Por mucho que en ‘Cinema Paradiso’ Alfredo le dijera al ya crecido Salvatore que la vida no es como la ha visto en el cine, es un placer ligar una trama vista en la gran pantalla con la rutina diaria o con el fútbol, que más o menos viene a ser lo mismo. Tirando de gatillo fácil, este último año será recordado como el despertar del fútbol húngaro así como el crecimiento del cine magiar. ‘El hijo de Saúl’ ha sido uno de los descubrimientos cinematográficos del año por su fondo y por su forma. Gracias a László Nemes, que no es el mediocentro de Hungría pero sí el director de la película, ya se vislumbran los goles del combinado de Storck en un angustioso plano secuencia. En la oscarizada cinta, Saúl se aferra a la vida adoptando un hijo ya muerto, igual que el espectador neutro se engancha a Hungría para sobrevivir a la Eurocopa o a un nimio miércoles. Se antojaba aburrido hasta que Hungría se puso terca y se empeñó no solo en pasar a octavos, sino en hacerlo liderando el grupo.
En Hungría ya casi se habían olvidado de la existencia del deporte rey porque hacía un tiempo que no se pavoneaban por Europa ni por el mundo. Su última aparición en un gran campeonato fue en el Mundial de 1986. El coletazo final de aquella selección lo dio Lajos Détári, último goleador de su selección en el Hungría-Canadá. Unos años antes, en la Eurocopa de 1972, otro Lajos, Ku en este caso, anotó el primero, el último y por tanto el único gol de Hungría en la Eurocopa a cuatro que también disputaron Alemania Federal, Bélgica y la URRS. Ni que decir tiene que Hungría quedó cuarta y última clasificada, privada del tercer puesto por Bélgica, su próximo rival en octavos.
Casi 30 años después la selección nacional se había mantenido en la sombra, pasando de incógnito por una fase de clasificación en la que Hungría fue tercera por detrás de Rumanía e Irlanda del Norte. La repesca les emparejó con Noruega, el último escollo superado antes de plantarse en Francia con una maleta llena de ilusión. A Hungría le ha bastado la fase de grupos para presentar su candidatura a ser el “Leicester de la Eurocopa”, aunque con un fútbol más apetecible de ver. Lo que sí une al campeón de la Premier y a una de las revelaciones del campeonato son unos ingredientes para afiliarse a su causa y aglutinar a un séquito de seguidores otrora neutrales. Más importante que grandes jugadores son las disruptivas pero mundanas historias. El Gorrión Supremo explica en ‘Juego de Tronos’ que los ricos odian a los pobres porque estos les muestran cómo serían sin su fino atuendo, cómo olerían los ricos sin su caro perfume. Todo lo contrario ocurre con Hungría, en quien el espectador medio halla un espejo del triunfo humilde en el que fijarse.
Hungría está ya en octavos de final habiéndolo hecho todo pero sin haber hecho nada todavía. A su favor tiene que ya ha salvado el honor
Solo necesitamos a un portero que no lo parezca y que luzca unos pantalones, limítrofes entre el pijama y el chándal, con los que fácilmente pasearíamos a nuestro perro en una fría mañana de enero. Ayuda que jueguen un mediapunta de nombre impronunciable que no querríamos encontrarnos en un callejón oscuro y un delantero que no marcaba desde octubre de 2014. Ya hizo mucho cuando Hungría se clasificó para la Eurocopa, se dirigió a un bar en Budapest y pagó una ronda de Pálinka -algo así como el aguardiente húngaro- a las 200 personas que allí aguardaban. Cuando al día siguiente trascendió la generosidad de Szalai, protagonista de la gesta, el héroe confesó que ni tan siquiera lo recordaba. Németh conoció a su prometida, jugadora de balonmano, en la sala de espera de un hospital cuando le acechaban las lesiones. Guzmics estuvo un año sin jugar con Hungría por un error garrafal en un partido de clasificación para el Mundial. Fiola, ahora lateral derecho, actuó de delantero centro en la sub-15 y la sub-17 del combinado nacional. Hay que quererlos a todos.
Hungría está ya en octavos de final habiéndolo hecho todo pero sin haber hecho nada todavía. A su favor tiene que ya ha salvado el honor, que cualquiera de sus jugadores podría haberse intercambiado la camiseta con Cristiano, aunque finalmente decidieron canjear el primer puesto. Hace unos años, igual que Saúl, ya estaban muertos, con la ventaja que eso supone. Pase lo que pase de aquí en adelante, parafraseando de nuevo a Alfredo, ya no oiremos hablar a los húngaros. Ahora, oiremos hablar de ellos.