Una de mis mayores obsesiones con el fútbol son las citas célebres que origina. Consumirlas hasta la saciedad. Devorarlas. Memorizarlas. Impregnarme de ellas. No sé muy bien por qué. Pero era un ritual ir a Google y escribir: ‘frases célebres fútbol’. Clicar en alguna de las primeras opciones que salía en el buscador y leerlas sin parar, en bucle, hasta, supongo, encontrar alguna que me fascinara y guardarla en el disco duro de mi memoria. Las hay de todo tipo. Algunas de gente de fuera del mundillo, como aquella del escritor inglés John Boynton Priestley que argumenta que “decir que pagaron por ver a 22 mercenarios dar patadas a un balón es como decir que un violín es madera y tripa, y Hamlet, papel y tinta”; el resumen perfecto para cualquiera que no entienda por qué amamos este deporte.
Otras son absurdas, aunque icónicas. Gracias, Podolski, por recordarnos que el fútbol es como el ajedrez, pero sin los dados. Existen también las poéticas. ¿Hay algo igual de triste que un domingo sin sol? Pues un partido sin goles, respondería Don Alfredo. Por último, hay una que, pese a evidente y aparentemente vacua, me cautivó. “En el fútbol, a veces, hay que marcar goles”. No tengo ni idea de cuándo se le ocurrió decir eso a Thierry Henry, ni el motivo de su sentencia. Quiero pensar que lo soltó para reivindicar la importancia de la labor del delantero, que sin los hombres nacidos para el gol este juego carecería de sentido.
¿Imagináis que todos los partidos acabasen 0-0? Qué aburrimiento. Pensad, por un momento, lo triste que sería pasarse la vida entera sin ver al balón atravesar la red. Y todo lo que ello supone. No existiría el instante en el que todo un estadio levanta el culo de su butaca y empieza a gritar locamente. No habría abrazos con desconocidos. Ni lágrimas celebrando nada con tu padre, con tu hermano, con tu abuelo o con tu hijo. Nada de esto existiría sin tipos como Thierry Henry, Ronaldo, Romário, Van Basten, Puskás o Gerd Müller.
Dos tantos en semis. Dos más en la final. Adiós a los anfitriones y adiós a la Unión Soviética. De los cinco goles teutones, solo uno no fue obra del ‘Torpedo’
Poned a rebobinar la memoria por un momento y razonad qué hubiera sido de aquella Alemania Federal de los años 70 sin Gerd Müller. Sin sus diez goles en México’70 no hubieran alcanzado las semifinales. Sin sus cuatro goles en Alemania’74 no hubieran salido campeones. Sin sus cuatro goles en la Eurocopa de Bélgica en el 72 no hubieran aspirado a nada. Porque en aquella Euro si hubo un protagonista, un actor principal que llevase a los suyos a lo más alto, ese fue Gerd Müller. Dos tantos en semis. Dos más en la final. Adiós a los anfitriones y adiós a la Unión Soviética. De los cinco goles teutones, solo uno no fue obra del ‘Torpedo’.
Eso remarcaba Thierry Henry al soltar aquella frase, la importancia de un tipo que con su instinto para estar en el lugar adecuado, en el momento adecuado, recogió un balón muerto en el área soviética para poner el 1-0 en la final. El mismo hombre que, con su calidad, apareció frente al portero rival tras una pared, para sentenciarlo todo con el 3-0. “Los goles dejádmelos a mí”. Nunca me encontré esa frase en Google, pero seguro que alguna vez salió de la boca de Gerd Müller.
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Fotografía de Imago.