los clubes primero tienen que estudiar el perfil de cada jugador y ver qué deben hacer para que mejore.

Muchos vinculan el nacimiento del Milan Lab al gran Milan que alcanzó finales de Liga de Campeones en 2003, 2005 y 2007. ¿Existe una relación directa?

Es un hecho. Aquello no fue casualidad. Desde que desarrollamos la tecnología y las instalaciones, el entrenador contaba con una ayuda extra a la hora de tomar decisiones. Te voy a hacer otra analogía automovilística: que tengas un panel de información en tu coche no te hace mejor conductor, pero te ayuda a tomar buenas decisiones. Desde su puesta en marcha, ganamos dos Champions, llegamos a tres finales y reducimos un 91% las lesiones de una plantilla con la media de edad más alta de las grandes ligas. De nuevo, piensa en tu coche: si estás atento a la información que te da, tendrá una vida más larga.

En 2005 creó y dirigió la Mind Room, un nuevo paso en el Milan Lab. ¿Qué pasaba ahí dentro?

No era un lugar donde hablabas con alguien. Se trabajaba el bio y neurofeedback del futbolista. Así como un cinturón cardio recoge información de la frecuencia cardiaca y la transmite, por ejemplo, a un reloj, y esta información te dice si puedes aumentar o debes disminuir el esfuerzo, si recoges información de tu actividad cerebral, tendrás las claves para controlar tu sistema nervioso, tus emociones y reacciones. Una aproximación cognitiva y de comportamiento es vital para saber cómo motivar a la persona, cómo ayudarla a sobreponerse a situaciones negativas como el estrés o la creencia de que están limitados. Es como un GPS que guía al jugador.

¿Cómo se trabajó con Seedorf? Tengo entendido que hubo una estrecha colaboración con él para mejorar sus prestaciones físicas y psicológicas cuando llegó.

Clarence es una persona muy especial para mí. Tenemos muy buena relación y aún mantenemos el contacto. Como jugador era curioso, inteligente… Fue, sin duda, la persona más comprometida con todo lo que tenía que ver con el Milan Lab. Usaba todo lo que le decía la ciencia para mejorar su rendimiento.

Se lo comentaba porque desconozco si todos los futbolistas se mostraban predispuestos a someterse a la Mind Room.

Había que decían sí, otros que ponían peros, otros que se negaban… Claro que había jugadores escépticos con la Mind Room. Pero empezábamos por los que decían que sí sin dudar. Normalmente, los más entusiastas solían ser los mejores jugadores. Porque eran los que realmente querían mejorar. Los fuera de serie están obsesionados con progresar. Es así en todos los deportes. Piensa en los mejores de cualquier disciplina: están obsesionados con ser todavía mejores, siempre buscando la manera para ser mejores. Pero no te compran cualquier cosa. Tienes que demostrar que funciona. Pero si lo haces, tendrás a un cliente que viene y que llama a tu puerta cada mañana. Te persiguen para que les ayudes y son los más exigentes con los resultados.

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¿Con Gattuso se trabajó de forma especial para que alcanzara el nivel soberbio que todos conocimos?

El mejor Milan Lab para Gattuso fue su infancia en Calabria. Era un atleta mediano, asmático de niño. Si le quitas su increíble fe, su feroz deseo, su determinación, su corazón bravo, su honestidad, su integridad y su generosidad, si le quitas todo esto, lo que te queda es un jugador de segunda. Pero fue el jugador de mayor mentalidad que conocí en el Milan y gracias a ello se convirtió en una leyenda. Era increíble. Recuerdo muy bien cómo gritaba a Kaká, a Clarence o a Pirlo: “¡Bastardos hijos de puta! Lo que os sale casi sin entrenar a mí me ha costado diez horas y no llego ni a una porción de lo que habéis hecho”. Después de cada entrenamiento dedicaba horas para mejorar en lo básico. No tenía talento. Es el ejemplo de alguien que no nació campeón. Un día me dijo que entrenaba intentando subir las escaleras de su apartamento antes de que la luz que había encendido en planta baja se apagara. Y lo probó, y lo probó, y lo probó. ¿Te lo imaginas? Esa es la leyenda de Rhino, un hombre hecho a sí mismo, que lo logró todo gracias a su extraordinaria mentalidad y a sus características emocionales. Y eso es lo que potenciamos en el Milan Lab. El talento no tiene dueño, es un regalo de la naturaleza. Es el trabajo que haces con él lo que te pertenece. Si lo fías todo a lo innato, si posees ese talento y eres un vago, que te jodan. Estás escupiendo en la cara de Dios. No tendrás ningún respeto.

¿Cuándo y por qué se desvinculó del Milan Lab?

Un día Carlo Ancelotti me dijo: “¿quieres venir conmigo a Londres?”. Y pensaba que hablaba de un fin de semana y dije “de acuerdo, ¿por qué no?”. E insistió: “Vale, ¿así que puedo contar contigo?”. “Sí, claro”. Entonces me dijo que se iba al Chelsea. “¡¿Qué?!”. Así que la razón fue que Carlo Ancelotti me pidió que le siguiera para trabajar con él en Londres. Y fui el único que se llevó allí, para que desarrollara el laboratorio y la Mind Room en el centro deportivo del Chelsea. Esa fue la razón por la que abandoné el Milan Lab. Después ya me fui a Vancouver, porque cambié de deporte, me llamaron de un conjunto de hockey hielo.

¿Siente que se sigue aprovechando al máximo el Milan Lab o ha perdido efectividad dados los resultados deportivos recientes del Milan?

Amigo mío, te lo dije al principio: solo puedo hablar cuando tengo datos e información probada. Y ahora no la tengo. Solo sé que dos de los fundadores del Milan Lab nos marchamos. No sé lo que han hecho. Créeme, no sé lo que está pasando. Le deseo lo mejor al club, en el que pasé gran parte de mi vida. Así que ojalá puedan volver a los resultados del pasado, pero no sé mucho más.

El Milan fue la vanguardia con el Milan Lab y ahora muchos clubes lo están llevando a cabo a su manera. ¿Se siente orgulloso de su creación?

Cuando empezamos a difundir la idea, solo había incredulidad. Dentro y fuera. Cuando tienes éxito, todos quieren subirse a bordo. Y eso es lo que ha pasado, también dentro y fuera de nuestro club. Todos han tratado de seguir la idea. Pero no es tan fácil. Porque no es una tecnología que adquieres. La clave es la filosofía que hay detrás. La tecnología no marca la diferencia. La clave es la parte invisible, la parte cultural, la parte científica, no la tecnología. Y, por supuesto, la gente que trabaja ahí. Tenemos muchos clubes tratando de hacer lo mismo. Pero no es un proceso que se pueda poner en práctica solo un poco. Hay que hacerlo completamente.