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El fútbol cuando eres Islas Salomón

Felipe Vega Arango se embarcó en una aventura por las Islas Salomón para hacer crecer el fútbol del país. Lo consiguió, y cerca estuvo de plantarse en Rusia'18

Un país al que cuesta ubicar, con nombre vinculado a leyendas eternas y con playas exóticas que mutiplican ‘likes’ en las redes, podría parecer una aventura dorada. Cuando la misión es levantar al fútbol más amateur del planeta, sin ninguna inversión, con futbolistas enfermos de malaria y depresivos por el 75% de paro nacional, el caos consume cualquier energía. Todas, menos las de Felipe Vega Arango, el conquistador español que logró la mayor sonrisa jamás imaginada en el fútbol de las Islas Salomón.


Las Islas Salomón son un archipiélago de Oceanía situado al noreste de Australia y al norte de Nueva Zelanda cuya capital es Honiara (situada en la isla de Guadalcanal, donde tuvo lugar una de las victorias de Estados Unidos sobre Japón durante la Segunda Guerra Mundial). ¿Por qué se llaman Islas Salomón? Pues en eso los españoles tenemos mucha culpa porque allá por 1568, un explorador llamado Álvaro de Mendaña (leonés con familia pudiente en Perú), partió desde Lima rumbo a la isla llena de oro de las que hablaban las leyendas (la historia de las Minas del Rey Salomón) y aunque jamás pudo someter por completo a los salomonenses y sí descubrió varias islas, nunca pudo dar a conocer aquella rumorología eterna que lo hubiera bañado en oro. Hoy, con apenas 600.000 habitantes (95% de ellos melanesios), es uno de los lugares más paradisiacos del planeta por sus brutales paisajes, playas y puestas de sol pero, igualmente, uno de los sitios con mayores problemas de salud, de economía y de derechos sociales. Y, aun así, el fútbol es, realmente, su particular mina de oro.

Sí, cierto es que hoy están en el puesto 139 del ránking FIFA (su mejor posición fue hace una década en el 120) y que eso equivale a niveles de selecciones como Chad, Birmania o Afganistán. E incluso si miramos sus grandes éxitos, no podríamos usar el plural porque tan solo encontramos un segundo puesto en la Copa de las Naciones de Oceanía en 2004. Nunca apareció en una fase final de un torneo importante a nivel planetario, y de jugarlo sería un sueño ni tan siquiera permitido entre los más optimistas de las islas. Sin embargo, hay una dinámica que demuestra que algo está cambiando pronto en su fútbol y que ha empezado a dar pasos de gigante con la simple ejecución de un plan, sus metas ahora parecen mirar más alto. Tanto que, como sucediera hace muchos siglos con Álvaro de Mendaña, nuevamente fue un español, explorador futbolístico, quien puso luz en la sombra para crecer con la pelota como elemento común.

Ha sido tan creciente la demanda de profesionales españoles vinculados al fútbol (en algunos lugares absolutamente irracional respecto a lo que nuestra historia marcaba como porcentaje normal), que hoy es muy sencillo encontrar un andaluz en Panamá, un gallego en Nepal o un manchego en Groenlandia si hiciera falta mano de obra futbolística. Y ojo, no hablamos de futbolistas que, debido a los éxitos desarrollados en el césped, sí son los que más crédito han ganado. Ahora, la llamada llega para todos. Desde preparadores físicos a psicólogos, pasando, claramente, por entrenadores. Y es que nada menos que once técnicos españoles fueron campeones de algún título planetario durante 2017. Un registro que no puede igualar ningún otro país del mundo. Más que Alemania, Italia, Argentina o Brasil. ¡Increíble! Por ello, hasta cierto punto, decir que un gijonés es el seleccionador de un lugar tan recóndito y exótico como Islas Salomón, no tiene la incredulidad de antaño por más que siga siendo algo increíblemente bestial apenas retrocedamos unas décadas. Felipe Vega-Arango, que fuera entrenador de las categorías inferiores del Sporting (hijo del famoso presidente del club gijonés), trabajó siempre abierto a cualquier llamada de la pelota y una serie de colaboraciones que la Liga realiza por todo el mundo fue su excusa ideal para intentar iniciar un reto mayúsculo, mucho más de lo que jamás hubiera imaginado, en epicentro melanesio.

 

“Es un país subdesarrollado, caótico, tercermundista… En ese contexto, claro, el fútbol simplemente subsiste porque tampoco hay inversión para ello”

 

“En España y en ciudades pequeñas como Gijón, siempre te van a mirar más con lupa. En el extranjero siempre me trataron mejor, estuve en Estados Unidos muy cómodo hace años y, cosas del destino, acabé en Islas Salomón. Yo mandé un currículum a la Liga de Fútbol Profesional porque sabía que ellos estaban expandiendo gente al extranjero, a academias y centros así. Un día me llaman y me dicen que hay la opción de ser Director Técnico en Islas Salomón. Y, bueno, dije que sí. La situación en España tanto laboral como de entrenadores era complicada y, como hablo inglés, me animé a la aventura”, explica en ElEnganche Podcast el técnico gijonés, que admite que no tuvo que acudir al mapamundi a buscar dónde estaba su nuevo destino porque es un enamorado del mar y ya había estado en Hawai años atrás, demostrando que todas esas islas exóticas formaban parte de su conocimiento global gracias al amor por el mar.

“Cuando supe mi aventura, me puse a leer esa noche durante horas, toda la madrugada despierto leyendo, buscando cosas, entendiendo el lugar que me iba a acoger y, la mañana siguiente, ya sabía todo sobre Islas Salomón. Eso sí, cuando llegas es diferente. Es un país subdesarrollado, caótico, tercermundista, clima tropical, muchos mosquitos, malaria, dengue, desempleo del 70% entre la sociedad… En ese contexto, claro, el fútbol simplemente subsiste porque tampoco hay inversión para ello, pero precisamente por eso, si se trabajaba bien, se iba a notar pronto una mejoría”, destaca el técnico que, al poco de llegar, vio como la idea inicial de su rol y aventura, tomaba un carácter absolutamente prioritario en la historia del fútbol salomonense.

“En semanas, ya había preparado un estudio amplio sobre cada categoría, sobre niños, adolescentes, juveniles y todo el que pudiera aportar a las diferentes categorías mientras era ayudante de Moses Toata, el seleccionador. Y con todo esto, un día llega Moses y me dice que está cansado de no poder progresar y que la única forma de crecer era meter en su lugar a un técnico extranjero con buena titulación. Que yo era la opción más interesante. Lo hablé con la federación, dije lo que Toata opinaba y dijeron que ocupara yo su cargo, que a ver si era algo que estimulara a todos y lográbamos ganar a Papua Nueva Guinea. Y esto, que puede parecer sencillo, fue un paso adelante que necesitaba tomar medidas. Lo primero que hice fue sacar de la selección a un montón de futbolistas que estaban acomodados porque aprovechaban la situación y no venían, a dar paso a otros más jóvenes, a buscar un entrenador de porteros, que solo había uno en la isla, encontrar un asistente… Y es que el único futbolista que juega de manera, digamos, un poco más seria, lo hace en el Auckland City de Nueva Zelanda [Micah Lea’alafa] y, para tener un sueldo, trabaja en otras cosas y tareas para el club. No hay nadie profesional en todo el país. Pero, al final, empezaron a salir las cosas, ganamos a Papúa Nueva Guinea [en dos partidos increíbles] y… mejoraron las cosas”, explica contextualizándolo todo el propio entrenador, que se basta de un par de ejemplos para que el resto del planeta alucine con la idea real de cómo es dirigir a una selección nacional cuando estás en el mundo exótico, alejado de todo y, desde luego, a años luz de lo que consideraríamos mundo futbolístico competitivo.

“El asistente de entrenador que tengo es policía, el entrenador de porteros es pescador, tengo jugadores que trabajan en construcción, otros que no tienen trabajo y dependen de que la mujer trabaje, fontaneros, carpinteros y, como amateurs, necesitan trabajar de otras cosas. Es más, hay veces que vienen a entrenar y me dicen que llevan todo el día levantando piedras y que no les haga trabajar más. Ese día les mando al fisioterapeuta para que se hagan masajes y adelante. Pero tienen más problemas. Hay padres que acaban por quitar el balón a sus hijos para cambiarlo por arroz o cualquier otro alimento. Hay pobreza extrema. Por eso, sé que he sido muy duro. Los primeros entrenamientos eran tan fuertes para ellos que algunos futbolistas hasta vomitaban. Tenía que ser duro con ellos pero, a la vez, honesto. Cuando ellos vieron que no acudían más aquellos futbolistas que eran unos ‘pintas’ que se aprovechaban de todo lo que se había generado en la selección y no trabajaban nada, pues los nuevos y los jóvenes se estimularon y dieron un paso adelante conforme yo les exigía. Negocié con el presidente que les pagara un poquito más por entrenar para ayudarles en su vida normal, siendo amable con ellos, sinceros, honestos y saber que son personas y, al final, el tacto humano es importantísimo. Sin ser canalla y trabajando, me porté bien con ellos y así nos unimos todos. Igualmente, aquí empiezo un día a trabajar a las ocho de la mañana y salgo a las ocho de la tarde porque no son entrenadores titulados, tengo que preparar todos sus entrenos, sus prácticas, ver a cada categoría, asegurarme que mantengan el estilo, darles clases de cómo tienen que gestionar cada detalle…”, destaca Vega Arango, asumiendo que el trato humano es fundamental en un lugar así.

Y es que en las Islas Salomón, se da, por ejemplo, un caso inédito en todo el fútbol mundial. Paul Huia, que durante muchos años fue el portero intocable de la selección melanesia era, curiosamente, también el portero de la selección de fútbol sala y hasta, atención, de la de fútbol playa. Un triple guardameta afincado en la portería de cualquier práctica futbolística existente, sin comparación histórica y que, como Felipe nos recuerda, es quien le ayuda como entrenador de porteros (no podía ser de otra manera): “Es mi entrenador de porteros y, por ejemplo, para que veas cómo es la situación. La semana pasada ha estado sin venir ningún día a trabajar porque tenía malaria. Sí, malaria, aunque suene raro. Aquí hay cientos de problemas. Uno de ellos es que la gente coge malaria y no viene a entrenar”, destaca.

Y, en ese contexto, de trabajo extremo para mejorar cada detalle, con una limpieza global dentro de la selección y jóvenes que estaban empezando a mejorar, llegaba un doble enfrentamiento ante el gran rival, Papúa Nueva Guinea que, a la postre, iba a dejar vía libre para soñar por una plaza mundialista: “Fue muy tenso. Todos estaban muy nerviosos, la expectación era alta pero por presión ante las situaciones vividas. Ganamos el primer partido, se vinieron arriba mientras intentaba contenerlos. El segundo partido les ganamos 1-2 con mucha eficiencia y buenas sensaciones. Intenté no ponerme nervioso para dar paz a los futbolistas. Nos recibieron como héroes y fue increíble. Para este país es brutal. Al ganar esa eliminatoria, nos tocaba jugar ante Nueva Zelanda, la gran favorita dentro de Oceanía, con jugadores profesionales y que tiene toda la capacidad. Con que compitamos, vale”, asumía el seleccionador que, evidentemente, sabía de la dificultad.

Si Islas Salomón lograba la machada histórica de superar esa eliminatoria, se iba a enfrentar ante el quinto clasificado de la Conmebol que podía ser, en aquel momento, la Argentina de Leo Messi. Surrealismo puro que, por primera vez en la historia, era una posibilidad no tan lejana: “Ya lo hemos hablado en el vestuario y les dije a mis chicos que, probablemente, no sea Argentina al final esa selección que quede quinta pero, si se da, imagina. Ya les dije que lo que tienen que asegurarse es competir y, luego, hacerse como sea con la camiseta de Messi al final del partido…”, sonreía el asturiano que, ante tantos obstáculos, evidentemente no pudo prolongar el sueño más allá de esa eliminatoria ante Nueva Zelanda (6-1 en la ida y 2-2 en la vuelta) y que, meses después, él mismo decidió dar un paso al lado ante la inmensa carga de trabajo para centrarse únicamente en la dirección técnica sin ser el referente del banquillo (ocupado ahora por el holandés Wim Rijsbergen). Hoy, ya decidió terminar su aventura y está de regreso a España con la seguridad de haber disfrutado de algo absolutamente irrepetible fuera de la cancha y con la ilusión de haber dado el paso más grande del fútbol en toda su vida. El entrenador español que más lejos llegó en el mundo y que más cerca estuvo de tocar el mayor milagro que nunca se haya producido a nivel de selecciones. Un explorador, un pionero y un asturiano que nunca olvidarán allí, donde aún se pica el suelo en busca de las minas del Rey Salomón. Por ahora, el único reinado ha sido el de Vega Arango.


En el programa-podcast 40 de ElEnganche en SpainMedia, estuvieron con nosotros Felipe Vega Arango (en ese momento, seleccionador de Islas Salomón), Víctor Romero (analista de fútbol internacional en Marca) y Antonio Ruiz (viajero absoluto en Travelzungu).