Antes que Nick Hornby. Antes que Simon Kuper. Antes que Vázquez Montalbán y Javier Marías. A finales de los 50 y los 60, cuando el fútbol en Europa era una isla que no se relacionaba con la cultura ni con la política y era visto, hasta con cierto recelo, como un mero pasatiempo, un italiano empezó a tratar al balón como se merecía. No era un cualquiera: Pier Paolo Pasolini, escritor, director, mito. Cuando se cumplen 100 años de su nacimiento, el periodista Valerio Curcio sigue las pistas futboleras del intelectual italiano en su libro El fútbol según Pasolini (Altamarea, 2022). A partir de bibliografía, fragmentos literarios y sobre todo entrevistas propias, Curcio nos acerca al Pasolini aficionado y al Pasolini futbolista, dos facetas que ayudan a comprender al Pasolini director y, en definitiva, al Pasolini persona.
A Pasolini el fútbol le servía para entender a la gente.
El fútbol fue un elemento central en la vida de Pasolini. Como aficionado del Bolonia, como seguidor de la Serie A y especialmente como futbolista. Es algo que se ha perdido hoy en día. Ahora para jugar tienes que reunir a gente, reservar un campo… A Pasolini solo le hacía falta que alguien le trajera una pelota. En los rodajes o en los paseos por barrios, se encontraba partidos y jugaba. Muchos artículos corroboran que fue una actividad cotidiana para él. El fútbol lo entendía como una manera de entrar en contacto con las personas.
Sobre todo era una evasión.
El fútbol era una manera de volver a una vida más pura, una vida en la que no era ni poeta, ni intelectual, ni famoso. Era la única forma que tenía de no ser Pasolini y volver a ser Pier Paolo, el chico que jugaba cuando era niño. Con el fútbol resistía a la tensión enorme que comportaba ser Pasolini.
Ya como jugador unió fútbol y cultura.
Jugó en el SAS Casarsa, que tuvo la iniciativa de ser un club artístico-deportivo. No se llegó a cumplir, pero era un proyecto genial. Él quería que el equipo hiciera espectáculos, teatro y otras formas de cultura. Hablamos de 1945, por lo que era muy vanguardista. Esto demuestra que para él el fútbol no era un deporte, era una forma de cultura y de relacionarse con el mundo.
Pasolini contra Bertolucci. El derbi del cine.
Fue el partido más famoso que jugó Pasolini. Bueno, fue más que un partido. Se enfrentaron dos formas de hacer cine y cultura desde la izquierda. Los dos estaban en Parma rodando sus películas: Pasolini, Saló; Bertolucci, Novecento. Ellos se habían alejado porque Pasolini había criticado las últimas obras de Bertolucci. Laura Betti, amiga en común, organizó el partido para celebrar el cumpleaños de Bertolucci. Se enfrentaron en dos equipos, aunque Bertolucci no jugó. El equipo de Pasolini llevaba la camiseta del Bolonia, y el de Bertolucci una más psicodélica, diseñada por la costurera de Novecento con el objetivo de confundir al rival. Ahí se demostraba que Bertolucci no entendía nada de fútbol. El equipo de Pasolini perdió porque Bertolucci contrató, como admitieron los jugadores de su equipo, a juveniles del Parma. Entre ellos estaba Carlo Ancelotti. Esto no aparece en el libro porque no pude confirmarlo en ese momento.
El partido no resolvió los problemas entre Pasolini y Bertolucci.
Más bien los aumentó. Los dos equipos se fueron a un restaurante juntos, pero no se hablaron. La tensión previa no solo nacía de que a Pasolini ya no le gustaran las películas de Bertolucci. Los dos hacían cine de izquierda, pero era muy diferente. Con Novecento, Bertolucci dirigió una película con temática de izquierdas, pero en realidad era una producción enorme, al estilo americano. Estaba hecha con mucho dinero, actores importantes y se rodó en mucho tiempo. En cambio, Saló, de Pasolini, era de verdad una película de vanguardia. La producción puso mucho menos dinero, y eso que era la misma empresa. Fue la película rica contra la película pobre.
Pasolini no veía problema en que el fútbol fuera el opio del pueblo.
Ahora es raro que un intelectual o escritor de izquierdas hable mal del fútbol. Todo el movimiento literario inglés y sudamericano ha roto el estereotipo. El fútbol está muy aceptado. Pero antes, en los 50 y 60, Pasolini fue el primer intelectual que no soló aceptó el fútbol, sino que además le dio un valor social y reconoció su utilidad en movimientos políticos y de conciencia de clase. Reconocía que era el opio del pueblo. Cuando los obreros iban al fútbol, no estaban ejerciendo la lucha de clases, pero creaban comunidad.
Pese a las contradicciones.
Él se catalogaba como intelectual comunista y aficionado al fútbol. Conocía perfectamente las contradicciones de su pasión. No es un ilusionado del fútbol como mundo puro. Sabía que en su momento el fútbol ya era un negocio. Reconocía que tenía las manos sucias, por eso se veía con la legitimidad para hablar de fútbol. Lo hacía desde los campos de barrio o desde los estadios, no desde su estudio de intelectual. Fue la primera vez en Italia y seguramente en Europa. Luego llegaron muchos.
“Los aficionados, periodistas y escritores sabemos que el fútbol es un mundo en el que ser coherente es muy difícil. Ser aficionado significa ser incoherente”
El fútbol apenas aparece en sus películas.
No hay que sorprenderse. Las pasiones de los artistas no siempre entran en sus obras. En algunos escritos aparece de fondo, sin estar la trama centrada en nada del fútbol. En el cine es verdad que no aparece nada. No tengo una respuesta, pero imagino que no ha tenido la necesidad. Creo que es muy complicado hacer ficción sobre fútbol. El fútbol ya es un relato y una historia en sí mismo.
En el libro hay artículos, recortes de prensa y sobre todo muchas declaraciones.
He trabajado durante dos años. La mitad ha sido documentación en bibliotecas y archivos para encontrar diarios, y la otra mitad en la calle. Lo más importante ha sido hablar con gente mayor, por encima de los 65 años. Para hacerse una idea de lo que jugó, mientras me documentaba e incluso después de la publicación, he encontrado a mucha gente que jugó con él o familiares que lo habían hecho. Si la gente ha jugado con Pasolini, se acuerda.
Se cumplen 100 años de su nacimiento. Es un mito para lo bueno y para lo malo, por la proliferación de productos sobre Pasolini que él hubiera criticado en la sociedad de consumo.
Sí, también con los libros [ríe]. Vengo del Salón del Libro en Turín y cada editorial tenía como mínimo un libro de Pasolini. He intentado hacer un trabajo de investigación y no caer en el romanticismo de Pasolini jugando al fútbol. He tenido mucho miedo con este libro porque no soy investigador profesional ni trabajo en la universidad. Soy periodista y no era tan experto sobre Pasolini. Ya se había escrito mucho sobre él y quería hacer algo sin estereotipos. Lo de Ancelotti, por ejemplo, lo habían escrito muchos, pero yo no tenía pruebas. Sin eso es un libro peor, pero no lo tenía confirmado.
El balón para conocer a un personaje con contradicciones.
Al profundizar en la relación entre Pasolini y el fútbol, se conoce mejor al Pasolini como personaje incómodo. Por ejemplo, por su frase sobre el fútbol y las mujeres [‘Que las mujeres jueguen al fútbol es un desagradable mimetismo un poco simiesco’]. Seguro que nadie la escribe en redes sociales para tener mucho likes. Pero también hay que decirlo, porque también es Pasolini, un personaje imperfecto. Los aficionados, periodistas y escritores sabemos que el fútbol es un mundo en el que ser coherente es muy difícil. Ser aficionado significa ser incoherente. El mismo penalti para tu equipo es justo y para el rival es equivocado. Puedes ser la persona más correcta del mundo, pero ser aficionado te lleva a contradecirte. Pasolini lo dice explícitamente y reivindica sus contradicciones. Incluso hoy hay mucho moralismo, desde el aficionado, desde la izquierda… A mí no me gusta la frase ‘odio eterno al fútbol moderno’. Pasolini nos enseñó a aceptar las contradicciones del fútbol.
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Fotografías cedidas por el autor.