Julen Lopetegui (Asteasu, Gipuzkoa, 1966) ha sido nombrado recientemente nuevo seleccionador de España. De las porterías de Las Gaunas a un traspaso frustrado a la Sampdoria; del banquillo del Camp Nou al césped de Payaso Fofó; de cierta inquietud por la pizarra a uno de los técnicos más fiables de la prolífica cantera española. Habiendo dirigido a las categorías inferiores de la selección, sub-19, sub-20 y sub-21, es un fiel conocedor del estilo de la Roja. Fue campeón de Europa dirigiendo a jugadores como Morata, Thiago o De Gea, que ahora tiene a sus órdenes en la absoluta. Recuperamos esta entrevista realizada en 2013, justo antes de ganar el Europeo sub-21, donde explica su trayectoria y su filosofía.
¿Le sigues dando vueltas a tu carrera como jugador?
No muchas, la verdad. Pero la recuerdo como una parte maravillosa, eso sí.
¿Crees que si hubieras nacido en una época como la actual podrías haber vivido una carrera más prolífica?
Hombre, en mi época había una generación sensacional de porteros españoles. Paco Buyo, Abel Resino, Cañizares, Cedrún, Molina, Ablanedo, Zubizarreta. Pero no pude elegir las lesiones. Podría haber jugador en el extranjero pero entonces no era normal que un portero saliera de España.
¿Dónde?
En Italia, la Sampdoria estuvo muy cerca de ficharme cuando estaba en el Logroñés. Pero antes la posibilidad de jugar en el extranjero la mirabas muy de reojo, porque no había ese hábito creado como ahora. Hoy las distancias han desaparecido. Ahora todos los torneos del mundo nos son familiares, todo es más cercano. Mis hijos se conocen a todos los futbolistas de la liga italiana, o inglesa o alemana casi como la española. Ahora es algo mucho más normal. Las fronteras no existen. En esa época era diferente y, ante la duda, te quedabas en casa.
Pude jugar en la Sampdoria pero en mi época era algo remoto
Y fichaste por el Barça. En 1994 y tras viajar con la selección española al Mundial de los Estados Unidos…
No me arrepiento. Te aseguro que incluso de las situaciones que la gente puede vislumbrar como negativas guardo un recuerdo muy cariñoso. Son capítulos que me han ayudado a crecer y creo que cada uno necesita vivir cosas buenas y malas en su vida para su progreso personal. Lo peor que yo experimenté como futbolista fueron las lesiones. La espalda me hizo sufrir mucho. La máxima exigencia apareció delante de mí y por culpa de las lesiones no pude ofrecer una respuesta óptima.
¿Cómo ocurrió?
Durante mi último año en Logroño empecé a arrastrar problemas de espalda. Cuando fiché por el Barça no tuve la sensación de poder competir bien porque no podía ni entrenar bien, tenia un problema en dos hernias discales y ahí andaba con problemas, que no me dejaban estar al 100% pero tampoco me apartaban definitivamente de la práctica. Todo muy frustrante.
¿Cuando llegaste al Barça ya sabías que no volverías a ser el mismo?
No lo vislumbras el primer día. Lo vas digiriendo poco a poco. Vas viendo que no se cura, y al final entras en una situación en la que lesión va degenerando y empiezas a asumir que no vas a volver a ser el mismo.
¿El club te ayudó a gestionar aquel proceso?
Al final tratas de apoyarte en todo, lo que te proponía el club y lo que tú creías que era mejor para ti… Si me hubieran dicho que tenía que subir a la Torre Eiffel y tirarme de cabeza lo habría hecho porque el nivel de desesperación aumentaba.
Tres años y muchas suplencias después, recalaste en el Rayo Vallecano…
Sí y pude volver a competir bien, aunque a un nivel de exigencia menor. Mi lesión no la iba a curar nunca pero sí la conocía mejor. Nunca me encontré igual que en el Logroñés, donde estuve en mi plenitud física, pero pude volver a sentirme útil.
¿Por aquel entonces ya te implicabas en cuestiones de pizarra?
Como jugador siempre tuve la inquietud de saber el por qué y el para qué de las cosas. De hecho, yo era un preguntón en los vestuarios. Siempre estaba pendiente de las charlas técnicas, del por qué se hacían las cosas de una determinada forma. En esa etapa en Vallecas tuve claro que me gustaba el mundo de la planificación, de los entrenamientos, de la gestión. Así que compaginé mis últimos años en activo sacándome varios títulos de entrenador.
Siempre estaba pendiente de las charlas técnicas, del por qué se hacían las cosas de una determinada forma
¿Esas inquietudes por entrenar son habituales en un vestuario?
Yo creo que a los jugadores muchas veces se les otorga una respuesta a las situaciones tácticas que no todos tienen. Esa es mi sensación. Es obvio que hay jugadores más receptivos, más inteligentes, más reflexivos. Pero al final están en su rol de jugar, que es lo que debe ser.
¿Manejas jugadores con esas inquietudes?
Hay algunos que sí, aunque luego te puedas equivocar. Yo estoy seguro que yo con 20 años nadie hubiera apostado por que acabaría siendo entrenador. A estas edades tienes otras prioridades.
¿Cómo viviste la llamada de la Federación española?
Con mucha ilusión. Fue Fernando Hierro quien contactó conmigo para decirme que querían que formara parte del cuadro técnico. La respuesta fue inmediata. Me ilusionaba muchísimo. Ya he estado tres temporadas, con diferentes responsabilidades, y sigo igual de encantado que el primer día.
¿Pensaste en dedicarte al fútbol formativo?
Empecé en el Rayo, aunque estuve poco tiempo. Luego pasé a las categorías inferiores del Real Madrid y acabé como seleccionador. Al final es entrenar. Pero sí que es cierto que hay matices entre un entrenador a un seleccionador. La gente desconoce bastante la labor de los seleccionadores. Te obliga a ser muy cercano con el jugador, a tener la sensación de que no tienes una segunda oportunidad. Debes tenerlo todo muy bien estudiado y filtrado. Porque al final compites en poco tiempo y no puedes equivocarte. Eso te exige como técnico.
¿La gestión del vestuario es también distinta?
Estás limitado por el tiempo. No posees un día a día para generar complicidades. Y debes aprovechar las convocatorias de otra manera. Te obliga a ser más intenso a la hora de convencer al jugador. Porque si alguien hace algo de forma convencida lo ejecuta mucho mejor.
¿Pesa el hecho de trabajar con edades tan definidas?
(Como seleccionador sub-21) Obliga a ser más cercano. Estos chicos están en una edad importante en sus carreras y conviven con el mundo profesional, algunos tienen o han tenido una aparición fulgurante y de repente sufren un parón importante. No siempre hay continuidad, pasan de ser jugadores muy importantes en sus filiales a no ir convocados con sus clubes. Compartir y convivir con estas realidades no es fácil para algunos jugadores. Nosotros tratamos de ofrecer tranquilidad y confianza en situaciones conflictivas para sus carreras. El mundo profesional es tremendamente exigente y duro. Por eso en casos determinados de futbolistas que han pasado situaciones complicadas tratamos de darles cariño. A veces una convocatoria con la selección es para el chico una válvula de escape, una inyección de confianza.