VICTORIAS (en 90′)
EMPATES (en 90′)
DERROTAS (en 90′)
Se la tachó de especulativa, de hermética, de ser excesivamente moderada, pero lo cierto es que, debates estilísticos aparte, la propuesta de juego de Portugal se ha destapado como una de las más solventes y pragmáticas de toda la Eurocopa. Solo así puede explicarse que un conjunto que apenas ha ganado un encuentro (en 90 minutos) de un total de siete disputados, se plantase sin una sola abolladura en la gran final del campeonato. El plan de Fernando Santos quedó claro ya en el debut, y solo varió un poco en el duelo contra Austria, en el que se vio la faceta más propositiva de los lusos. Llegados a los cruces, sin embargo, volvieron a asentarse las premisas básicas: retaguardia centrada en no perder la posesión, medular poblada por tipos que garanticen equilibrio y frente de ataque movedizo y vertical, sin un delantero centro nato.
Llegados a los cruces, volvieron las premisas básicas: retaguardia centrada en no perder la posesión, medular poblada por tipos que garanticen equilibrio y frente de ataque movedizo y vertical
Una vez consolidada la hoja de ruta, tocaba incidir en la mentalidad del colectivo, y ahí el seleccionador volvió a mostrarse de lo más productivo. Portugal sale a no perder, y una vez ya tiene garantizada esa cuestión, aprieta el acelerador para acabar venciendo. Es en esos minutos calientes (prórroga contra Croacia o Francia y penaltis ante Polonia) cuando Santos pasa a fiarlo todo a sus piezas ofensivas más desequilibrantes, entre las que sobresale, obviamente, el bueno de Cristiano Ronaldo, cuyo papel fue suplido con éxito por Nani y por Éder en París. La ecuación puede parecer sencilla, sí. Pero hay que ejecutarla a la perfección para que dé sus réditos. Y ahí, en ese punto futbolístico y emocional decisivo, pocos son más prácticos y eficaces que los portugueses.
Aunque pueda dar entender lo contrario por el tipo de juego que practica, lo cierto es que Porutgal es una de las selecciones que más disparos a puerta por partido ha registrado en el torneo (la estadística los mantiene a la misma altura que la ‘jugona’ Alemania e incluso por encima de Francia). Pocos lo intentan más que los lusos, que se están especializando en rentabilizar al máximo sus ratos de posesión. Por poco que duren, una gran mayoría acaban con remate a gol, lo cual genera constante sensación de peligro. En esos datos tiene mucho que ver la presencia de Cristiano Ronaldo en la franja ofensiva del sistema: es casi exagerado el dato de disparos por encuentro que maneja el ‘7’ en comparación con el resto de los atacantes más incisivos de esta Eurocopa.
Nunca es tarde para ponerse de moda. Fernando Santos ha alcanzado su máximo reconocimiento como entrenador en la presente Eurocopa de Francia, y ha conseguido tal hito a edad ya muy avanzada (61 años), después de haber ejercido a lo largo de su trayectoria en Portugal y en Grecia (selección helena incluida). En este cuarto apartado aparece su nombre y no el de Cristiano Ronaldo porque, ante todo, lo que más ha resaltado del combinado portugués en este campeonato es el engranaje colectivo, un símbolo de solidez y eficiencia meticulosamente pulido por su veterano técnico. Santos acaba de firmar el logro más importante de su carrera.
Si ha habido un gran sacrificado en el nuevo rumbo que parece haber tomado la selección portuguesa, este no es otro que Joao Moutinho, un futbolista al que muchos dábamos como titular indiscutible del equipo antes de que arrancara el torneo en Francia. Fernando Santos priorizó la idea de poblar su centro del campo con tipos que asegurasen una carga importante de trabajo (William Carvalho, Danilo Pereira, Renato Sanches), y el talentoso interior del Mónaco poco a poco se fue quedando sin espacio. Pese al éxito final, el verano podría haber sido más dulce para el ‘8’.
Venga, aceptémoslo. Pocos eran los que no pensaban que la oportunidad de Nani de erigirse en el escudero perfecto de Cristiano Ronaldo ya se había extinguido por completo. Después de varias temporadas en las que el habilidoso jugador nos prometió mucho y nos ofreció más bien poco, seguir confiando en el estallido definitivo del extremo se había convertido en un acto de fe sin demasiados sustentos. Pero no. El mejor Nani estaba por llegar. Y aquí lo tenemos, habiendo culminado una Euro de vértigo, habiendo marcado tres tantos y, sobre todo, habiendo fortalecido la sensación de que sus botas esconden a un futbolista distinto, capaz de partir la pana sobre el verde en cualquier momento. En Valencia ya pueden estar contentos.
Croacia, hasta ese momento, se había destapado como unos de los rivales más duros y aterradores de la Eurocopa, sobre todo a raíz de su victoria ante los españoles en el último partido de la fase de grupos. Su cruce en octavos del torneo contra Portugal parecía el momento propicio para dar un último golpe encima de la mesa antes de empezar a soñar con retos imposibles. Pero entonces apareció Quaresma. Sí, sí: Quaresma. El ex jugador del Barcelona o del Inter, en una de las últimas acciones de la prórroga, cuando ya se podía divisar la tanda de penaltis, marcó con un cabezazo un gol que a la postre ha acabado significando mucho más que un billete para cuartos. A partir de ese instante, Portugal empezó a creérselo.
Los aficionados de Portugal acudieron en masa a París dispuestos a conseguir delante de los anfitriones lo que a ellos los griegos ya les hicieron en 2004. Era el momento de quitarse esa espina. Así lo sentía la hinchada lusa, que a medida que su selección fue quemando etapas en la Euro también fue aumentando su asistencia en los estadios franceses. ¡Lo conseguisteis, caralho!
Porque la Euro se lo debía. Y porque es probable que, de volver tropiezan como ya pasó en 2004 contra los griegos en el último escalón, el fútbol ya no les hubiera vuelto a brindar en mucho tiempo una oportunidad tan clara de alzarse con el torneo. La selección portuguesa, de hecho, solo en dos ocasiones se había quedado fuera de las semifinales de la Eurocopa, lo que les ha generado un cierto idilio con el campeonato continental. El título, sin embargo, todavía no lo habian olido. Hasta que se hizo de noche en Stade de France y, sin su máxima estrella, los de Santos consiguieron cambiar su destino.