Ya lo decía Gary Lineker: siempre gana Alemania. El invierno llegó a Brasil casi al mismo tiempo que la Copa del Mundo. La gente se pintaba la cara con los colores de la ‘Verde-amarela’, las banderas ondeaban en el cielo y las calles se inundaban del ambiente festivo del Mundial. El planeta entero prestó atención al balón durante un mes, que finalizó con la selección germana levantando su cuarto título. La humillación a la anfitriona, el gol de Götze, las lágrimas de Messi… El equipo de Joachim Löw dejó una huella imborrable, pero en octavos de final el éxito pudo evaporarse. Un rival más duro de lo previsto estuvo a punto de apear a la locomotora alemana antes de tiempo, llevándola al límite, convirtiendo el encuentro en un quebradero de cabeza. El 30 de junio de 2014 Argelia estuvo cerca de cambiar la historia.
PRIMER ACTO
Solemos pensar que un 0-0 es sinónimo de partido aburrido. Sin ir más lejos, aunque muchas veces así sea, el Alemania-Argelia demostró que los goles no siempre son necesarios para entretener al espectador. El combinado africano, que debutaba en unos octavos del Mundial, sorprendió a millones de personas poniendo contra las cuerdas a la que acabaría siendo campeona. David disolvió el peligro de Goliat. Sin un nueve puro en el equipo, los Özil, Kroos y compañía tiraban desmarques, se movían constantemente, pero no lograban derribar el muro argelino formado por Mandi, Mostefa, Belkalem, Halliche, Ghoulam, Lacen y Taïder. El esquema del seleccionador bosnio, Vahid Halilhodžić, humedeció la pólvora alemana. Y cuando los europeos conseguían disparar, aparecía el cancerbero, M’Bolhi, para evitar el festejo.
La baja de Hummels mermó la capacidad de construir el juego desde atrás. Mertesacker y Boateng fueron los líderes de la zaga. Y otros dos centrales, Mustafi y Höwedes, ocuparon las bandas. La falta de profundidad de los laterales hundió aún más en el vacío a Alemania, que movía la pelota a un ritmo atípico, con lentitud, pesadez. Y cuando los ‘Zorros del desierto’ ganaban la posesión, el esférico enseguida volaba a la espalda de los centrales para que Slimani, al acecho como un buen depredador, hincara el diente. La falta de solidez defensiva de los centroeuropeos pudo pasarles factura, pues Feghouli, por el lado derecho, y Soudani, por el izquierdo, pusieron en aprietos al arco defendido por Neuer, quien hizo valer sus aptitudes de líbero para resolver las amenazas que suponían los balones en largo de Ghoulam.
Argelia robaba y lanzaba arriba sin descanso, siguiendo a rajatabla un plan que estuvo a punto de fructificar cuando Slimani, mediante un testarazo, envió el cuero al fondo de la red. La alegría duro apenas dos segundos, pues un hombre vestido de amarillo, pegado a la línea de cal, levantó con acierto el banderín cuadriculado. Mientras los argelinos atentaban contra la portería rival, los germanos se quedaban sin ideas, como un escritor con el síndrome de la página en blanco. Con el minuto 45 a la vuelta de la esquina, el pie derecho de Kroos, cubierto con el tejido de sus habituales Adidas, incomodó con un disparo lejano a M’Bolhi. El cancerbero africano evitó el gol y Götze recogió el rebote en buena posición. Pero no había manera. La figura del portero africano se engrandeció para frustrar a Alemania de nuevo.
SEGUNDO ACTO
Los antecedentes añadían más ingredientes a la contienda. Los argelinos no olvidaban el Mundial de 1982, cuando quedaron eliminados por culpa de un resultado pactado entre Austria y Alemania en la fase de grupos, tal y como reconocieron los europeos años más tarde. La nación africana tenía sed de venganza. Los franceses, todavía con Karim Benzema como referencia en ataque, esperaban rival para los cuartos. Los ‘Zorros del desierto’, con valentía, inteligencia y sacrificio, demostraron que no tenían miedo al conjunto de Löw. Pasar de ronda era una posibilidad real.
La entrada de Schürrle —por Götze— animó al conjunto germano y el partido se convirtió en un correcalles. Idas y venidas. Incesantes contragolpes. Lahm dispara, M’Bolhi detiene. Slimani corre, Neuer despeja con la cabeza fuera del área. Tal y como dijo Aitor Lagunas en la retransmisión, Alemania y Argelia jugaban a la “ruleta rusa”. Los disparos eran permanentes, pero ninguna bala les derribaba. Entró Khedira por el lesionado Mustafi, y Brahimi por Taïder. Slinani y Feghouli, por un lado, y Müller y Schürrle, por el otro, agredían una y otra vez sin conseguir tumbar al enemigo. La falta de precisión, ya sea con los pies o la cabeza, condenaba a la candidata al título a una peligrosa prórroga.
La posibilidad de jugarse la vida en una tanda de penaltis asustaba a la ‘Mannschaft’, que pisó el acelerador en los últimos 15 minutos. El público neutral celebraba el espectáculo, mientras alemanes y argelinos rezaban para que la balanza cayera de su lado. En el 87’, el árbitro señaló una falta a favor de Alemania. Müller aprovechó la ocasión para añadirle un toque humorístico al encuentro, tirándose al suelo delante del balón. El cuerpo a tierra desencadenó asombro y carcajadas. Acto seguido, pasó por encima, corrió hacia el área y esperó que el centro de Kroos sobrepasara la barrera. El resultado no fue el esperado. Era una jugada ensayada, confesó Müller. “En el entrenamiento siempre funcionó”, dijo Kroos. Para la historia quedará aquel instante de perplejidad y comedia.
ÚLTIMO ACTO
La prórroga llegó y los sueños argelinos no tardaron en empezar a despedazarse. Müller, con su apariencia desgarbada, puso un balón raso al corazón del área. Schürrle entraba como un avión, tan rápido que el esférico le quedó detrás. Sin embargo, con un gesto inaudito y un poco de fortuna, marcó el codiciado tanto. Un tanto de espuela que precedió a un grito de alivio. Los germanos respiraban, pero aún quedaban 27 minutos por delante. El equipo de Halilhodžić no tenía otra opción que jugárselo todo a un color y subió la línea de presión. Los peones acosaban a la reina, dejando atrás grandes espacios que hacían peligrar la partida. Aunque el agotamiento físico y mental empezaba a erosionar el rendimiento de los futbolistas, seguir corriendo, luchando, peleando hasta el límite, era la única opción válida.
El desenlace del duelo empezó cuando múltiples gotas del cielo empezaron a caer sobre el césped. El guión era más épico que el final de la tercera entrega de Piratas del Caribe. Argelia no tiraba la toalla, quería seguir jugando a la ruleta rusa en la tanda de penaltis y así alargar la agonía. El reloj seguía sumando y el tiempo se acababa. Hubiera sido extraordinario para unos y descorazonador para otros que los africanos consiguieran igualar el marcador, pero Özil se encargó de sentenciar la eliminatoria. Un excelente pase filtrado de Lahm cayó en las botas de Schürrle, que se la entregó a Özil, y este se la devolvió. El área desierta se convirtió en el patio del colegio, hasta que el alemán de origen turco, tras un rebote al disparo de su compatriota, rompió la ilusión en el 119’. Jaque mate.
La contienda parecía vista para sentencia. C’est fini. Sin embargo, los ‘Zorros del desierto’ lograron recortar distancias con un tanto de Djabou después de un magnífico centro de Feghouli. No había tiempo para descansos. El pueblo argelino resucitó su esperanza. 2-1. El milagro podía obrarse. El reloj seguía corriendo más allá del 121’ cuando M’Bolhi colgó el último balón al área rival. El público, que tenía el corazón en un puño, vio como bajaba el esférico, como lo cabeceaba tristemente Bougherra, como lo abrazaba Neuer. Pocos segundos después, el silbato del colegiado sonaba por última vez. Los argelinos se tiraban agotados y desconsolados sobre la hierba de Beira-Rio.
La venganza todavía espera ser consumada porque David no venció a Goliat. Argelia cayó igual que cayeron después Francia, Brasil y Argentina, pero se fue a la lona con dignidad, peleando hasta el último suspiro, desesperando a la campeona del mundo. Si Ghoulam hubiera metido aquella, si Mostefa hubiera tirado entre los tres palos, si el juez de línea no hubiera visto el fuera de juego de Slimani… El guión podría haber sido diferente. Los argelinos no dejaron de intentarlo, pero como decía un delantero inglés: “Siempre gana Alemania”. Porque hay equipos que, a pesar de los contratiempos, están destinados a triunfar.
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Fotografías de Getty Images.