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Suiza, neutralidad y semilla del ‘catenaccio’

De 1938 a 2021, previa parada por Italia para otorgar su razón de ser al catenaccio, Suiza tiene mucho más que decir de lo que parece en esto del fútbol

Suiza consiguió superar una eliminatoria de una fase final de torneo de selecciones 83 años después. De hecho, lo hizo por todo lo alto: igualó un 3-1 en contra ante la actual campeona del Mundo y favorita para después acabar venciendo en la tanda de penaltis. Esta Euro 2020, en 2021, nos dejó uno de los días más preciosos de fútbol de nuestras vidas. Pues bien, esa victoria conecta con aquel equipo semiprofesional que logró pisar la ronda de los cuartos de final del Mundial de Francia de 1938 y establece una relación directa con el nacimiento del catenaccio que el fútbol abrazará en los años 60. ¿Cómo Suiza, una selección tan neutral y sin historia futbolística de peso, se convirtió en la semilla del estilo futbolístico que conceptualizó Gianni Brera? El austriaco Karl Rappan es la respuesta.

El paso del tiempo ensombrece y da luz a genios a partes iguales. Algunos quedan en la sombra pese a ser parte fundamental en el desarrollo de sus artes. En el fútbol tenemos unos cuantos. Un ejemplo claro es el de Viktor Maslov en el fútbol soviético de los 60. Otro de ellos es Karl Rappan. Nacido en la Austria de comienzos de siglo, Rappan fue delantero de varios equipos de la capital austriaca. Viena era el centro neurálgico de muchas corrientes de pensamiento, donde los cafés daban cobijo a los pensadores de la época y a sus reflexiones. El fútbol era uno de los temas más comentados en ese tipo de lugares, impulsado sobre todo por la gran Austria de comienzos de siglo XX, apodada como el Wunderteam. Rappan recibió muchísima influencia de aquel caldo de cultivo futbolístico, pese a que su final de carrera como futbolista le llevara a jugar a Suiza, para terminar como jugador-entrenador en el Servette de Ginebra.

 

83 años después, Suiza ha vuelto a superar otra eliminatoria en este tipo de torneos en lo que es una conexión temporal directa con el gran trabajo de Karl Rappan al frente de los suizos

 

Sus primeros años como entrenador ya hacían presagiar grandes cosas y, en respuesta a sus grandes resultados en Grasshopper, la federación de fútbol suiza le contrató para ser el seleccionador del equipo nacional de cara a la Copa del Mundo de Francia de 1938. Suiza clasificó para su primer campeonato del mundo venciendo a Portugal en Milán por 2-1. Y aquí tenemos un nuevo cruce del destino: Karl Rappan consiguió el éxito de estar en la Copa del Mundo de 1938 en la ciudad que, décadas después, abrazaría su concepto de fútbol. Y es que este entrenador austriaco no presenta como mayor logro haber sido el último con el cual Suiza superó una eliminatoria en un torneo de selecciones. Su leyenda está en el cómo, no en el qué. Aquella Suiza fue adoctrinada en un novedoso sistema de juego en aquellos años. En la época de la preponderancia de la WM de Chapman y de El Método de Pozzo con la selección italiana, Rappan construyó su propia idea de juego. El cerrojo o verrou, como se le conocía a ese estilo futbolístico, fue la semilla de lo que después sería el catenaccio que se desarrolló en Italia en su máximo esplendor.

El verrou o cerrojo fue una variante de la WM o 3-2-2-3 de la época. Karl Rappan sabía que dirigía a una selección modesta y que, para vencer a equipos mejores, debía adaptarse a las circunstancias. Aguantar los golpes y aprovechar el momento. El contragolpe puro. Para ello, uno de los dos centrocampistas de aquel sistema se retrasaba por detrás de la línea defensiva, entre el portero y los defensas. Ese jugador era el encargado de echar por tierra el ataque del contrario si este conseguía superar la defensa. Era la última baza y el que acuñaba el término de cerrojo que, años después, Brera embellecería llamándolo líbero, como para todos es conocido. Los extremos pasaban a ser una forma de carrileros incipientes, ya que se encargaban de toda la banda, labores defensivas y ofensivas. Todo esto solo tenía sentido si el equipo cedía el dominio y protagonismo del encuentro al contrario, aguantaba sus acometidas y salía despavorido buscando la espalda del contrario, volcado en ataque. Fue esta forma de juego la que, años más tarde, en la década de los 60, Nereo Rocco y Helenio Herrera adoptarían para sus dos respectivos equipos, lo que los llevaría a la gloria europea en repetidas ocasiones.

Con esa forma de juego, Suiza se presentó en Francia’38 y se impuso a una selección alemana que contaba entre sus filas con los jugadores del extinto Wunderteam austriaco por la anexión alemana de Austria en 1938, ante la cual tan solo México protestó en la Sociedad de Naciones. El fiasco de la selección del Tercer Reich fue muy llamativo, así como el éxito de una selección Suiza que era, quizá junto a Cuba, de las selecciones más modestas de todo el campeonato. La finalista Hungría echaría por tierra las aspiraciones helvéticas de llegar a las semifinales tras imponerse en cuartos de final por 2-0. Así pues, tras esa victoria ante Alemania tras el Anschluss, 83 años después, Suiza ha vuelto a superar otra eliminatoria en este tipo de torneos en lo que es una conexión temporal directa con el gran trabajo de Karl Rappan al frente de los suizos. Un trabajo que también se plasmó en el campeonato de 1954 en suelo suizo, ya que fue el propio Rappan el encargado de preparar a aquella selección que llegó a la ronda de cuartos de final y que cayó, precisamente, ante Austria. El destino establece tantas conexiones con Suiza y su historia futbolística como culturas compartidas existen en ese país neutral y que se plasman en el vestuario de la selección. De 1938 a 2021, previa parada por Italia para otorgar su razón de ser al catenaccio, Suiza tiene mucho más que decir de lo que parece en esto del fútbol.

 


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Fotografía de Imago.