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Mercado conyugal

En su tercer año en la India, a Jofre Mateu aún le quedan cosas por descubrir. Hoy nos habla del matrimonio indio, una tradición que nos resulta extraña

Descubrí no hace mucho una sección maravillosa de un periódico de aquí destinada a buscar y ofrecer matrimonio. Mujeres y hombres hacen peticiones o se anuncian con sus aptitudes y virtudes a posibles interesados. Algunos detallan color de pelo o algún rasgo físico, los estudios, la casta, vegetariano o non veg, lo que buscan de la otra parte… La que maneja más tiene hasta espacio para foto. Muy completo y muy cómico, a mi juicio. Realmente es fantástica y he de decir que la esperaba más machista, con hombres pidiendo y mujeres ofreciendo, pero la cosa está, para mi asombro y mi placer, bastante pareja, ¡Otra lección!

IMG_5028Ya en mi primera petición de visado me aconsejaron que si tenia pareja e hija, lo mejor era que marcara la casilla de casado, aunque no lo estuviera (vivimos en pecado la indecorosa cantidad de 14 años, a pesar del empeño de Doña Teresa Rivero, a la que le mando un abrazo si está leyendo, en nuestra época en Madrid). Así como en la casilla de religión también era mejor marcar la que quisiera, pero una. Pero vamos al tema que nos ocupa que si nos ponemos aquí hay mucho con lo que desviarse.

Recuerdo los primeros entrenamientos en Segovia con el Atlético de Calcuta en el que fue mi primer contacto con compañeros de trabajo indios. Me quedaba pasmado de la impasividad ante lo que para mí era un error, cuando no reaccionaban ante fallos que me parecían muy gordos, incluso cuando no hacían grandes esfuerzos por recuperar o salvar un balón que a mi juicio quizá podía hacerse bueno. Qué importancia tan relevante ha tomado en mi vida la expresión “a mi juicio” a partir de pisar la India.

IMG_5029Aun así, y por culpa de tener ya una cierta edad, llevo conmigo un paquete de creencias y prejuicios de los que me voy desprendiendo, no siempre fácilmente. En mi tercera etapa india, la segunda en Goa, he descubierto, o mejor dicho, he vivido más de cerca, un fenómeno que aún me sigue costando. El matrimonio es un concepto que ya no casa conmigo, valga el juego de palabras. Pero cuando le añadimos ingredientes como machismo, conveniencia, publicidad o pactos, se me atraganta aún más.

A día de hoy en la India muchos de los jóvenes de entre 20 y 30 años tienen la esperanza de que su familia les encuentre una buena esposa o un buen marido. La edad “apropiada” de los hombres es entre los 27 y los 30. Tengo a un compañero, masajista del equipo, que con 29 ya anda preocupado porque va de boda en boda y a él se le está pasando ya el arroz. Mientras que ellas deberían estar entre los 23 y los 27. Más o menos… Esto se debe a que el principal motivo del matrimonio es tener hijos y crear descendencia para que la familia continúe y no se extinga el apellido. Por eso es tan importante la elección de las familias, porque los abuelos miran porque sus futuros nietos se críen en las mejores condiciones por ellos abarcables.

Un amigo que vive en Bombay quiere esperar, máximo, un par de años, porque su padre no está muy bien de salud y quiere que conozca a algún nieto. Pero la elección está en manos de su madre porque él, dice, no elige bien a las mujeres. Si al marido le gusta cocinar, o le huele el aliento, o la esposa tiene los ojos verdes o lee a Murakami no es importante, siempre y cuando sean aptos para los padres. En muchas ocasiones ni siquiera se han visto cara a cara hasta el día del fiestón, que las bodas aquí también tienen capítulo propio. También conozco a una chica que se separó al año de un matrimonio pactado y sus padres no le hablaron hasta pasados dos años de volver a su casa a vivir, ¡menuda deshonra! Porque esa es otra, cuando te casas, te vas a vivir a casa del marido, en muchas ocasiones a ocuparte de las labores y de la familia de él. Ella no era feliz y le pidió consejo a los padres. Y ellos le dijeron que hiciera su vida al margen de él si quería, pero que el matrimonio debía seguir.

Me ha resultado especialmente curioso, por cercano, supongo, el caso de dos amigos de aquí que la temporada pasada eran pareja, y ahora no se dirigen ni la mirada. Dos chicos de 26 años, con una formación académica distinguida, de familias uno más que otro pero bien situadas, con trabajo ya a esta edad respetable y un futuro muy optimista. Fueron novios durante un par de años, y hasta hace unos meses la relación estaba bien. Pertenecen a un grupo de amigos que salen juntos y se ven muy a menudo. El motivo de su ruptura lo desconozco y no me interesa, ni al lector debería, pero al mes y poco de dejarlo la familia de ella le encontró marido. Eso le sentó muy mal a la familia de él, por precipitado en el tiempo. Me atrevo a inmiscuirme sólo desde aquí que no me ve nadie para decir que no son los únicos. Pero el tema es que ahora, por desavenencias entre las familias, no se pueden hablar. El se va a ir a trabajar ahora a Catar, y ella se va dentro de unos meses a EE.UU. a celebrar su boda. No ha estado nunca con el que va a ser su marido. Le conoce y le ha visto por contacto virtual-visual. Y aquí viene lo que no suele cuadrar: está feliz y contenta. No sabemos el año que viene, o dentro de tres, pero ahora hace felices a sus padres y eso le pesa más que nada. Además, ¿quién sabe si será feliz tres años después cuando se casa?

Hay una evidencia también de cantidades de matrimonios infelices, en este país quizás algo más por no haber hecho un mínimo de criba previa, pero el cálculo es imposible. Como también lo es la estadística de la gran cantidad de adulterio, pero a ver quién es el guapo que se atreve a ponerse con ella.