*Fotografías de Manel Laguna
En plena era de la mercadotécnica y de los clubes de fútbol pervertidos en multinacionales, siguen existiendo versos libres que nadan a contracorriente y que se desmarcan de los valores vacuos que imperan en el fútbol y la sociedad. Clubes ejemplares que reconocen el poder transformador del balón para mejorar el mundo. Así de quimérico y así de sencillo a la vez. Hablamos del AE Ramassà, un equipo totalmente amateur de la regional catalana (concretamente, de la cuarta y última categoría) que viaja desde hace cuatro años a distintos países de África para entregar material deportivo y escolar, que genera sinergias con las oenegés que operan en el territorio, y que incluso publica cuentos infantiles. Y por si todo esto fuera poco, el Ramassà vio reconocida su singularidad al convertirse en club embajador de las Naciones Unidas por abanderar el objetivo 16 de su carta magna: promover la paz, la seguridad y la justicia, a través, en su caso, del deporte. Más que un club. Más que un vestuario unido por el fútbol.
Como en toda buena historia, la casualidad aguardaba en la casilla de salida. “Tuve la oportunidad de ir a Etiopía con mi empresa y un grupo de atletas que iban a correr una maratón solidaria y, cuando regresé, me di cuenta de que sería interesante relacionar el deporte con un proyecto social. Se lo trasladé al equipo y les hizo ilusión la idea de jugar un partido allí”, recuerda Jordi Grivé, el alma máter de esta aventura y actual entrenador del Ramassà tras una década como jugador y capitán. “Y ya que íbamos a Etiopía, apuntamos alto de entrada: pedimos jugar contra la selección. A la Federación le encantó el planteamiento pero nos dijeron que el combinado nacional estaba a punto de llegar al Mundial de Brasil y que sería imposible. En su lugar, nos ofrecieron jugar contra el campeón de Liga, el Saint George”, responde un Grivé aún sorprendido por el éxito de la gestión. Y encima, sin saberlo, hicieron historia al convertirse en el primer club europeo en disputar un partido en suelo etíope.
En un giro hollywoodiense, pasaron de jugar en campos modestos como el del Montmeló a plantarse en la capital Addis Abeba para jugar contra el principal equipo de Etiopía ante 20.000 espectadores. “Fue una experiencia única y enseguida nos dimos cuenta de que algo había nacido. Fue un éxito”, remata Grivé. Aparte de la disputa del encuentro, en el mismo estadio, hicieron un acto de entrega de 100 quilos de material deportivo para las categorías inferiores del Saint George.
Al año siguiente, espoleados por la riqueza vital de su primera experiencia, viajaron a Benín. Y nuevamente pudieron medirse a otro campeón nacional, el Panthères FC. “Esta vez ya lo orientamos mucho más hacia el tema solidario: aportamos más de 700 quilos de material deportivo y escolar. Fue el viaje de la consolidación del proyecto”, reconoce el entrenador sin necesidad de consultar su cuaderno de bitácora para recordar los detalles de sus expediciones.
El tercer año, como no podía ser de otra forma, el Ramassà volvió a lanzar el órdago al campeón nacional de turno; “algo surrealista para un equipo de nuestra categoría”. Esta vez, su rival fue el Kampala Capital City Authority de Uganda, contra el que lograron su mejor resultado hasta la fecha, una derrota por 2-0 que supo a gloria y más en el santuario en el que se produjo, el Mandela National Stadium, una gigantesca oda a la historia con capacidad para 45.000 espectadores.
No obstante, lo más llamativo fue que el Ramassà, pese a la envergadura del escenario y la lejanía, se sintió como en casa: “Jugamos el partido el día de Sant Jordi [la festividad catalana por excelencia], con nuestra camiseta principal, la senyera, y con un estadio repleto de rosas y libros que regalamos de forma simbólica antes de empezar el encuentro. Fue una Diada muy emocionante”, evoca Grivé. Eso sí, los goles los metieron en otro terreno, más complejo y abrupto si cabe, el social, porque volvieron a aportar 700 quilos de material y además hicieron una donación de 1.700 euros a diferentes orfanatos y escuelas de la zona.
LINKEDIN ABRIÓ LAS PUERTAS DE LA ONU
En Uganda, sin saberlo previamente, disputaron otro encuentro especial. “Acabamos visitando a una oenegé llamada ‘Pequeños Detalles’. Conocimos a su fundador, un chico catalán de 21 años que llevaba años viviendo en Uganda, Kiko Germain, e improvisamos un partido. Fue emocionante ver a todos los miembros del equipo jugando con los niños del orfanato”, reconstruye Marc Larripa, el mediocentro que fichó por el Ramassà esta temporada tras ceder a las presiones de su amigo y ahora también compañero de equipo. “Evidentemente también me motivó mucho el tema social y el buen ambiente que existe. Además yo me dedico a esto y me apetecía aportar mi granito de arena”.
Larripa es técnico de proyectos de cooperación, pero lo que aún no sabe es que en su interior habita un periodista en ciernes. “Antes de ir a Uganda, leí una entrevista en La Vanguardia a Victor Ochen, el activista más joven en ser nominado a un premio Nobel de la Paz. Y como es ugandés, se me ocurrió contactar con él por si podíamos hacer alguna cosa conjunta de cara a nuestra estancia en su país. Lo encontré por LinkedIn, le envié un mensaje explicándole nuestro proyecto, me respondió pasadas unas cuantas horas y al cabo de medio año nos encontrábamos en La Haya, en una gala con Sharon Stone, como equipo embajador de las Naciones Unidas”, cuenta Larripa con la sonrisa en los labios y la sensación todavía, tal y como le sucede a Grivé, de que la realidad está superando a la ficción en sus vidas.
“Personas como las que integran este equipo son las que tienen el potencial para promover la paz y hacer el bien en una comunidad pacífica. Me siento muy feliz y esperanzado con ejemplos como el del Ramassà”, admitió Ochen tras la visita del conjunto catalán. A partir de ese momento, el equipo se enfundó por fin su traje de héroe moderno con el que propagar su misión: una segunda equipación de color azul oscuro con el logotipo de la ONU en la manga y la paloma de la paz en el dorso de la camiseta, a la altura de la nuca, bajo el número 16, el objetivo humanitario que se comprometen a desarrollar como club.
Esta es la indumentaria con la que saltaron el 11 de abril al Military Stadium de Yaoundé, un campo moderno y recién renovado con capacidad para 40.000 personas. “A veces también la usamos en partidos a domicilio de la 4ª Catalana. Es un poco extraño lucir el logo de la ONU en nuestra categoría”, admite Larripa. Esta vez, no hubo pleno y, pese a los esfuerzos, no jugaron por cuarto año consecutivo contra un campeón nacional. Aun así, se enfrentaron al Dragon Club de Yaoundé, que marcha segundo en el campeonato doméstico, en un duelo que acabaron perdiendo por 5-1.
Y, nuevamente, el fútbol está siendo casi lo de menos en su nueva aventura, que durará del 9 al 17 de abril: “Conocimos a una gente de Vic que tiene una oenegé, en la ciudad camerunesa de Kribi, llamada Insolàfrica, que se centra en la formación de personal sanitario y en la mejora de infraestructuras. Hemos relacionado los proyectos y este año nos centraremos en la creación de una biblioteca para su Escuela de Enfermería que llevará el nombre de Ramassà”, afirma con orgullo Grivé.
SE BUSCA COMPAÑERO DE VIAJE
“Todo el material lo entregamos en mano, nada de intermediarios ni de contenedores”, explica Grivé. ¿Y cómo se lo monta una modesta expedición para llevar en su propio pasaje 700 quilos de material? Sencillamente, son gente con recursos: “Tenemos a través de la agencia de viajes un trato especial y nos dejan llevar equipaje adicional sin coste añadido. Calculo que cada jugador lleva encima unos 50 quilos de material. Cargamos con todo lo que podemos. Es un espectáculo vernos embarcar”.
Aunque parezca que su capacidad para multiplicar los panes y los peces sea ilimitada, el Ramassà todavía tiene un partido importante que jugar y ganar. “Estamos buscando el compañero de viaje que comparta nuestros valores y nos ayude. Hemos contado con pequeños patrocinadores, gente de la comarca del Vallès Oriental que nos ha ido ayudando, pero queremos ser ambiciosos con el tema del sponsor e involucrar a un patrocinador fuerte que nos permita hacer crecer el proyecto”, anima Ricard Planas, el responsable de comunicación de la entidad. Y se suma Grivé: “Más allá de los amigos y de las empresas conocidas, no tenemos ningún apoyo. La gente te felicita mucho por la labor pero nos encontramos solos a la hora de llamar a las puertas”. Además, cabe decir que los integrantes del Ramassà asumen todos los gastos. “Los viajes nos los pagamos nosotros. Hay jugadores de la plantilla que tienen trabajos y salarios humildes, y que no pueden venir. Algunos incluso pidieron un préstamo para poder viajar y vivir la experiencia con el equipo”, relata Planas.
FÚTBOL Y LETRAS
Y ahí no termina el valor añadido del Ramassà. “Hemos publicado un cuento infantil que representa un poco nuestra historia. Se llama ‘El sueño de Jan’ y va sobre un niño que tiene un anhelo: jugar un partido con su amigo Samuel en África”, ilustra Grivé. Un cuento en catalán, traducido al castellano y al francés, que se puede colorear y que se está repartiendo por las escuelas y los clubes de la comarca.
También se llevarán muchos ejemplares a Camerún, ya sea bajo el brazo o embutidos en sus equipajes desbordados de ilusión. La de un grupo de amigos y compañeros que decidieron emprender una aventura redonda en todos los sentidos, con el fútbol como excusa y a la vez maravilloso telón de fondo, para envolver conceptos tan complejos y elevados como la solidaridad, la empatía y la felicidad de los más necesitados.
“Ahora somos un equipo singular. Hasta hace 4 años, éramos uno más de la territorial catalana. Toda esta vorágine ha derivado en un proyecto que no sabemos ni cómo ni dónde acabará”, concluye Grivé. No importa. El Ramassà ya es un club pionero. Además de contar con una sección de fútbol, alberga otras aún más sobresalientes en las categorías de lo social, cultural y humanitario. Es el primer conjunto que se viste de ONG. ¿A caso hay equipo más completo?
