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A Bob Pop no le gusta el fútbol, salvo si se lo cuenta Ignacio Pato

Publicamos íntegramente el prólogo de Bob Pop con el que arranca 'Grada popular', el libro de Ignacio Pato para Panenka sobre aficiones que animan a la contra

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“Te escribo por si necesitas que te dé alguna pauta más sobre el espíritu del libro, o al menos que te diga las ciudades de cada capítulo, que son: Liverpool, Atenas, Nápoles, Mostar, Marsella, Viena, Estambul y Vallecas. Todas tienen equipos potentes e historias intensas y en todas he estado. La intención, como creo que habrás visto, es hablar de otras cosas con el fútbol como excusa. Intento que haya un poquito de relato de viaje (no sé si conseguiré que te den ganas de ir), de barrio, de clase, de antifascismo, de historia y de política en presente. Que pueda funcionar como un librito medio interesante para personas a las que el fútbol les da igual o directamente no les gusta demasiado. De hecho, diría que el principal objetivo que me he marcado es ese, que los textos puedan romper la barrera del público habitual”. Aunque la amable propuesta de Ignacio Pato fue que yo me hiciera cargo del prólogo de este “librito medio interesante”, creo que me perdonará haber empezado mi texto preliminar copiando ahí arriba uno de los correos electrónicos que me escribió entre capítulo y capítulo según me los iba enviando para mi disfrute y emoción. Sé que Pato me perdonará porque mi revelación de parte de nuestra correspondencia privada no se debe a mi vagancia ni a ningún afán chismoso, sino a que sus palabras apresuradas en un mensaje informal, no literario, demuestran que el autor tenía muy claro el objetivo de su obra, el afán de contar sus historias con el fútbol como excusa de tantas cosas mayores y menores (aunque mucho más importantes) que los equipos, sus aficiones, sus héroes y sus miserias. Y que ha cumplido su propósito con éxito.

Hizo bien el escritor en pensar en mí como ariete para romper la barrera del público habitual; porque no me interesa el fútbol –salvo como escuela neoliberal de contabilidad creativa– y, sin embargo, me fascinan las historias de paisajes futboleros que van pasando por las páginas que siguen a estas palabras mías, que no son las importantes.

Cada capítulo de este libro es un mapa sin nostalgias de territorios que querrían parecerse a lo que intentaron ser; a los símbolos de sus escudos, al significado de los colores de sus camisetas y a la épica de sus himnos. A lo que queda, después del colapso, y que Pato entendió porque visitó todos esos lugares; observó, preguntó, leyó y ha sabido contarnos sobre ellos con una erudición precisa, empática y carente de esa sobreactuación lírica que suelen chorrear otros libros futboleros –con perdón–, cuyos autores parecen más preocupados por demostrar que su condición de aficionados no merma sus capacidades cursis que por cualquier otro fin. Lo de Pato es todo lo contrario: él no escribe para demostrarse nada sino para hacernos felices –tal como ya hizo, hace más de 50 años, el periodista deportivo Ota Pavel en su magnífica colección de crónicas y retratos de atletas de la Checoslovaquia comunista, El precio del triunfo– y llevarnos a lugares que, sin él y su ejercicio de memoria colectiva, ya no existirían.

 

Cada capítulo de este libro es un mapa sin nostalgias de territorios que querrían parecerse a lo que intentaron ser; a los símbolos de sus escudos, al significado de los colores de sus camisetas y a la épica de sus himnos

 

Lamento decir que, después de leer este precioso libro que estáis a pocas páginas de empezar a disfrutar, ya no puedo asegurar que no me guste el fútbol: si me lo cuenta Ignacio Pato me encanta, me acoge y me motiva. Lo malo llega cuando el fútbol me lo cuentan los demás y solo suena a dinero, a masculinidad tóxica y a orgullos equivocados.

Y ahora, por favor, leed este libro: del tirón o a capítulos sueltos en los ratos que os permita la vida. Pero, sobre todo, leedlo para darme la razón, que es otra de las cosas que más me gustan en el mundo: compartir el entusiasmo por los placeres literarios inesperados, que me llevan a lecturas más allá del algoritmo y de mis propios prejuicios.

Y termino. Ya termino. Y lo hago como empecé: desvelando partes de mis conversaciones privadas con el autor de este delicioso atlas de fútbol emocionante:

“He llorado un poco con el de Vallecas…”, le escribí a Ignacio Pato en uno de mis correos electrónicos. A lo que él me respondió con un “Jo” seguido de un corazoncito y una carita con una sola lágrima. Y sé que era todo verdad. Como este libro.