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La República de Sócrates

"Cuando pisábamos el césped", declaró en una ocasión Sócrates, "sabíamos que estábamos participando de algo más que en un simple partido de fútbol. Luchábamos por recobrar la libertad en nuestro país"

“El fútbol profesional practica la dictadura”, teorizaba el intelectual por excelencia del balompié, Eduardo Galeano, en su programa de televisión Fútbol Pasión. “En el despótico señorío de la pelota, los jugadores son los últimos monos del circo. No tienen derecho a decir ni pío. Pero no siempre ha sido así. Allá por 1982, en plena dictadura militar, los jugadores del Corinthians tomaron el poder. Ellos, los futbolistas, lo decidían todo. Se reunían y, democráticamente, por mayoría, elegían el método de trabajo, los sistemas de juego, los horarios de entrenamiento, la repartición del dinero… Lo votaban absolutamente todo. Se vaticinaron  los peores augurios pero, sin embargo, durante esos años el Corinthians convocó las mayores multitudes en los estadios de Brasil, además de ganar consecutivamente el Campeonato Paulista durante dos años, ofreciendo el más hermoso y vistoso fútbol de todos. La experiencia de la ‘Democracia Corinthiana’ fue breve, pero valió la pena”.

POR Y PARA EL PUEBLO

La noche del 31 de marzo de 1964 las principales ciudades brasileñas fueron tomadas por el ejército. Cuatro días más tarde, cercado por sus detractores, el presidente electo, Joao Goulart, se vio obligado a exiliarse en Uruguay. El 15 de abril, el Congreso, atenazado por la presión militar, designó al general Humberto de Alencar Castelo Branco como nuevo presidente del país. No se restauraría la democracia hasta 1985. Sin embargo, desde inicios de la década de los 80, el régimen dictatorial empezó a dar señales de estar entrando en fase terminal. Muestra de ello fue que en 1982, forzados por el clamor popular, los representantes de la autarquía resolvieron convocar unas elecciones para el 15 de noviembre con las que designar al nuevo Gobernador del Estado de Sao Paulo. Pocos días antes del plebiscito, los jugadores del Corinthians, liderados por un ilusionista del balón con nombre de filósofo clásico, saltaron al campo con unas camisetas en las que en su espalda, sobre el dorsal, no se leía el nombre de su propietario (hecho, por otro lado, aún inusual en esa época) sino la leyenda ‘Dia 15 Vote’. Un acto que erigió al conjunto del timão en el adalid de la lucha por la recuperación de la libertad.

Dicen que fue mientras esperaban el tranvía que les debía llevar a casa tras otra jornada de faena. Verdad o leyenda, el 1 de septiembre de 1910 Joaquim Ambrósio, Carlos da Silva, Rafael Perrone, Antônio Pereira y Anselmo Correia, cinco trabajadores de Sao Paulo amantes de ese nuevo deporte que ya empezaba a levantar pasiones entre las masas, decidieron crear su propio equipo de fútbol. Dio la casualidad que por esas mismas fechas, los ingleses del Corinthian F.C. se encontraban en la ciudad disputando diversos encuentros amistosos. En honor a aquellos gentlemen que acababan de derrotar a la Associação Atlética das Palmeiras por un contundente 0-5, en su asamblea constituyente determinaron denominar a su naciente entidad como Sport Club Corinthians Paulista. También establecieron que su equipación, a imagen de la de los británicos, sería una camisa de color crema con los puños negros. Pero, a golpe de lavado, ese amarillo pastel fue perdiendo brío hasta devenir blanco. Colores, el blanco y el negro, que se establecerían como sus símbolos tonales definitivos. Finalmente, eligieron al sastre Miguel Battaglia como primer presidente, ilustrando este su discurso de aceptación con unas palabras que iban a marcar la personalidad del club: “Corinthians va a ser el equipo del pueblo y el pueblo es quien va a hacer el equipo”. Ciertamente, con los años el Corinthians se convertiría en la segunda institución deportiva más popular del Brasil, tan solo superada en simpatías por el Clube de Regatas do Flamengo de Río de Janeiro.

 

Adílson Monteiro, director de fútbol del Corinthians, ideó un vestuario autogestinado con la complicidad del ‘Doctor’ Sócrates

 

Entre las figuras más relevantes en la historia del ‘Todo Poderoso’, sobresale el nombre de Vicente Matheus. Nacido en 1908 en España, concretamente en Zamora, Matheus, que recaló en Sao Paulo con su familia en 1914, se convertiría en uno de los empresarios más poderosos de Brasil gracias a sus prósperos negocios en los sectores de la construcción y la minería. Apasionado del fútbol, y loco por el Corinthians, aquel personaje que todos describen como entrañable asumió la presidencia del club en 1959. Directivo a la vieja usanza, de aquellos que saneaban las cuentas poniendo dinero de su propio bolsillo, ocuparía el cargo, con alguna intermitencia, hasta 1981. A principios de los años 80, y mientras el pasado relucía repleto de trofeos (aunque la mayor victoria de Matheus se produjo fuera del césped, al birlarle en 1978 a los rivales del Botafogo FC a un joven estudiante de medicina que apuntaba a estrella: Sócrates), el Corinthians no estaba pasando por su mejor momento deportivo. Ante el descalabro que vivía el equipo, Matheus cedió su puesto a Waldemar Pires. Una de las primeras decisiones que tomó el nuevo presidente fue nombrar al sociólogo Adílson Monteiro Alves como director de fútbol del Corinthians. Con él cambiaría el rumbo del club y, en gran medida, el de Brasil.

UN VESTUARIO AUTOGESTIONADO

A la izquierda, el sociólogo Adílson Monteiro, quien introdujo en el vestuario del Corinthians, entre los que estaba Casagrande, una fuerte conciencia política.
A la izquierda, el sociólogo Adílson Monteiro, quien introdujo en el vestuario del Corinthians, entre los que estaba Casagrande, una fuerte conciencia política.

Conocido por su compromiso político en sus años como estudiante universitario, Monteiro, acérrimo defensor del diálogo y el consenso, llegó al Corinthians con el ánimo de ceder la voz a todo aquel que creyera que podía aportar algo positivo para el funcionamiento de la entidad, planteamiento totalmente innovador en aquella época, más aún en una sociedad regida por el totalitarismo. Doctrinas asamblearias que pronto gozaron del favor de los pesos pesados del vestuario. “El país lucha por la democracia. Si lo logra, el fútbol quedaría al margen porque en los países democráticos el fútbol aún es conservador. Tenemos que cambiar eso”, alentó el sociólogo en su primera reunión con el plantel. Pasados unos instantes de asombro, el ‘Doctor’ Sócrates, los ídolos de la torcida Wladimir y Zeno, que destacaban por ser unos jóvenes militantes de arraigada conciencia social, y el rebelde delantero Casagrande se sumaron a aquella propuesta de autogestión. Tras ellos, el resto del grupo. Al amparo de este sistema se resolvieron asuntos tan diversos como los menús de la cafetería, la conveniencia de hacer concentraciones antes de los partidos, los nuevos fichajes o que un porcentaje del taquillaje, la esponsorización y los derechos televisivos se repartiría a partes iguales entre todos los representantes del club: directivos, jugadores, utilleros, el conductor del autocar del equipo, las señoras de la limpieza… “Abolimos el proceso que existía en el fútbol, donde los dirigentes impedían que los jugadores se hicieran adultos”, afirmaría Sócrates sobre la causa emprendida. “Al inicio hubo ansiedad en mis compañeros, no estaban acostumbrados a expresarse, a decidir. Pero fueron aprendiendo y se prepararon para afrontar su profesión y su vida”. De hecho, en el seno del equipo surgieron unas pocas voces discordantes, como la del portero Rafael Cammarota, que no veía nada de democracia en ese sistema. “Solo funcionó para los que mandaban en el vestuario: Sócrates, Wladimir, Casagrande, que era bocazas, y Adilson Monteiro Alves. El resto eran simples palmeros”. Palabras que rebate el cineasta Pedro Asbeg. Para el director de Democracia em Preto e Branco, el magnífico documental sobre el giro libertario del Corinthians, los que así opinan “tienen una mente algo obtusa. No sólo porque en aquel Corinthians todo el mundo podía ejercer su derecho a voto, sino porque, casi de inmediato, el fútbol se convirtió en algo secundario. La gran mayoría de jugadores no quería limitar su influencia al deporte, sino que querían participar en el destino del país”. Gracias al ingenio del vicepresidente de marketing del club, Washington Olivetto, aquella eclosión de pluralismo y tolerancia pasó a denominarse ‘Democracia Corinthiana’.

 

Sócrates, icono que había trascendido los límites del campo, tomó el micrófono y prometió que si se recobraban las libertades perdidas rechazaría la oferta de la Fiorentina

 

SIEMPRE CON DEMOCRACIA

“Cuando pisábamos el césped”, declaró en una ocasión Sócrates, “sabíamos que estábamos participando de algo más que en un simple partido de fútbol. Luchábamos por recobrar la libertad en nuestro país”. Y, ciertamente, el clima de euforia democrática que se respiraba dentro del vestuario del Corinthians acabó por relucir en el tapiz verde, pues, pese a la presión que ello conllevaba, los futbolistas eran conscientes de que la consolidación y éxito del proceso emprendido pasaba por hacer llegar el balón al fondo de la red. Así, la misma plantilla que en 1981 había protagonizado una de las peores campañas en la historia del Corinthians, meses después desplegaba un fútbol extremadamente atractivo, senda para la conquista del Campeonato Paulista del 82 y el 83. Además, sabedores de la repercusión que tenían todos sus actos, aquellos rebeldes del balón no dudaban en aprovechar cualquier oportunidad para ejercer de altavoz de las demandas del pueblo. Fue entonces cuando iniciaron campañas como las de imprimir en sus camisetas lemas como ‘Democracia Corinthiana’ o ‘Dia 15 Vote’; saltar a la final del Campeonato Paulista de 1983 escudados tras una pancarta en la que se podía leer ‘Ganhar ou perder, mas sempre com democracia’, o participar, codo con codo, con artistas como el cantautor Gilberto Gil, quien les dedicó la canción Andar com fé, o los entonces activistas, tiempo después presidentes del país, Fernando Henrique Cardoso y Lula da Silva, en las multitudinarias manifestaciones de 1984 promovidas por el movimiento Diretas já. Movilizaciones con las que la sociedad brasileña demandaba que el Congreso aprobara la enmienda Dante de Olivera, propuesta que tenía por objetivo asegurar la elección directa del Jefe de Estado, o lo que es lo mismo, que fuera la gente la que eligiera a su presidente.

Fue en una de esas protestas, ante millones de personas, cuando Sócrates, icono que había trascendido los límites del rectángulo, tomó el micrófono y prometió que si se recobraban las libertades perdidas décadas atrás, rechazaría la oferta que le acababa de hacer la Fiorentina y se quedaría en Brasil. En el Congreso no se obtuvo la mayoría necesaria para admitir la enmienda y el astro voló a la Toscana.

 

Los jugadores del Timao lucieron camisetas con lemas y participaron en manifestaciones pidiendo elecciones a la jefatura del Estado

 

Teóricamente, Brasil recobró su democracia en 1985 con la elección indirecta de José Sarney como presidente del país. Sin embargo, no fue hasta 1989 cuando la ciudadanía pudo votar a su máximo mandatario. “Jugué los mundiales del ’82 y ’86 en una maravillosa selección. Conocí el calcio en la Fiorentina. Fui técnico. Sigo siendo médico. Escribo crónicas para un diario deportivo y poemas que ponemos en canciones con amigos músicos. Pero esa fue la época mas exultante de mi vida. Dos años y medio que valen por 40 de felicidad”. Con estas efusivas palabras, Sócrates, fallecido en 2011 a los 57 años, evocaba la utopia futbolística de la que había sido emblema.

Con el ‘Doctor’ exiliado en Italia, la extraordinaria experiencia de la ‘Democracia Corinthiana’ se acercaba a un final que se certificó con las elecciones a la presidencia del club en 1985. Pese a los tres millones de superávit que se habían generado en los tres años anteriores, la lista encabezada por el sociólogo Monteiro Alves, ideólogo del cambio progresista, fue derrotada, bajo justificadas sospechas de amaño, por la candidatura de Roberto Pasqua, personaje que no ocultaba su afinidad con la dictadura militar. “En su génesis,la ‘Democracia Corinthiana’ fue un movimiento interno, del fútbol, algo que no tenía ninguna relación con el mundo exterior”, remarca Pedro Asbeg. “Pero proviniendo de dos largas décadas de dictadura, aquellos futbolistas enviaron un mensaje a la sociedad brasileña. Los jugadores no solo elegían su porvenir profesional, algo de por sí inusual en esa época y en un país como Brasil, sino que aprovecharon su condición de ídolos para expresarse libremente y protestar. La ‘Democracia Corinthiana’ contribuyó en el camino de la sociedad brasileña hacia la conquista de la libertad”.