Góndolas repletas de enamorados, aglomeraciones en San Marco, Rialto y el Palazzo Ducale, máscaras de carnaval y calles que te llevan directo al agua. Venecia podrían ser, de manera superficial, estas cuatro cosas y ninguna de ellas nos llevaría a pensar en el fútbol. Relacionamos a la gran mayoría de las principales ciudades de Italia de forma estrecha con algún equipo; cuando nos hablan de Venecia es posiblemente el último de nuestros recuerdos. Quizá algún tarado se acuerde de Recoba y poco más, es lógico. Ese desconocimiento se debe a que el Venezia FC lleva muchos años fuera de la élite del calcio, como si el equipo del Véneto se dedicara a morir y resucitar una vez tras otra en las catacumbas del fútbol italiano. Su pasado goza de pocos éxitos deportivos pero miran al futuro con la esperanza de volver a ser conocidos, desean ser algo más que una ciudad llena de turistas, góndolas y canales.
Qué lejos quedan los años 40
El Venezia FC se fundó en 1907 y hasta hoy ha sufrido hasta tres refundaciones, quiebras y una fusión que no convenció a nadie. Los leone alati comenzaron a darle patadas al balón a comienzos del siglo pasado y sus primeros partidos fueron ante las tripulaciones que atracaban en el puerto de Venecia. Poco a poco la entidad fue cogiendo forma. Hasta 1909, sus colores eran el rojo y el azul, pero tuvieron que cambiarlos debido a la confusión que podían sufrir con la equipación del Genoa. A partir de entonces tomaron el verde y el negro como colores principales, aunque estos han ido perdiendo el protagonismo con los años pero no han desparecido. En los más de cien años de historia que contemplan al club, han sido varios los nombres que ha ido llevando, pero uno de los más significativos fue el de Associazione Fascista Calcio Venezia en 1933. Ya imagináis el porqué de este nombre con tan solo observar la fecha.
Poco después, Venecia se situó en el mapa futbolístico italiano. Antes de 1940 llevaban 12 años sin estar presentes en la máxima categoría, pero las llegadas de Ezio Loik y Valentino Mazzola lo cambiaron todo. El primero llegó desde el Milan, mientras que Mazzola firmó por el club de Véneto debido a que hizo las prácticas militares en el puerto de Venecia. Dice la leyenda que hizo las pruebas de acceso descalzo, ya que no quería estropear sus zapatos. Con ambos llegó el mayor éxito hasta la fecha del Venezia: la Coppa Italia de 1941. En la final se midieron a la Roma, lograron empatar 3-3 en la capital y en la vuelta un gol de Loik hizo que por fin llegara un título. Eran años de gloria, llegaron a pelear por el Scudetto y este gran sueño se les escapó en las últimas jornadas de liga. ¿Cómo terminó este ciclo? Cuando al Venezia no le quedó más remedio que vender a Loik y Mazzola al Torino a cambio de mucho dinero. Ambos futbolistas llegaron a jugar nueve temporadas consecutivas juntos y desgraciadamente fallecieron en el accidente aéreo de Superga.
A finales de los años ochenta el club comienza a tomar un rumbo extraño. En 1987 Maurizio Zamparini compra la entidad tras el intento fallido con el Udinese, es aquí cuando todo cambia. Las gestiones deportivas de Zamparini nunca pasan desapercibidas, ya sabéis las que lía con los entrenadores, pero en Venecia le dio por comprar al club que lleva su nombre y también a su eterno rival: el Mestre. Esto es como si un dueño decide comprar el Real Madrid y el Atlético de Madrid, los fusiona y los hace jugar en uno de sus dos estadios. Evidentemente fue una medida que no gustó a los hinchas, además el equipo se trasladó desde el Pier Luigi Penzo hasta el Francesco Baracca, antiguo campo del Mestre. Bajo el nuevo nombre, Calcio VeneziaMestre, pasaron varios técnicos conocidos: Ferruccio Mazzola (hijo de Valentino y hermano de Sandro), Alberto Zaccheroni, Gian Piero Ventura, Walter Novellino, Luciano Spalletti o Cesare Prandelli. El excéntrico dueño dejó detalles marca de la casa. En la temporada 92/93, Zaccheroni fue el técnico hasta la jornada 23, de las 24 hasta la 29 estuvo Pietro Maroso y finalmente desde la 30 hasta la 38 volvió a llamar a Zaccheroni. Llegó a fichar a un japonés llamado Hiroshi Nanami, del cual no sacó beneficio deportivo pero sí publicitarios debido a los numerosos turistas que asistían a los partidos y los medios de comunicación japoneses que seguían al futbolista.
Tras toda esta revolución y alternar la Serie A con categorías inferiores, en 2001 Zamparini abandona Venecia. Decide comprar el Palermo ya que fracasó en su intento de cambiar el estadio del Venezia, pese a que según él decía iba a poner dinero de su bolsillo. Los últimos años son un desastre. Los hinchas dejaron de sentirse identificados con el club tras el paso de varios presidentes, quiebras, refundaciones y verse en el catacumbas del calcio. Con la llegada del nuevo propietario parece que todo ha cambiado, por fin miran al futuro con optimismo.
Un estadio único en el mundo
Me encontré con el estadio Pier Luigi Penzo de casualidad. Situado en la isla de Sant’Elena, se accede a él a través del parque Delle Rimembranze, es la zona menos veneciana y está totalmente alejada de los turistas. Recomiendo una paseo por allí ya que es un parque que merece la pena y además hace que uno desconecte de tanto palo selfie y sus multitudes. Fue tal la casualidad que primero encontré las taquillas del club, en el mismo parque, y minutos después ya me di cuenta de que el Pier Luigi Penzo estaba a unos pocos minutos de distancia. Su nombre se debe al que fuera un aviador de la primera Guerra Mundial y estamos ante el segundo estadio de fútbol más antiguo de Italia tras el Luigi Ferraris de Génova. Se respira calma en este lado de Venecia, como si el fútbol, pese a tener cierto arraigo con su pueblo, se quisiera mantener al margen del día a día veneciano. Los futbolistas, evidentemente, tan solo puede acceder a él mediante barcas, nada de las clásicas llegadas al estadio en autobús. El Pier Luigi Penzo resiste ante todo y todos, se ha intentado su traslado en numerosas ocasiones pero siempre termina siendo la sede del Venezia. Si en el estadio de Rampla Juniors los balones se van directos al Río de la Plata, aquí caen a los canales entre góndolas y vaporettos.
Venezia FC: todo un futuro por explorar
Cuando Zamparini abandona el barco, nunca mejor dicho, el club del Véneto cae en una profunda crisis económica y deportiva. Aquí es cuando toda una generación de hinchas se pierde, el desdén les invade y fue una tarea complicada volver a unirles al proyecto. Estamos ante un equipo que ha jugado el mismo número de temporadas (23) en Serie A y Serie C, que ha pasado 40 cursos en la Serie B. No es un club histórico de la máxima categoría del fútbol italiano, pero sí es un clásico del calcio. En 2015 todo cambia con la llegada de Joe Tacopina, un abogado italoamericano que compra al Venezia y que ya tenía experiencia en el Bologna (fue el presidente del último ascenso) y Roma. Desde que llegara, el club ha ascendido dos categorías y ha vuelto 12 años después a la Serie B. Pero sus aspiraciones no terminan ahí, el objetivo claro e inmediato es volver a una Serie A de la que el último gran recuerdo es Recoba haciendo golazos. “Cuando vinimos la gente no llevaba la camiseta o bufanda del club por la calle, ahora da una vuelta y verás”, señala Tacopina a Copa 90.
Su llegada ha sido tan necesaria como la de Filippo Inzaghi al banquillo. El que fuera delantero del Milan, entre otros, llegó en 2016 a Venecia y ya en su primera temporada ascendió con facilidad por delante de otro histórico como es el Parma de la tercera a la segunda división. La jugada es beneficiosa para ambas partes: Inzaghi coge experiencia como entrenador y el club se aprovecha de su imagen. Así es como lo ve el propio Tacopina: “La llegada de Inzaghi hizo más visible al Venezia FC”. Cuesta relacionar la ciudad de Venecia con su club de fútbol pero en ello están, lo que sí es cierto es que por las calles se ve a muchas personas con camisetas del equipo. Incluso hay un par de tiendas cercanas a la plaza San Marco que venden sus productos. Los leoni alati sueñan con volver a volar junto a los más grandes del calcio, aprendiendo de los errores del pasado y mirando con optimismo al futuro.