Acentuaba Edu Expósito en estas mismas líneas, sobre su insaciable pasión por los cromos, que la vida, “al final, es intentar no perder cosas básicas que también te dan algo de felicidad”. Y Adrià Garriga (Centelles, Barcelona, 2001) continúa jugando a chapas. De hecho, lo hace mejor que nadie: el 10 de octubre se proclamó campeón del noveno Mundial de Fútbol de Mesa en la modalidad de chapas, en Brasil. “No hay ninguna posible combinación de palabras para describir lo que pasó ayer en São Paulo”, escribió en Twitter. “Lo voy reviviendo todo el rato y es una pasada. Es estupendo. Aún me da cosa pensar que soy campeón del mundo”, acentúa ahora. “Con las horas y los días te vas dando cuenta, poco a poco, de lo que has hecho. Cuando gané aquí todo el mundo estaba durmiendo, por la diferencia horaria, y me sentí solo. Me hizo ilusión, pero todo fue un poco frío. Cuando la gente se despertó y empecé a hablar con la familia y los amigos fue cuando realmente empecé a darme cuenta de lo que había conseguido y empecé a emocionarme”, reconoce Garriga, representante de Catalunya en el Mundial y estudiante de cuarto y último curso de Administración y Dirección de Empresas. Está de Erasmus en Zúrich, y desde allí responde, tras volver de Brasil haciendo escala en Canadá. Abrió una campaña de micromecenazgo en internet para financiar los 1.200 euros de los vuelos: “La gente de mi entorno se ha implicado y me ha hecho ilusión, porque notas un apoyo y porque sientes que no solo te representas a ti, también a tu gente”.
En la primera final del Mundial de la modalidad de chapas, novedad en esta edición, superó al húngaro Péter Matkó por 0-2: “Fue curioso porque estuve todo el torneo rascando resultados justos y, en cambio, la final fue más tranquila. Eran dos partes de diez minutos y lo que pasaba es que, al ser la primera vez, la gente no sabía mucho qué esperar y todo el mundo era muy conservador y muy precavido. Se vigilaba mucho cada movimiento porque sabías que un gol en contra era muy difícil de remontar. Entre esto y que era los disparos largos eran difíciles porque la moqueta que se utilizaba era bastante irregular hubo muchos resultados muy, muy ajustados”, asiente después de vivir una experiencia única. Además, fue subcampeón en la modalidad de chapas por equipos, formando conjunto con los Stick Breakers rumanos, para caer en la final ante el Vasco da Gama. También compitió, sin podio, en las otras modalidades: Sector Ball, “más técnica” y dominada por los países de Europa del Este, y Twelve Touches, “más bonita” y de dominio brasileño. “Yo iba a disfrutar, a aprender las modalidades y a introducirme en el ámbito internacional, que para mí era muy desconocido. Iba a luchar cada partido, pero no me esperaba esto”, asiente feliz, radiante. En dos claras muestras del carácter amateur de este deporte-juego, compartió habitación con el vicepresidente de la confederación internacional y él mismo se diseñó y se pagó la camiseta de la federación catalana con la que disputó la final. Porque aún no tienen ninguna.
El futbol botons es una conexión con su padre, fallecido cuando Adrià tenía tres años: “Esta pasión me viene de él. Siempre que juego me acabo acordando de él. Pienso que es bonito vivirlo así”
Garriga también explica que él, siguiendo la tradición catalana, más que a chapas, juega a futbol botons: fútbol con botones. “Hay un cierta confusión. Una cosa son las chapas y otra el futbol botons. Es lo que jugamos en Catalunya. Es un juego bastante antiguo, de principios del siglo XX, y es muy chulo. La gente que lo ve o se lo encuentra queda bastante fascinada. Son botones que se hacen a mano y todo es como más elaborado, técnico y visual. Ahora estamos luchando para que sea considerada como una cuarta modalidad, junto a las otras tres”, asegura. Lleva toda la vida jugando, desde crío. “Siempre, siempre”, recalca. Dice que sería imposible contabilizar todas las horas y todas las tardes que ha dedicado a la gran pasión de su vida, solo o en compañía. El 3 de diciembre jugará la Copa del Mundo de futbol botons que se organiza cada cuatro años en Catalunya, coincidiendo con el Mundial de fútbol: cada participante representa a una selección y él, desde Zúrich, anticipa que será Suiza, con los Shaqiri, Xhaka y compañía.
“En Catalunya tenemos cuatro medidas de botones. Los más pequeños son de 2,5 centímetros y los más grandes, de cuatro centímetros. Yo tengo diez jugadores de cada medida. Tengo 40 jugadores en total, más dos porteros y algún extra. Y con esto hago el once”, prosigue. Su equipo está formado casi íntegramente por los botones que heredó de su padre, fallecido de cáncer cuando él tenía tres años. También conserva el nombre: Ca la iaia, ‘casa de la abuela’ en castellano. Afirma, con cierta emoción, que el futbol botons es la conexión con su padre que no pudo tener en vida. “Es una de las cosas que me han quedado de él”, suspira. “Esta pasión me viene de él. Siempre que juego me acabo acordando de él. Pienso que es bonito vivirlo así”, dice. También juega con su tío: “El hermano de mi padre siempre ha estado muy implicado. Cuando mi padre ya no estaba, seguí jugando con él, y me ha llevado a todos los torneos. Hemos pasado tardes jugando nosotros dos solos, creando ligas entre dos”, rememora desde su habitación en Zúrich. La copa de campeón del mundo le observa mientras él responde. Sus botones también están en Suiza: “El problema es que no tengo ningún campo, ninguna mesa, para jugar. Pero siempre acabas encontrando alguna superficie para hacer algunos toques de vez en cuando. No juego tanto, claro, lo justo para no perder el tacto, pero a veces juego en el comedor o despejo un poco el escritorio”, sonríe. Y feliz, esperando que esta victoria sirva como “impulso” para el futbol botons catalán e internacional, Adrià Garriga, el primer campeón del mundo de chapas, concluye: “Me lo paso muy bien, como si fuera el primer día. Y no tengo intención de parar de jugar”.
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Fotografías de Mundo Botonista.