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Alphonso Davies, de un campo de refugiados al Allianz Arena

Con 18 años recién cumplidos, en 2018, el prometedor Alphonso Davies, el protagonista de una bella historia de superación, se disponía a triunfar en el Bayern

“Tildar un sueño de locura no es un insulto, es un cumplido. No te preguntes si tus sueños son una locura, pregúntate si lo son lo suficiente”. Este es el mensaje que trata de inculcar el anuncio de Nike que protagoniza Colin Kaepernick; la exestrella de la NFL que, arrodillándose durante la interpretación del himno estadounidense que precede el inicio de todos los encuentros de la competición, acabó por erigirse en uno de los abanderados de la América que lucha por una sociedad inequívocamente igualitaria. El anuncio, que gira alrededor de la figura de un deportista que se vio forzado a retirarse a los 29 años (“Believe in something, even if it means sacrificing everything”), reproduce las historias de diferentes atletas, famosos o anónimos, que se han convertido en auténticos referentes con su esfuerzo para superar realidades claramente adversas. Como LeBron James, como Serena Williams. O como Alphonso Boyle Davies, un chaval de 18 años que aterrizó en el mundo el 2 de noviembre del 2000. Lo hizo en Buduburam (Ghana), en el campo de refugiados al que sus padres, originarios de Monrovia, llegaron en el desesperado intento de escapar de la barbarie de la guerra civil que asoló Liberia en 1999, dejando más de 50.000 muertos y cerca de 500.000 desplazados.

“En aquel momento habría podido elegir la segunda posibilidad que se le ofrecía: callar y recorrer el camino del nacimiento a la muerte sin el desvío de la vida, ahorrándose muchas calamidades”, escribió Patrick Süskind en El Perfume. Como Jean-Baptiste Grenouille, la familia Davies optó por continuar adelante, por luchar por un futuro mejor que el presente que les había obligado a dejar atrás su casa (“Era muy peligroso vivir allí… A veces, la única manera para sobrevivir parecía ser llevar una arma encima. Nosotros no queríamos tener armas, así que decidimos huir de Liberia”, reconocían los padres de Alphonso, Victoria y Debeah, en The Sun). El campo de refugiados de Buduburam no parecía un destino mucho mejor (“Era muy duro. Para ir a buscar comida, teníamos que caminar sobre cuerpos humanos”); pero, afortunadamente, la vida empezó a sonreírles cuando consiguieron entrar en un programa de reasentamiento que les permitió establecerse en Canadá, lejos de la miseria, la pobreza y las balas. Alphonso apenas tenía seis años cuando la familia, después de un breve paso por Windsor (Canadá), se estableció en Edmonton, la ciudad en la que descubrió el fútbol, aquel deporte del que empezó a enamorarse en el patio de la St. Theresa Catholic School. “Nuestro pequeño Alphonso… Era uno de aquellos niños que siempre tienen una sonrisa en su rostro”, recordaba, en un artículo de la Canadian Broadcasting Corporation, Melissa Guzzo, la profesora de sexto de primaria de Davies, que dio sus primeros pasos en el mundo del balompié a través del programa Free Footie, un campeonato local que trata de promover la práctica del fútbol entre estudiantes sin demasiados recursos económicos.

 

“Era muy duro. Para ir a buscar comida, teníamos que caminar sobre cuerpos humanos”

 

Así empezó la meteórica carrera de un Alphonso Davies que, tras pasar por el Edmonton Internationals, el Edmonton Strikers o la St. Nicholas Soccer Academy, despertó la atención de uno de los tres clubes canadienses que compiten en la MLS, el Vancouver Whitecaps. Instalado en la felicidad más absoluta e inesperada, el prometedor futbolista ingresó en la academia de los Caps con 14 años (2015). Golpeó la puerta del primer equipo con tanta fuerza e insistencia que acabó por derribarla tan solo un año más tarde. El 17 de julio del 2016, Davies debutó en la MLS con apenas 15 años, ocho meses y 15 días; convirtiéndose en el segundo futbolista más joven en debutar en el campeonato norteamericano, por detrás de Freddy Adu.

Desde entonces, el ’67’ de los Vancouver Whitecaps ha continuado madurando a pasos agigantados. Tan solo un mes después de obtener la nacionalidad canadiense (“Yo nací en Ghana, en un campo de refugiados. Pero cuando tenía cinco años, un país llamado Canadá nos dio la bienvenida. Estoy orgulloso de ser canadiense. Y estoy muy agradecido a mis padres por todo lo que han hecho a lo largo de los años, conduciendo la familia hasta un lugar seguro. Esta es nuestra casa, aquí es donde crecí”); el joven Alphonso se estrenó con la camiseta de la selección absoluta en un encuentro contra la selección de Curazao (2016, 16 años, siete meses y 12 días), rompiendo todos los récords de precocidad. Su siguiente experiencia con Les Rouges fue en la Copa de Oro del año pasado, un torneo en el que Davies brilló desde el partido de la primera jornada contra la Guayana Francesa (4-2). El combinado canadiense se despidió de la competición después de caer derrotado ante Jamaica en los cuartos de final; pero el perseverante e incansable atacante de Buduburam, además de ser incluido en el once ideal, regresó a Canadá con los galardones al mejor jugador joven y al máximo goleador, dando esperanzas a una afición que no disfruta de una Copa del Mundo desde el año 1986.

Tal era el potencial de Davies, un explosivo extremo izquierdo tan potente físicamente como habilidoso con el balón en los pies, que el Bayern de Múnich, adelantándose a otros gigantes como el Real Madrid, al Manchester United, al Chelsea o a la Juventus, no dudó en desembolsar más de once millones para hacerse con los servicios de un futbolista que aterrizaría en el Allianz Arena para crecer a la sombra de jugadores de la talla de Arjen Robben, Frank Ribéry, Kingslsey Coman o Serge Gnabry.

“Estoy muy feliz. Desde niño, siempre soñé con un momento como este. Ahora tengo que continuar trabajando, tengo que esforzarme al máximo para aprovechar esta oportunidad”, reconoció el propio Davies, que se despidió de los Vancouver Whitecaps en un partido contra los Portland Timbers en el que anotó un doblete. Profundamente agradecido con el club que le ha visto hacerse un hombre, el futbolista del Bayern publicó un emotivo vídeo en el que escenificaba su amor por el conjunto del BC Place de Vancouver: “Llegué aquí cuando tan solo era un niño, cuando tan solo tenía 14 años. Vosotros creísteis en mí, me disteis la oportunidad de jugar al deporte que amo, de cumplir mi sueño de convertirme en futbolista profesional. Siempre os estaré agradecido, siempre formaréis parte de mi historia, siempre estaréis en mi corazón. Gracias”.

“Su increíble historia es la razón por la que jugamos a este deporte. Porque nos demuestra que los sueños pueden convertirse en realidad”, enfatizaba, en el mencionado artículo de The Sun, Carl Robinson, el entrenador que le hizo debutar con los Vancouver Whitecaps. Ciertamente, la de Davies es una historia de superación que supera todos los límites de lo imaginable. “Si naces en un campo de refugiados, no permitas que esto te impida jugar al fútbol con la selección nacional. A los 16 años”, asevera la parte del anuncio de Nike dedicada al joven futbolista de Buduburam; el mismo que, tras estrenarse con la selección canadiense, destacaba que “fuera del terreno de juego soy un chico de 16 años, pero dentro todos somos iguales”. Este es, precisamente, el gran poder del balompié; el bello deporte en el que Alphonso Boyle Davies se refugió para enterrar los fantasmas de una infancia traumática.