
Con motivo del dossier sobre Josep Guardiola que publicamos en el último número de la revista, el periodista Chema Erre mantuvo hace unas semanas una intensa charla con Narcís Julià para tratar de entender mejor qué significó para el Barcelona tener al de Santpedor sentado en su banquillo durante cuatro temporadas. Julià es de los pocos que conoce a la perfección el método analítico y la personalidad del nuevo técnico del Manchester City, pues ambos compartieron vivencias, charlas y conocimientos cuando coincidieron trabajando en las instalaciones del club azulgrana. De sus palabras se desprenden reflexiones y anécdotas que nos ayudan a dibujar mejor el perfil de ese genio complejo y abstracto que constituye Guardiola. Recuperamos la entrevista en bloques para no perder todos esos matices de la conversación que desgraciadamente -por una cuestión de espacio- no tuvieron cabida en el papel.
“En el proceso de ser el mejor equipo, él pensaba que también había que ser el mejor club. Lo importante no era solo el día a día en el campo”
En ese proceso para ser el mejor equipo, él pensaba que había que ser también el mejor club. No solo el día a día en el campo era lo importante. La organización debía estar al servicio de la continuidad de la idea. Así que buscó la figura de Zubizarreta porque entendía que podía representar la continuidad del proyecto el día que él se fuera. Creamos así un departamento de metodología, otro exlusivo para los porteros… Con Pep siempre nos reuníamos para planificar en noviembre, febrero y mayo, fijando filtros. Le incomodaba y le inquietaba bastante pensar en el futuro”.
Pep cambió los hábitos del club. Se llevó al equipo a entrenar a la Ciudad Deportiva, instauró un control de nutrición, con los desayunos y las comidas conjuntas, ampliando la jornada más allá de lo que duraban los entrenamientos. Se hacía un trabajo de prevención antes y después con gimnasio, fisioterapeuta… También dejó de concentrar al equipo antes de los partidos porque confió en los hábitos de profesionalidad de los jugadores. Exigía mucho, pero también concedía libertad. Recogía cuerda y soltaba. Un día, sobre esto, sobre la obligación de cenar juntos después de los partidos, me contaba Tito que le fue Víctor Valdés y le dijo: “Joder, al principio pensaba que eráis unos iluminados, pero a mi cenar así me va de narices, el día siguiente estoy mucho mejor”. El jugador sentía que mejoraba, que todo aquello era bueno para él. Pep cambió la percepción de lo que era un entrenador, porque antes no se veía esa dedicación tan exagerada y exclusiva en un banquillo.
Aunque, ante todo, Pep es talento. Veía y ve cosas que los demás no vemos. Imaginaba lo que sucedería en un partido y además tenía la capacidad para transmitirlo delante de 22 cracks. Talento y método son una combinación perfecta. Él solía explicar aquella anécdota en la que se encerraba en el despacho, veía al rival y llegaba un momento en el que hacía ‘click’ y entendía que ganaba seguro. Pero hasta llegar ahí había mucho análisis previo de sus colaboradores. Ellos le separaban el grano de la paja y le enfocaban hacia esa visualización final.
“Detrás de un futbolista puede haber solo talento y que este se exprese en el campo. Un jugador no necesita de grandes procesos. Pero un entrenador es distinto”
“Había visto muchos entrenadores que por muy buenos que fueran salían mal de la entidad. No era miedo a no ganar. Era que estaba en su casa. Le preocupaba eso”
Hay otra historia que también sirve de ejemplo. Antes de entrar en el Barça, tuve la oportunidad de volver a verlos entrenar. Era entre la final de Copa contra el Athletic y la de Champions en Roma. Fui con mi hermano y hablamos con ellos. Comentamos la final contra el Athletic, cuando los centrales del Barça, en la salida, los tiró casi hasta la línea de fondo, haciendo el saque de portería hacia atrás. Quise preguntarle por eso. Y me contó que eso no era suyo, que eso se lo había visto a un entrenador en México. La gente pensaría que era una innovación táctica suya, pero estaba inspirada en algo que él había aprendido previamente. Luego recuerdo que le hice un comentario jocoso. Ya habían ganado la liga y la copa, y les dije: “Si ganáis el triplete, ya os podéis retirar”. Pero Pep, fíjate cómo funciona su cabeza, se volvió a Tito y le afirmó: “Este es un hombre sabio”. Me sorprendí. Ahí vi que Pep estaba obsesionado por salir bien del Barcelona. Había visto muchos entrenadores que por muy buenos que fueran salían despedidos o muy mal de la entidad. No era miedo a no ganar. Era que estaba en su casa. Le preocupaba eso. El primer año ya lo tenía en la cabeza. Y aguantó tres más”.

“Yo ya percibí que se estaba resintiendo. El último año vi muchas dudas en él. Retrasó mucho la decisión de la continuidad, y al final anunció que se iba después de perder en semifinales de la Champions contra el Chelsea. Él entonces tuvo claro que se había acabado. A partir de ahí, le iba a costar más. Fue cuando dijo en rueda de prensa aquello de que “nos haremos daño”. Estaba seguro de que el ciclo se había acabado y que quería salir bien del Barça, con buen regusto. Era su casa y su vida. Estaba muy obsesionado con eso, con salir por iniciativa propia. Yo aquello lo comprendí. Para nosotros fue una putada porque el proyecto dependía mucho de su figura. Pero si me pongo en su papel, lo entiendo. Yo hubiera hecho lo mismo. La presión a la que te somete este club es tremenda. Para los que nos quedamos, fue una faena porque perdimos al mejor entrenador posible. Por eso apostamos por darle continuidad a la idea con el perfil de Tito Vilanova”.
“Pep nunca hizo ninguna declaración egocéntrica. Lo que pasa es que en el Barcelona a veces no es tanto lo que digas como lo que otros quieran ver en ti”
Pero es que con Pep se focalizaba todo el éxito en su aura. Inevitablemente, al jugador también puede sentarle mal ese modo de encarar las cosas, porque al final él es quien juega. Sé cómo son los vestuarios y cómo piensan los futbolistas. Quizá el jugador no se dio cuenta que había un entrenador que le había dado unas herramientas para ser más bueno. Es posible que hubiera un punto de reivindicación humana en esa primera vuelta brutal de Tito. Pep, de todos modos, nunca hizo ninguna declaración egocéntrica. Al contrario. Recuerda aquello de que “el secreto es que son muy buenos”. Lo que pasa es que en el Barcelona a veces no es tanto lo que digas como lo que otros quieran ver en ti. Puedes tener un control, pero luego desde fuera pueden modificar tu figura. Eso es lo que quizá pudo perjudicarle de cara a la plantilla”.