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Colores inamovibles

La equipación del Barcelona ha experimentado todo tipo de cambios a los largo de su historia. Ahora COPA rescata algunas de las prendas más significativas

“Nuestro amigo y compañero Mr. Kans Kamper [sic], de la Sección de Foot-vall [sic], de la ‘Sociedad Los Deportes’ y antiguo campeón suizo, deseoso de organizar algunos partidos en Barcelona, ruega a cuantos sientan aficiones por el referido deporte se sirvan ponerse en relación con el, dignándose al efecto pasar por esta redacción los martes y viernes por la noche de 9 á 11”. Así, con esta pequeña nota en un diario deportivo barcelonés, empezaba la historia del Fútbol Club Barcelona. Joan Gamper congregó a jóvenes de aquí y de allá que sentían curiosidad por este incipiente deporte que daba sus primeros pasos (y pases) por la Ciudad Condal.

El 29 de noviembre de 1899, en el Gimnasio Solé, se celebró la primera reunión de la entidad. Decidieron los cargos de la junta directiva y, por supuesto, el nombre: Foot-ball Club Barcelona. Dos semanas después, volvían a sentarse en ese mismo gimnasio. Allí se determinó que el primer escudo del club, el de la ciudad de Barcelona, destacaría sobre una camisa abotonada dividida a partes iguales entre el azul oscuro y el granate. Nunca se supo a ciencia cierta el porqué de estos colores. Unos decían que por elección de la madre de uno de los futbolistas, otros creían que venían de la escuela Merchant Taylors de Liverpool, donde había estudiado Frederick Arthur Witty, uno de los socios fundadores. Aunque la versión más aceptada y extendida pasa por Suiza y por la indumentaria del FC Basel, uno de los clubes en los que estuvo Joan Gamper antes de instalarse en Barcelona.

Pasaban los años y, mientras la camiseta azulgrana iba adquiriendo nuevos retoques estéticos cada tanto tiempo, la segunda equipación no detectaba cambios. Tuvo que llegar la década de los 70 para que los futbolistas del Barcelona dejaran de lado la camiseta blanca básica que lucían cuando no podían vestir la azulgrana. Era tan sencilla que solo mostraba el escudo en el pecho. Nada de decorados ni de franjas representativas de los colores del club. La relación con el blanco fue longeva, pero murió cuando en 1974 el amarillo pasó a formar parte de la paleta cromática del club. Un tono eléctrico de fondo y, por encima, una banda azulgrana que recorrió diagonalmente el torso de los futbolistas del Barcelona hasta la llegada del azul cielo en los 80. Pero aquella también fue una época de cambios en el ámbito social, porque otro símbolo del barcelonismo arraigó en los brazos de los capitanes a partir de febrero de 1976. Tras la muerte de Francisco Franco y la progresiva decadencia del régimen, Johan Cruyff portó por vez primera en la historia del club la senyera catalana como distintivo de capitán del equipo. En el Camp Nou y ante el Athletic se inició una tradición que dejó atrás la cinta blanca de capitán y que fue heredada por ídolos de la afición culé como Pep Guardiola, Carles Puyol o Xavi Hernández.

Desde que aquella primera camisa abotonada con cuello desapareciera del mapa, el Barcelona acostumbró a vestir camisetas sin cuello tipo polo. Daba igual si tenía forma redondeada o si era de pico, pero nada de ver a alguno de azulgrana alzando el cuello de su indumentaria. Ni Samitier, ni Kubala, ni Kocsis, ni nadie. En los 80 volvió de nuevo. Junto al nuevo diseño azul cielo de la segunda equipación, el Barcelona recuperó el cuello en tiempos de Bernd Schuster y Diego Armando Maradona. Y esa camiseta perduró hasta los inicios de la época gloriosa del Dream Team. Pero, al final, lo único que queda claro desde aquella segunda reunión en el Gimnasio Solé a finales del siglo XIX, es que ni el azul ni el grana se moverán nunca. Por muchos brazaletes, cuellos, rayas o equipaciones visitantes que vengan o se vayan, solo habrá dos colores a los que profesar devoción en la parroquia barcelonista.