Mi querido amigo Vicente,
Es la hora de decirnos adiós para siempre, esto no está siendo nada fácil, aunque pienses que te dejamos por uno más guapo, más joven y más moderno, la verdad es que para muchos de nosotros, nadie podrá ser como tú, tú fuiste el primero y gracias a ti nos enamoramos de un sentimiento que muchos no lo pueden entender. Contigo cantamos glorias, lloramos en penumbras y aprendimos una manera de vivir.
Solo puedo decirte, que los amigos nunca mueren, que perduran para siempre en la memoria, no te olvidaremos nunca, tú nos cambiaste y nos hiciste mejores.
Cómo olvidar aquellas noches de fútbol al lado del río, aquellos conciertos que rompieron tinieblas del pasado, en definitiva amigo, estés donde estés un dulce pensamiento nos conectará eternamente.
Los más viejos del lugar cuentan que junto a ti vieron al mítico ‘Zapatones’ meterle tres goles al campeón de Italia. Eran los setenta, época de cambios, España empezó esos años viviendo en blanco y en negro terminando la década con un arco iris plural. Por aquel entonces vestías pantalones de campana y se ganaba casi todo, los más viejos bailaron contigo de la mano, sobre la cima del mundo, un tango de Avellaneda besando la preciosa Copa Intercontinental.
Estar en la cima duró lo justo y tras los benditos setenta llegaron los ochenta, en esa época fue cuando nos conocimos tu y yo. Fueron años de escaso fútbol para los nuestros, aun así nos enseñaste galopadas de Futre, remates de Baltazar y la contundencia de Arteche. Los ochenta fueron años de música intensa, de muñequera de pincho y chaqueta de cuero, años que nos los pasamos de concierto en concierto cantando a la vida y pinchando la vena rockera de los más grandes, trajiste a los Rolling, a Bob a Bruce a todos esos acordes que rompieron lo añejo brindando movida con aroma de nuevo.
Llegaron los noventa y me enamoré perdidamente de ti, ese flechazo loco que tuvimos cuando en media hora remontamos a un equipo de ensueño entrenado por ese flaco eterno. Cuánto te amé cuando subimos a la cima de nuevo con ese doblete besando el cielo. Pero cuando más te he amado ha sido en la penumbra de los años de infierno que de orgullo mojaste nuestra aroma de vida.
Contigo celebramos un centenario entre tinieblas, penumbras que años más tarde llenó de luz un cholo argentino rehaciendo un carácter y volviendo de nuevo a la cima más bella.
Siendo ya cincuentón cantaste con locura hazañas gloriosas, bebimos Europa despertando una resaca eterna que contigo se lleva lamentos de amor. Y es que Vicente besaste a todas menos a la preciosa orejona. Te queda ese encargo cuando llegues al cielo, coge la mano del sabio y abuelo y los dos al unísono soplar para que un día podamos besarla y llevárosla al cielo.
No temas amigo, contigo aprendimos y no te olvidaremos. Tus cantos, tus risas, tu magia divina tardara en evadirse.
Vicente tu legado está en buenas manos, unidos seremos tu llama latida manteniendo para siempre esa sentimental forma de vida.
Descansa en paz amigo, vete tranquilo. Solo decirte que te queremos.